Los monos sabios y los monosabios
Durante uno de los festejos de la Feria de Abril, mis vecinos de localidad debatían sobre el origen de la palabra monosabio y porque se les llamaba así a los mozos de ayuda de los picadores.
Aunque escuchaba la conversación guardaba un respetuoso silencio, pues no se debe entrar en conversaciones ajenas sin ser llamado a ellas.
Finalmente fui preguntado y comentamos la siguiente historia.
Thomas Price fue un irlandés que llega a Madrid en 1847 para desarrollar el circo que su familia tenía en Irlanda desde 1758. Entre los espectáculos había una cuadra de caballos que hacía grandes acrobacias y unos monos amaestrados, que se anunciaban como los monos sabios, por la cantidad de “monerías” y habilidades que desarrollaban en el escenario. Esos monos estaban amaestrados por un empleado del circo llamado Donato y tenían sus apodos por los que llegaron a ser conocidos en todo Madrid. “El Africano”. “El Jinete”, “El Brasileño”, “El intrépido payaso”, “La señorita Batavia” o “El Cocinero” exhibían a diario y en dos funciones sus habilidades.
Parece que en un principio las funciones tenían lugar en el Teatro Cervantes. Luego el Circo Price gozó de una fama internacional y perduró en el tiempo, hasta el punto de que en 2018 Correos editó un sello conmemorativo de los 250 años del Circo Price del que todos alguna vez hemos tenido alguna referencia.
Los monos sabios del circo vestían de manera muy similar a como lo hacían los mozos de caballos de la Plaza de Madrid, hasta entonces llamados chulos. El público los asimiló de manera rápida y en una aburrida corrida algún espectador comenzó a quejarse y a exigir que a falta de toros que bailaran los monos sabios.
Hay dos referencias que nos acreditan esta versión. La primera de ellas en la revista “La Lidia” a finales del siglo XIX. Puede leerse en un artículo de Sanchez de Neira lo siguiente.
“Aquel industrial tenía de tal modo amaestrada a su troupe en hacer diferentes habilidades que el publico aceptó de buen grado el nombre de monos sabios que su amo les dio. Aparte de “La señorita Batavia” y el mono “Cocinero”, los demás vestían trajes encarnados, y como el uniforme que se hizo llevar a los mozos de caballos en la plaza de toros era de igual color, y los muchachos a excepción de” Salerito” y “El Gobernador”, eran feos en su mayoría, la gente de buen humor que ocupaba el tendido 5 les llamo desde entonces “monos sabios” y con ese apodo se quedaron y continúan”.
La segunda referencia es de Diaz-Cañabate en el año 1962 en la crónica de una novillada en el diario ABC que tituló “El burladero de los monos”.
En ella se puede leer lo siguiente:
«Los monos aparecen desde los primeros tiempos de la Fiesta, desde que esta se organiza como espectáculo popular. Entonces se les llamaba chulos. Su indumentaria era desarreglada y no uniforme. Fue en 1840 cuando un empresario de Madrid, don Justo Hernández, les dotó de una vestimenta muy semejante a la actual. Al principio y por su blusa roja, se les llamó ” pajaritos cardenales “. El apelativo no hizo fortuna. En cambio, al poco, en 1847, cuajó definitivamente el nombre de monosabios. ¿Y por qué? En un teatrillo que por aquella época existía en la calle Alcalá, denominado de Cervantes, sito en el lugar donde luego se alzaría el teatro de Apolo, se exhibía un tropel de monos que ejecutaban sus trajes encarnados. Aquellos monos eran muy inteligentes y graciosos. La gente dio en llamarles los monos sabios. Los chulos que salían con los picadores eran en su mayoría muy feos. Solo dos, el Salerito y el Gobernador, eran, además, puntos de baile de lo mejorcito que entonces bullía en los bailes madrileños. Algún día contaré su historia, que es pintoresca. Bueno, pues una tarde, en una tediosa corrida, a un chusco se le ocurrió chillar, dirigiéndose a los chulos: “Que bailen los monosabios!” Y la gente, ¡para qué quiso más!, empezó a corear: “¡Que bailen los monos, que bailen los monos!” Y se quedaron con el mote para los restos».
El nombre tuvo fortuna y terminó uniéndose en una sola palabra que fue admitida por la Real Academia de la Lengua. Si buscamos su acepción en el diccionario nos dice que es el mozo que ayuda al picador en la plaza.
Las funciones actuales del monosabio son de auxilio al picador. Lo ayuda a montarse en el caballo, puede sujetar al caballo durante la lidia para que no sea derribado y en caso de derribo es el encargado de recomponer el caballo para que la suerte continué. Tiene el enorme privilegio de poder pisar el ruedo durante la lidia y de hacer el paseíllo tras los caballos de picar. De hecho, ha habido ilustres personas que han ejercido de monosabios para sentir lo que significa hacer un paseíllo.
Antiguamente el monosabio era el mozo de cuadras que ayudaba en todo al picador. Hasta tal punto que en algunas pinturas antiguas se ve a algún monosabio montado a caballo tirando de las riendas de otro caballo, porque iba a la fonda a recoger al picador para llevarlo a la corrida.
Antes del uso de los petos protectores de los caballos, se encargaban de retirar los caballos heridos para rematarlos con la puntilla o para hacerles una “bárbara y elemental cirugía” como recoge Cossío en su enciclopedia.
En 1884 nace un periódico taurino llamado “El Mono sabio”, que se publicaba el mismo día de la corrida.
La propia publicación, en su número 3, hace una definición más precisa del monosabio:
“Es el último ser de la especie taurómaca; el eslabón que une al torero con la fiera que lidia. Su principal deber consiste en recoger las entrañas palpitantes de los míseros caballos, levantar la magullada mole de los infelices caballeros y cubrir con arena o serrín la sangre aun humeante de la vencida fiera”.
Más adelante, en la misma columna, se recoge otra atribución del monosabio:
“Otras monadas suele también permitirse como, por ejemplo, la de fumarse los cigarros que los aficionados arrojan a los diestros como premio de su valor y destreza”.
El periódico solo constaba de dos páginas. En la primera se hacía un resumen de la corrida, toro por toro, además de hacerse una crítica de toreros y ganaderos. En la segunda página se daban informaciones taurinas de todo tipo de España y se dejaba un hueco para información teatral y poco más, dado que los anuncios ocupaban una buena parte del espacio.
La Biblioteca Nacional de España solo posee dos números de esta publicación, el segundo y el tercero. No parece, sin embargo, que tuviera una vida larga, a juzgar por el poco rastro que ha dejado. Era además un periódico de leer y tirar.
Aunque no tiene nada que ver con la denominación de monosabios también estos animales han sido empleados en diversos espectáculos taurinos.
Hubo reyes que en su afán de demostrar que la raza ibérica nada tenía que temer a ninguna y que el toro bravo era superior a cualquier animal los enfrentó a leones, tigres, osos, monos, elefantes, zorros y hasta incluso a gallos de pelea. En la mayoría de las ocasiones era el toro el que salía vencedor.
También en los espectáculos taurinos cómicos se utilizaban monos toreros. Dos grandes figuras del toreo que comenzaron en espectáculos cómicos pueden dar constancia de ello. Espartaco y César Rincón.
El primero de ellos, con apenas catorce años, para poder torear se tuvo que ir a América para hacer la parte seria del espectáculo de “El chino torero”.
Se había conseguido montar un espectáculo con los “ monos toreros”, animales a los que colocaban una chaquetilla, una taleguilla, una montera y un capotillo para que dieran pases a una becerra. Cuenta el Maestro Espartaco con mucha gracia que los monos solían salir huyendo y se encaramaban a la parte más alta de la plaza o en los palos más altos de los alrededores y solo bajaban horas después de que acabase el festejo cuando les vencía el hambre. Cuenta también el diestro de Espartinas que de ese viaje a América lo único que se trajo, materialmente hablando, fue un mono tití, con el que paso varias odiseas para cruzar las aduanas y un singular viaje en tren de Madrid a Sevilla en el que unos soldados vieron al mono y convencieron al entonces niño Espartaco para que lo soltase en el vagón. El mono al verse liberado sembró el pánico en los vagones ante el alborozo de los soldados. El revisor obligó a que el mono pagase el billete porque decía que no podía viajar sin titulo de viaje. Los soldados que se sentían responsables pagaron el viaje. La gloria posterior de Espartaco es de todos conocida
César Rincón vino a España en 1981 y se enroló en el espectáculo cómico taurino “El Toronto y sus monos toreros” recorriendo la geografía española dentro de la parte seria de dicho espectáculo, para el año siguiente logar torear más de veinte novilladas y posteriormente encumbrarse como gran figura del toreo.
Es la del monosabio una función fundamental en la fiesta, como la de tantos otros personajes secundarios que tan bien enumeró el gran Antonio García Barbeito en su libro “El toro y la palabra”:
“Sastres y mayorales, bordadores y cabestros, espaderos y areneros, guapas con mantillas y “conoseores”, dioses de luces y ángeles ingrávidos que juegan con un ‘¡je!’ en la boca a sembrar junqueras junto a los garfios del grito, sabios del tendido y monosabios del albero, veterinarios y periodistas, ganaderos y escultores, reventas y fotógrafos, aficionados y poetas, apoderados y pintores, espontáneos y músicos, soñadores y escultores… Todos contigo”.
MANOLETINAS
Manuel Fernández Leal es licenciado en Derecho, máster en asesoría jurídica de empresa, docente en diversos cursos de postgrado. Aficionado práctico taurino. Conferenciante en temas de la historia de la tauromaquia. Autor del blog “Leales del toreo”. Coordinador del Aula Taurina de Antiguos Alumnos del Colegio Tabladilla. Colaborador en tertulias taurinas en Radio Ya, Radio Decisión y Onda Capital y en la revista francesa “Toros”, decana de la prensa taurina en Europa.
manolofdezleal@gmail.com