Volunturismo: ¿Solidaridad genuina o privilegio disfrazado?
Es septiembre, decides encender el móvil y meterte en cualquier red social para ver cómo le han ido las vacaciones a tus amigos y conocidos. Algunos se han ido de viaje familiar a alguna ciudad fuera del país, otros han decidido cogerse unos días para relajarse en la playa, los más aventureros se han pasado una semana en la montaña haciendo senderismo, rafting y escalada. De repente, ves una imagen que te llama la atención. En ella sale una chica joven junto a otro chico, probablemente estudiantes, de la misma edad, parecen felices. Junto a ellos hay un gran número de niños y niñas que los rodean. Te entra curiosidad y miras la ubicación de la foto: “Kenia”. Acto seguido lees el comentario de la publicación. “Me sentía perdida y vacía. Decidí viajar a África para encontrarme, buscarle un sentido a la vida y sentirme mejor conmigo misma. Gracias a todos estos niños soy consciente de la suerte que tengo, porque ellos me han enseñado a ser feliz con muy poco. He vuelto con las pilas cargadas y con las ideas mucho más claras. Si estás pensando en vivir una experiencia distinta, que te llene el vacío que sientes, no lo dudes, África es la mejor opción”.
Cada año las redes se van llenando más y más de este tipo de publicaciones. Publicaciones que invitan a eso que llaman volunturismo, un viaje breve a algún país en vía de desarrollo, normalmente en el Sur global con el fin de contribuir en una buena causa. Este fenómeno impulsado por la difusión masiva en las redes sociales ha generado un intenso debate en torno a sus implicaciones éticas y sociales. Por un lado, aquellos que defienden esta práctica argumentan que es una buena oportunidad para contribuir de manera solidaria a comunidades en situación de vulnerabilidad, al tiempo que permite a los viajeros experimentar una forma diferente de turismo, dejando los privilegios para trabajar para los otros. Sin embargo, esta visión optimista es contrarrestada por críticas contundentes que señalan estas dinámicas como una forma de perpetuar el poder. Opinan que cada vez más la pobreza se vuelve un espectáculo o entretenimiento para aquellos que ya no saben donde buscar.
Hay que recordar, que estas prácticas se cuestionan por el papel del “salvador blanco” que muchas veces se adopta, representando una vez más una concepción paternalista y colonialista que subestima las capacidades de las comunidades locales. La superficialidad con la que a menudo se aborda el volunturismo, buscando simplemente cumplir con una experiencia que adorne el curriculum o satisfacer un deseo de aventura “exótica”, socava los principios de solidaridad y compromiso genuino. Pero, aun así, es importante reconocer que el voluntariado, cuando se realiza de manera responsable y reflexiva, puede tener un impacto positivo y significativo en las comunidades receptoras. Sin embargo, para ello, es necesario que se adopte un enfoque centrado en el diálogo intercultural, la escucha, el respeto mutuo y la colaboración conjunta. Los voluntarios deben dejar atrás esa concepción de “sabelotodos” y no imponer soluciones desde una posición superior y altiva. Los voluntarios deben comprometerse en procesos participativos que valoren el conocimiento local y promuevan la autonomía de las personas y comunidades involucradas.
Asimismo, es esencial cuestionarse las motivaciones subyacentes del volunturismo, y reflexionar sobre el privilegio inherente que subyace en la capacidad de viajar y ofrecer ayuda temporal. ¿Qué impulsa realmente a las personas a participar en estas experiencias? ¿Es un verdadero compromiso con la justicia social y el cambio estructural, o más bien es un deseo de gratificación personal y validación social? Esta autocrítica es, en mi opinión, fundamental para evitar caer en trampas de egoísmo disfrazado de altruismo. El voluntariado debe sr visto como una herramienta para la transformación social y la construcción de un mundo más justo y equitativo. Esto requiere un cambio de paradigma, alejándose de la lógica de la caridad hacia enfoques basados en la solidaridad, la colaboración y el respeto. Solo entonces el volunturismo podrá cumplir su potencial como una fuerza positiva para el cambio, en lugar de reproducir las desigualdades y los prejuicios que actualmente aborda.
DE LA CALLE AL PAPEL
Monica Montero, premio Excelencia Literaria, es estudiante de quinto curso de Relaciones Internacionales y Comunicación Global en la universidad Pontificia de Comillas en Madrid.
Le gusta la Fotografía Urbana y escribe desde los 16 años artículos de opinión sobre los valores de su generación. Especializada en Economía Mundial analiza la importancia de la responsabilidad social, la inclusión y la diversidad, siendo partícipe de forma activa en mesas redondas, programas de voluntariado y actividades de fomento del deporte. Apuesta por el liderazgo de la mujer en áreas de interés económico y en sectores de la comunicación. Participa actualmente en Youthquake Talks, Rebellious Words y Comillas Solidaria donde integra sus valores y su finalidad de hacer del mundo un entorno donde habite la coherencia y la Responsabilidad social.