La verdad a mí me engañó
Vamos a ver, no es tan complicado, de este clima irrespirable tenemos la culpa tú y yo. Y punto. Por no tener espíritu crítico, por dejar que la niebla de la ideología nos ciegue, por tocarle las palmas a gente sin arte ni compás, por creernos que la política es un reality de televisión, por engullir y tolerar este jodido juego de la posverdad. No hay que ser un lince, solo hay que apartarse del fuego cruzado, salirse de la jaula de grillos de los 280 caracteres y educar la mirada, informarse, pasar por el tamiz de nuestro propio juicio las patrañas editorializadas de la mayoría de los periodistas que también han entrado en esa rueda viciosa que es un peligro para la democracia, en esa campaña de trincheras que pone en jaque la convivencia.
Recapitulemos. Con datos, con hechos. El PSOE, partido que gobierna este país, se encuentra metido hasta las trancas en un caso de corrupción de los grandes, una trama que toca de lleno a cargos importantes del Gobierno. Con cifras, con grabaciones, con fechas, con un extenso sumario que bien podría ser el Quijote de la corrupción. Y eso es así, nos pongamos como nos pongamos, pataleemos lo que pataleemos. Espera, no te vayas, que sí, que está la Gurtel, Púnica y toda la mierda del PP, que sí, que también están los ERES, Filesa, Juan Guerra y todo aquello, pero quédate ahí, por favor. Que sí, que voy a hablar de lo de Ayuso, pero párate un segundo, vayamos por orden cronológico, analicemos la trayectoria del barrizal, la lluvia que ha hecho que todo se convierta en fango, aún más.
A ver, lo de Koldo explota y es un marrón del quince porque salpica a puntos sensibles del plantel de Sánchez. Está Ábalos, exsecretario general de los socialistas, el hombre que vertebró todo aquello, al que se utilizó de cabeza de turco cuando comenzó el escándalo hace dos semanas para tratar de ganar tiempo. Lo empujaron, lo tiraron del barco y él se aferró al acta de diputado y se marchó al grupo mixto. Conforme iba avanzando todo vimos que también estaba Francina Armengol, tercera autoridad del Estado, que gastó millones de euros en un material sanitario que se quedó en un sótano y que hay documentos que acreditan que ella avaló. Tuvo tres años para devolverlo, pero, como el chavea que estudia el día de antes, esperó a verse fuera del sillón balear para iniciar los trámite.s Más de lo mismo con Ángel Víctor Torres, ministro de política territorial y memoria democrática, que también gastó millones en esta red y que, según el volcado de teléfonos de la UCO, era perfecto conocedor de la movida.
Por no hablar de Salvador Illa, ministro de Sanidad durante aquella época en la que Koldo apuntaba el parné y las mordidas en la libreta y llamaba a las puertas de las comunidades autónomas. Alguna de ellas que, por cierto, estaban gobernadas por socialistas, pegaron un portazo al buscar en Google la empresa que las vendía. Hablamos de Page, por ejemplo, o de Barbón. O sea, que había alternativa, que no vale la excusa de lo mal que lo estábamos pasando, del uy, qué prisas teníamos, lo único que queríamos era salvar vidas. Que sí, espera, no te sulfures, hago el breve inciso que te está pidiendo el cuerpo. El hermano de Ayuso sacó casi 300.000 napos haciendo de comisionista con la Comunidad de Madrid, sí, yo también vi aquella entrevista de Pablo Casado con Herrera y comparto el planteamiento que hizo. No es ético que en lo peor de la pandemia un familiar directo de la presidenta de la Comunidad de Madrid se enriqueciera. Jamás me escucharan defenderlo ni aplaudirlo, pero lo cierto es que la justicia no vio nada punible. También condeno lo de Medina y Luceño, dos jetas pijos que aprovecharon para hacer bussines. Me avergüenza, me da asco. Bien, sigamos con la actualidad. En todo este embrollo, en este puzle criminal, hay dos piezas claves que también aparecen en los papeles: Víctor de Aldama, comisionista y presidente del Zamora, y Javier Hidalgo, CEO de Globalia. Y aquí, por si no fuera ya lo suficientemente escandaloso el embrollo, llega el punto más delicado, donde todo esto adquiere un cariz muy feo para el presidente del gobierno. Aldama, que nos hemos enterado de que tenía un pase VIP para entrar y salir a su antojo del ministerio de Transportes, cosa inédita en democracia, e Hidalgo, se reunieron en varias ocasiones con Begoña Gómez, esposa de Pedro Sánchez, antes de que éste votase a favor del rescate por 475 millones de dinero público de Air Europa, compañía que pertenece a Globalia. Además, según reveló ayer El Confidencial, antes de que ese desembolso se produjera, la aerolínea pactó entregar 40.000 euros al año al centro de estudios que dirigía la mujer del presidente. Que sí, relájate, que aún no hay nada probado, que lo del novio de Ayuso, que ahora vamos, que la foto de Feijóo con el narco, ya lo sé, pero, hombre, no me negarás que un poquito a chamusquina sí que huele. Y si no te llega el olor es que estás resfriado de sectarismo. Vamos con lo otro, pero conviene apuntar que aún nadie del Gobierno ha dado ni una sola explicación creíble sobre este inmenso atropello.
Esta semana, en la que se celebraba en el Senado la primera sesión de control a la que se sometía Sánchez desde mayo y en la que se votaba la ley de amnistía, El Diario.es publicaba que el novio de Isabel Díaz Ayuso defraudó 350.000 euros a Hacienda, emitiendo facturas falsas, que cobró dos millones de euros en comisiones por contratos de mascarillas, y que, después de eso, se compró, con sus dos cojonazos, un Maserati y un piso en Chamberí, donde vivía con su novia, esto es, Ayuso. La noticia cayó como una bomba y fue recibida con gran alegría por una parte de la sociedad vapuleada con el caso Koldo y al grito de cortina de humo por otra que ya veía a Sánchez y su gobierno en la lona. Déjenme señalar dos detalles curiosos. El primero es que José Luis Ábalos, el sábado que empezó la tournée por las teles, dejó caer con retranca en la Sexta Xplica que veía muy envalentonada a gente que luego tendría que explicar cómo se compraba pisos en Chamberí en lo peor de la pandemia, que él vivía de alquiler en Madrid y que tenía su misma casa de siempre en Valencia. Esto nos hace pensar que había una estrategia puesta en marcha, una carta preparada para soltar en una semana conveniente como, por ejemplo, en la que el presidente tiene que dar explicaciones y en la que se debe votar la polémica y arbitraria ley de amnistía. La segunda pincelada es que cuando conocimos lo de la mujer del presidente hubo una parte del periodismo y la política que inició una acalorada defensa de la intimidad, la ministra María Jesús Montero incluso llegó a decir que se habían traspasado todas las líneas rojas. Automáticamente, cuando supimos lo del pariento de Ayuso, esta postura se esfumó. A degüello.
Sin duda, es absolutamente intolerable y condenable el comportamiento del novio de la presidenta de la CAM. Al igual que lo fue la comparecencia de ella al día siguiente, tirando de un victimismo chabacano, retorciendo el manual populista, pero incidiendo en una verdad y en un argumento del que no se debería haber movido: ¿estaría ocupando la actualidad informativa al completo este ciudadano que presuntamente ha defraudado a la Hacienda Pública si no fuera su pareja? Parece obvio que no ¿Deben imputársele a ella los delitos de su pareja si no se ha demostrado que ésta se lucrase de su administración? Parece obvio que no. Sin embargo, lo que sí es inexcusable es que nos mintiera, que, siendo conocedora de que su compañero había reconocido en un correo los delitos y estaba en vías de llegar a un pacto con la Fiscalía, nos vendieran lo contrario. Gestionaron mal la crisis y cayeron en la trampa. Sí, tranquilo, ahora vamos con lo de Montero y el Fiscal. Miren ustedes, lo del novio de Ayuso no tiene un pase, pero lo que es también para echarse las manos a la cabeza es que la ministra del ramo, María Jesús Montero, no sé si presa de los nervios, de su torpeza, o, simplemente, por tener menos vergüenza que la puerta de la calle, hablara en los pasillos del Congreso ante los micrófonos de todos los periodistas, horas antes de que El Diario.es sacara la exclusiva de que este señor había cobrado comisiones. Esto es, reconoció ante todo el país que era ella quien estaba manejando y filtrando la información. Yo qué sé, seas de lo que seas, votes a lo que votes, creo que es para echarse a temblar. Igual que es para alucinar que el fiscal general del Estado, ni corto ni perezoso, filtrara a los medios de comunicación las conversaciones entre el abogado del novio de Ayuso y la Fiscalía. Esto ya no es traspasar líneas rojas, es borrarlas y miccionar encima de ellas. Y esto ocurre porque Miguel Ángel Rodríguez, MAR, el omnipresente jefe de gabinete de Ayuso, el general de sus ejércitos, puso un tuit faltando a la verdad, diciendo que había sido la Fiscalía quien había mandado el correo primero.
Quienes me leen desde hace tiempo lo sabrán: profeso auténtica devoción por el vallisoletano, para mí es el hombre con el mejor instinto político de este país, un mago de la comunicación, pero creo que esta vez se está pasando de frenada. Es muy significativo ver cómo, después de tres meses sin twittear, esta semana ha vuelto con tres mensajes incendiarios que han sido la leña que le faltaba a este polvorín. Sin duda alguna, ha peleado en el podio de la irresponsabilidad con el MINISTRO de transportes y guardián del muro, Óscar Puente, pongo en mayúsculas lo de ministro porque parece que ni él ni todos los que aplauden sus desbarres se han enterado de que ostenta una cartera que merece un comportamiento bastante superior al de un orangután con acceso a internet. Me quedo de piedra al ver cómo estamos tolerando que alguien que tiene una responsabilidad como la de Puente siga en su cargo después de ver lo que hace día tras día en X. Que sí, tienes toda la razón, que me gusta la fruta es igual que decirle hijo de puta al presidente del gobierno, pero si estamos de acuerdo en que no es de recibo eso, tampoco puedes aplaudir que esta semana, a una media de 25 tuits por día y un sinfín de bloqueos, Puente, siendo ministro, perdonen la insistencia, haya llamado matón a un periodista después de haberle acusado de ser un vendido y que, haciendo gala de un machismo recalcitrante, le haya dicho a Ayuso que su novio es su “testaferro con derecho a roce.” Diría que debería dimitir, pero sé que es para nada. Aunque sí que me escama un poco que en un país en el que hemos estado un mes hablando sobre el machismo de Rubiales y concienciando, como debe de ser, ahora seamos tan tolerante cuando el que rezuma patriarcado cinco jotas es alguien de izquierdas. No quiero imaginarme si ese mismo tuit lo hubiera firmado Rafa Hernando. No puede ser que hayamos entrado en el bucle del ojo por ojo, del insulto por el insulto, de la trastada por la trastada. Porque, aunque no lo crean, todo eso hace mella, todos esos exabruptos, vengan de un lado o de otro, son ladrillos en ese muro cada vez menos hipotético que dibujó Sánchez en su sesión de investidura.
Por cierto, mientras todo esto ocurre, se han convocado elecciones en Cataluña y Sánchez ha dicho que entonces los presupuestos los dejamos para el año que viene si eso. Una razón totalmente entendible. Si se adelantaran elecciones en Extremadura, Canarias o Andalucía seguro que también los prorrogaría. Ah, y también se ha aprobado la ley de amnistía, constatando, por fin, que los españoles dejamos de ser iguales ante la ley. Me felicito, que diría aquel, os felicito. Quienes tienen siete votos para que Pedro continúe en el poder pueden delinquir impunemente. Pero que no, que es todo en nombre de la concordia y el perdón, aunque Miriam Nogueras, después de la aprobación de la amnistía, saliera y dijera que ahora lo que se les viene apeteciendo es un referéndum de autodeterminación y que, sorpresa, en su pacto con el PSOE venía incluido. Parece que nadie ha reparado en eso, pero claro, con tanto lío a ver quien se va a impresionar a estas alturas. Por su parte, Puigdemont dice que volverá para presentarse a las elecciones, que está sopesando que lo detengan para darle un poco de vidilla a la campaña y que su electorado vea que el presidente del Gobierno de España es un juguete en sus manos. Hay legislatura para rato, dice Sánchez, cuando todos sabemos que eso le corresponde decirlo a sus socios, que son los que lo sustentan, los que deciden. Veremos qué nos depara el escenario post electoral catalán. Por imaginarnos, imaginémonos, por ejemplo, cómo le sentaría a Junts que el PSOE pactara con ERC para gobernar, dónde acabarían los siete votos con los que prometieron que los socialistas mearían sangre. Uno va a volver y lo pueden detener, no lo creo, me suena a arranque de motor, a órdago para encender los focos, el otro está en La Moncloa, pero, paradójicamente, se encuentra esposado a los caprichos del fugitivo. Mientras tanto, nosotros seguimos ahí, peleándonos con la verdad, diciendo que nos engaña, escupiendo hacia arriba, equiparando una trama corrupta en toda regla que afecta a gente con altas responsabilidades políticas con que el novio de Ayuso sea un caradura, divididos y radicalizados, viviendo en unos tiempos en los que se pervierten hasta los entrecomillados. Ahí está El País afirmando poco más que la Comisión de Venecia no ha visto una ley más pura que la de la nostra amnistía. Esta semana hemos dado más pasos para convertirnos en lo que no imaginamos que podemos llegar a ser. Sigamos, que el de enfrente es muy malo y nosotros muy buenos, continuemos condenando con la boca chica cuando no nos queda más remedio y abriéndola bien grande para mamarnos lo que nos diga nuestro político favorito. No le llamemos a las cosas por su nombre, no pongamos freno a la locura. Veremos hasta donde nos lleva la concordia. Está la política como para mandarla al carajo y montar un bar o, si te pasa como a mí, que no te llega para tanto, irte a tomar unas cervezas.
“La verdad a mí me engañó/ yo me fié de la verdad/ y la verdad a mí me engañó/ cuando la verdad me engaña/ de quién me voy a fiar yo.”
EL POYETE
Sevilla, 2001. Caballo de carreras de fondo, escritor de distancias cortas. Periodista, bético, sevillano.