Besos al dente
Pocas cosas como que te despierte un olor que te haga sonreír aún con los ojos cerrados. Ese incienso de lo conocido y lo querido te trae a un mundo como acabado de parir, limpio de ayeres y de nuncas, donde sale el sol antes de que salga el sol. Este clima solo lo saben crear- sin querer- las amantes y las abuelas. Tras el olfato, viene el oído. Es indiscutible que las personas suenan, cada una compone armonías distintas, partituras personales, sonidos involuntarios que nos esculpen. Siempre nos define lo involuntario. A mi abuela le crujen los huesos cuando cruza el pasillo a oscuras con los cascos puestos y la radio en la mano, y yo, aunque no la veo, me la imagino con la bata amarilla dando pasitos cortos: «Los primeros pasos cuestan más, por eso son los primeros, los más importantes, si no serían los segundos o los terceros».
Lleva tiempo con el ojo abierto, pero se ha hecho la dormida escuchando el final del programa nocturno, que había un chico muy majo explicando lo perjudiciales que son los vappers y lo mucho que lo consumen los jóvenes, ojú, y luego, ya que estaba, se ha quedado para el primer monólogo de Herrera. Y sí, la cosa pinta fatal, hay mucho miserable suelto, «pero cada uno a su universo, tenemos que hacer lo que está en nuestra mano, intentar obrar bien en nuestras parcelas. Cada uno la que tenga» Se pone un poco de música, la que trinque al tuntún sintonizando y le suene bien, y se mueve a la vez que se inventa las letras: «a mí me gusta hacerlo a mi manera». Mira el calendario lleno de apuntes en rojo que tiene junto a la ventana, como si no se lo supiera de memoria, y empieza a calibrar el día. Qué se va a poner, qué cree que debemos de ponernos los demás según a donde vayamos, qué va a hacer hoy de comer, a cuántos sitios tiene que ir por la mañana, qué autobuses hay que coger, a quién tiene que llamar. Además de esto, busca solución para los problemas que ha visto o le han contado los de su alrededor y madura un par de proyectillos, que se renuevan cada semana, para salvar el mundo. «La organización es lo más importante. Hay que tener ordenada la cabeza, y para eso lo primero es tener ordenado tu cuarto.»
Había dejado todo preparado la noche anterior. Los platos, las tazas y las cucharillas están fuera. Enchufa la tostadora y pone la cafetera en la vitro. Ya le ha echado colonia a la casa. Preso del aroma me arrastro hasta la cocina. Me dice «alówení» y me da tres besos. Respeta el silencio del sueño repetido, de la legaña sin precintar, ya encontrará el momento de advertirme sobre los vappers. Mi abuelo calienta la leche, yo preparo las tostadas. Hay una que siempre se me quema más de la cuenta, y ella casi que lo celebra: «esta para mí, que ya sabes que el pan me gusta tostadito». Nos sentamos a desayunar, y ahora suena Alsina. Ella rasca con un cuchillo la parte negra hasta que la deja más clarita, lo que puede. Le echa mantequilla, sonríe mientras muerde. Amanece.
A Chiqui Gigliotti, por enseñarme a querer y a escribir.
EL POYETE
Sevilla, 2001. Caballo de carreras de fondo, escritor de distancias cortas. Periodista, bético, sevillano.