Desde el cielo nos cuidas
El fallecimiento de seres queridos resulta irremediable. Aquellos que nos acunaron, nos sostuvieron en sus rodillas, nos hacían reír con sus bromas o nos sorprendían por la solidez de su carácter o su imponente presencia dejan este mundo tarde o temprano, desaparecen para siempre. Nosotros seguimos aquí, por ahora, y la sensación de orfandad parece inevitable. Mueren aquellos que siempre tenían para nosotros calor, los que intentaban aconsejarnos durante las tormentas de la adolescencia y a los que no supimos apreciar en su momento. Son pérdidas continuas. Desde el colegio se van amigos, fallecen en accidentes o por enfermedades incurables. Desaparecen. De ellos nos quedan fotografías y, sobre todo, recuerdos: el sonido de su voz, el tacto de su mano, aquella forma tan especial que tenían de sonreírnos cuando nos veían abatidos… A veces, quizá en una población distinta, nos parece verlos andando por la calle y los seguimos, por unos instantes creemos haberlos recuperado, pero solo eran personas que se les parecían mucho. En ocasiones incluso soñamos con ellos: nada puede consolarnos.
Y, entonces, llega la música. La inteligencia emocional de un artista, en este caso el compositor ursaonense Francisco Manuel Sánchez Aguilar, nuestro entrañable Paco, pone a disposición del afligido uno de los mayores placeres del espíritu. Con la facilidad con la que nosotros, simples mortales, resolvemos un autodefinido, Sánchez Aguilar crea de la nada, y deja suspendidas en el aire durante unos preciosos instantes, las notas de sus composiciones sacras. La música pop ha banalizado este precioso arte. Admiramos y escuchamos hasta la saciedad canciones escritas en dos días y grabadas con la contribución de unos pocos intérpretes, una armonía sencilla y una melodía pegadiza. Algunas tienen cierta profundidad. Let it be (Paul McCartney, 1969) fue compuesta, según palabras del autor, gracias a un sueño en el que su madre, fallecida trece años antes, le hablaba y le daba seguridad, le protegía. Salvando las distancias entre esa música de consumo de masas y la música en verdad honda y elaborada, Sánchez Aguilar nos ha traído Desde el cielo nos cuidas. La marcha fue estrenada en el acto cuaresmal organizado por el Consejo General de Hermandades y Cofradías de Osuna el pasado veinte de febrero. Su primera ejecución pública tuvo lugar junto a otras dos marchas del mismo autor, Reina y Mediadora y Hermanos del Cerro. La interpretación corrió a cargo de la excelente banda «Villa de Osuna», integrada por instrumentistas de varias generaciones que ponen alma y profesionalidad en cada nota que tocan. Su director titular es Isidro Pérez Jiménez pero en esta ocasión dejó su lugar al compositor mismo. En palabras de Sánchez Aguilar, Desde el cielo nos cuidas está dedicada «a todas y cada una de esas personas que tienen a alguien en el cielo y que tienen la sensación, de una u otra manera, de que nos cuidan y que miran e interceden por nosotros». Se trata de una composición escrita para varias decenas de instrumentos que alterna modos mayores y menores para expresar tanto la tristeza de la pérdida como la alegría del recuerdo feliz; sus pasajes de mayor fuerza dramática están concebidos en la tonalidad de do menor, elegida a menudo por los grandes compositores románticos (Beethoven, Chopin y Brahms, entre otros). Durante el acto se tuvo muy presentes a familiares de miembros de la banda fallecidos en trágicas circunstancias y, en general, a todos los desaparecidos, recientes o no. Prueba de la emoción que embargó al público, la misma que se apodera de cualquiera que escuche la marcha, es el aplauso conmovido que siguió a su interpretación y puede oírse en las grabaciones que circulan por las redes sociales.
Francisco Manuel Sánchez Aguilar es una persona de indudable talento. Posee una exquisita sensibilidad y unos conocimientos cimentados en años de estudio e interpretaciones por toda la geografía española. Muchos lo recordarán como uno de los principales miembros de «La Conjura», aquel añorado grupo ursaonense de música celta repleto de talento musical: Antonio Jesús Gómez Núñez, el célebre gaitero de la formación, es hoy también un consumado compositor de marchas procesionales.
Resulta imposible resumir en unas líneas el extenso currículum de Sánchez Aguilar. Comenzó sus estudios musicales con el añorado José Antonio Peñalosa Vega, el carismático y perseverante Toni —primer y decisivo director del Conservatorio Elemental de Osuna—, y luego pasó por las clases de Manuel Fernández Manzanar, Carlos Calamita Carretero, José María Lastrucci y Enrique García Asensio, entre otros muchos. Ha formado parte de distintos coros y formaciones musicales y es un consumado multinstrumentista. Actualmente desempeña el cargo de profesor titular de música en el CEIP Tartessos de Pedrera y dedica parte de su tiempo a una exigente y cuidada composición tanto sacra como profana.
Les dejo con la marcha. Mientras la escuchan, cierren los ojos y piensen sin melancolía en aquellos que se fueron y ponen su mano para guiarnos en las oscuridades de la vida. Muchas gracias en su nombre, señor compositor.
Imagen de la banda «Villa de Osuna» tomada en el patio de la Escuela Universitaria de Osuna el día del estreno de la marcha. Cedida.
Víctor Espuny
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CUADERNO DEL SUR
(Madrid, 1961). Novelista y narrador en general, ha visto publicados también ensayos históricos y artículos periodísticos y de investigación. Poco amante de academias y universidades, se licenció en Filología Hispánica y se dedica a escribir. Cree con firmeza en los beneficios del conocimiento libre de imposiciones y en el poder de la lectura.