Renegar de la resistencia
Quién nos iba a decir que íbamos a ver a Pedro Sánchez renegar de la resistencia, quién nos iba a decir que íbamos a ver al presidente del gobierno ensayando un puchero que no tiene ni siquiera pringá. Ayer, al filo de la tarde noche, envió su carta a los coristas para comunicar que necesitaba parar y reflexionar. El hombre del pulso de oro, de la sangre fría, del ánimo a prueba de ciclones, el del revólver más rápido de todo el oeste patrio, nos quiere hacer creer que tiene un corazoncito que no le cabe en el pecho. Entérate Nietzsche, los superhombres también lloran.
Vino a reinventar el género epistolar el mismo día que un juez abrió diligencias contra su mujer por una denuncia de Manos Limpias, un colectivo con más o menos el mismo prestigio que el Torneo de futbito de tu barrio. No obstante, un magistrado valoró que había sustancia suficiente en los recortes de prensa. En la sesión de control de por la mañana, que debe ser que no era lugar para comunicarle nada a la nación, el presidente respondía compungido a Rufián que pese a todo lo que se estaba conociendo, él seguía creyendo en la Justicia de su país. El caso es que después de haber hecho equilibrismo sobre mil ciénagas, de haber andado siempre por el alambre de su incoherencia, de haber aguantado carros y carretas y haber sacado la sonrisa de galán chulesco cuando todo el mundo creía que no le llegaba el agua al cuello, ayer, justo ayer, decidió decir que no podía más. Es raro. Construyes la base de tu relato sobre la imagen de un hombre invencible, que es inmune hasta a su hemeroteca más reciente, y de repente, de golpe y porrazo, no eres el Perro Sánchez, eres Hello Kitty haciéndote un ovillito.
No sé si fue casualidad que ayer se anunciara que Joan Manuel Serrat iba a ser galardonado con el Premio Princesa de Asturias, pero desde luego la misiva contenía un homenaje al artista catalán. Sánchez dice que se plantea dimitir porque es «un hombre profundamente enamorado» y establece como culpables de este parón a toda la carcunda derechista y ultraderechista, llegando a señalar sin tapujos a Feijóo y Abascal por ser los precursores de una campaña de acoso y derribo sin precedentes. Dicen las malas lenguas que soltó un momento la garrocha para coger el boli.
Algo más inédito que el bullying que recibe el presidente es que el jefe del ejecutivo de nuestro país se tome cinco días para darle unas vueltecillas al coco. No lo hizo ese traidor en el que ahora se ha convertido González, tampoco el facha de Aznar que salió a pie de un atentado, ni el maestro Zapatero ni el indecente Rajoy, en palabras del afligido Sánchez cuando aún la polarización no era el pan nuestro de cada día. Y eso que el gallego se llevó una piña fuerte en el ojo. Pero Pedro es distinto, él se puede permitir anunciar por Twitter que se coge cinco días de asuntos propios y hacerlo, además, como ese quinceañero en celo que pasa por su primer desamor y cuelga una storie en Instagram para recalcarle al mundo su melancolía.
No tardaron en salir los bufones de la corte a hablar sobre lo necesario del gesto, sobre lo valiente, honorable e histórico de la carta. Esperaban que esto diese pie a una reflexión general que debe de acometer, por lo visto, solo una parte de la sociedad que osamos no tener perfiles en los que decirle a Mr. Handsome lo irresistiblemente bello que es. «Todo tiene un límite» decían o «Sánchez ha demostrado que es ¡humano!» se escuchó en tertulias por parte de algunos periodistas tan rigurosos que de manera inconsciente reconocen que lo catalogan como un semidios. La culpa, sin duda, es de la oposición. A quién se le ocurre hacerla, qué pocos escrúpulos manejan algunos. Llegaban también los opinadores uniformados a la conclusión de que se están cruzando líneas rojas. Acabáramos.
No es de recibo ir a por la mujer del presidente, que aún no ha dado ni una sola explicación sobre qué se habló en esas reuniones que tuvo con el intachable Aldama. Tampoco ha aclarado la razón por las que firmaba cartas de recomendación con la soltura de Albus Dumbledore. No, no hay derecho a este fango ni a esta persecución. Caso contrario es que seas el golfo, porque es un golfo, de Alberto González Amador o la mujer de Feijóo. Cómo hila Sánchez, pocas cosas más apaciguadoras que dejar de presidenta en funciones a María Jesús Montero, puede que incluso antes de irse haya dejado sin bozal a Óscar Puente para que muerda al que pretenda sembrar la duda sobre la enésima pirueta de un ególatra sin palabra, un narcisista que no le dice la verdad ni al médico.
Porque sí, hay inconscientes, entre los que me incluyo, que ponemos en cuarentena lo que tiene toda la pinta de ser un nuevo órdago, otro all-in con las fichas de los demás. Y, ojo, hay que reconocer que le suelen salir bien, es el maestro de la improvisación, un pope de las estrategias, pero la de ayer, por lo pronto, salió mal. Los titulares de la prensa internacional no hablan de la presión a la que le someten los malignos opositores, tampoco de lo nazis que son los de Manos Limpias. Todos los titulares juntaban los mismos elementos: Primer ministro español- se plantea dimitir- tras las investigaciones por corrupción a su esposa. Ahí no había capacidad de colocar argumentarios.
Soy tan malpensado que creo que la decisión está tomada incluso antes de anunciar el necesario parón. Lo más previsible es que todos sus brazos mediáticos abran un debate sobre la salud mental y la importancia de salvaguardar a las familias de los políticos del fuego cruzado. Se llenarán los programas sobre imprescindibles reflexiones sobre la polarización y sus consecuencias. Los simpatizantes del Psoe, groupies del PerroSanxe, y toda la tropa que es socia del gobierno inundarán las redes con mensajes de apoyo y advertencias sobre el peligro de la extrema derecha. Pasará el fin de semana y se alargará la agonía, un pueblo en vilo, pendiente de la decisión de Pedro I El Coqueto. Y sí, llegará el lunes y saldrá triunfante camino del atril. Se agarrará a él, y con cara de John Wayne anunciará al país que tras meditarlo se ha dado cuenta de que solo hay un camino, que es que él siga como azote de la fachosfera, levantando un muro contra esa parte del país que no acepta la realidad (en ese momento ya se habrá pasado de pantalla del victimismo y volverá a la guerra). Y lo hará por ti, y por mí, pese al incalculable coste personal que le está acarreando.
Esa es la hipótesis número uno, pero pasa que es demasiado burda, un efectismo muy previsible para el papá de Frankenstein que sin duda decepcionaría. Eso es lo que me hace dejar entreabierta la ventana de que quizás haya usado como túnel de escape este pretexto, que se haya dado cuenta del fregado en el que está metido y que, realmente, esté buscando una salida. Porque está lo de Begoña, pero está Koldo, está Ábalos, está Puigdemont y su amnistía, están las catalanas, están las cuentas prorrogadas, está el ministro del Interior carbonizado y una Guardia Civil sublevada. Y está, ay, el Pegasus galopando sobre sus inseguridades y sus escarceos internacionales. Hay quien apunta a una moción de confianza para obligar a sus socios a retratarse antes de los comicios catalanes y así salir reforzados. Veo en esa jugada demasiados riesgos, entre tahúres se conocen, y no creo que Sánchez lanzara una moneda al aire sabiendo que depende del hombre del maletero. Tampoco cuadra que un hombre que está obsesionado con cómo lo recordará la historia se vaya por la puerta de atrás.
Vaticinar un movimiento de Sánchez es querer pellizcar cristales, es el mayor enemigo de la coherencia. Sánchez es el farol que ilumina al farol, se mira al espejo y le pregunta al reflejo: «¿tú confías en mí?». Nunca hay respuesta. Pedro Sánchez es tan Pedro Sánchez que es capaz de matar y renegar de la célebre resistencia que le dio título a su libro para resistir. Sabe que hay momentos en los que mostrar debilidad es la mejor manera de aguantar. No descarten nada, solo Sánchez sabe dónde acaba este nuevo doble tirabuzón. Este mortal invertido.
EL POYETE
Sevilla, 2001. Caballo de carreras de fondo, escritor de distancias cortas. Periodista, bético, sevillano.