Entre tanto

Entre el carajote de Eduardo Casanova, ese que salía de repelente en Aída y ahora es director de películas sin espectadores, y Juan García Retardo, ese que no sé lo que hacía ni antes ni ahora, hay un gran trecho. Sin embargo, podemos ver cómo a dos personas que están en las antípodas les une un fino hilo, en este caso; la idiotez y la provocación. Uno, en su ridículas y forzadas ganas de llamar la atención, dijo que “estaría muy bien acabar con la humanidad” y que “la maternidad es un tema complejísimo. Me cuestiono mucho si es razonable traer hoy un hijo al mundo”, el otro, anunció medidas pro-vida/antiaborto y reconoció entre risillas nerviosas que “no sabía nada de embarazos”. Entre ellos dos también está otra cosa; la mujer, esa a la que le germina la vida en el vientre.

Entre el inoportuno chascarrillo de la Secretaría de Estado, Ángela Rodríguez Pamfleto, y su posterior vídeo victimizándose y alegando que la extrema derecha le había sacado sus palabras de contexto, hay 181 violadores y pederastas beneficiados, un viaje a Nueva York, un empeño infantil y absurdo en no rectificar y un nulo sentido del humor. Entre Tamara Falcó e Íñigo Onievahabía algo mucho más fuerte que el amor y era el parné de las exclusivas y los minutos de televisión en el Corazón. Entre ellos puede que hubiera mierdas, pero decidieron ponernos a nosotros en el medio, y ahora que ya no estábamos, que ya no les separaba nada, han decidido volver.

Entre “La Bicicleta” y “BZRP #53” está el punto más álgido de la felicidad, la pasión, las ganas, dos niños, el éxito, el paraíso. Entre Shakira y Piqué ahora está instalado uno de los peores odios, el que antaño fue amor, el que aún sigue existiendo y solo encuentra la manera de manifestarse en rencor a machetazo rapeado. Entre ellos está la humanidad despojando al dinero de su aura todopoderosa y sanadora, demostrando que puedes ser un puto tren de mercancías e hipnotizar al mundo con un movimiento de cadera y que te quiebren el corazón como lo haría un brasileño con el once a la espalda vestido de verdiblanco. He visto mucho debate moral y mucho iluminado analizando estrofas, yo me lo he tomado como lo que es; una nota de voz de una amiga despechada. Piénsenlo, llegó a nuestros móviles a la hora a la que suelen llegar esos pseudopodcast, entrada la madrugada. Yo por eso no juzgo, solo compadezco. Al terminar de escucharla me salió sin querer un: “Tranqui Shak, no te rayes un pelo”. Y también pensé en esa ley futbolística que dice que jamás te puedes fiar de un central guapo.

Entre el Betis y la final de la Supercopa de España hubo una diferencia abismal de presupuesto, un precioso encuentro, un espléndido Ansu Fati, al que no descarto escribirle un temita sangriento en lo del Biza, miles de micro infartos, una tanda de penaltis y un equipo vestido de verdiblanco que no sabe rendirse y al que solo se le puede derrotar matándolo 1.000 veces. Entre el Betis y el fútbol está ese sitito en el mundo en el que creer en la plenitud, esa isla desierta donde entre la nada y el todo está la incertidumbre de sentirse único, de perder la cabeza, de creer en la posibilidad de que rematando con el tacón y de espaldas el balón puede pasar por las piernas del defensor y colarse en la portería.

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Santi Gigliotti
Twitter: @santigigliotti
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