¿Modernidad o exclusión?
Bancos “individuales”, con diseños “modernos”, y muchos de ellos con “reposabrazos”, se presentan como un supuesto “avance” en la configuración urbana de las ciudades. Sin embargo, detrás de estas características subyace una realidad más sombría. Lo que a primera vista parece una simple innovación en el mobiliario urbano, se revela como un testimonio visual de una sociedad que ha perdido toda su empatía. Estos bancos, están diseñados con frialdad e indiferencia, son parte de una arquitectura hostil que relega a los menos afortunados al aislamiento. Estos elementos no están destinados a la comodidad de los usuarios, ni tampoco a embellecer la ciudad con un toque cosmopolita, sino que la verdadera intención es perpetuar la invisibilidad y la exclusión social. En lugar de proporcionar un refugio, estos elementos niegan a los sintecho incluso el derecho más básico: un lugar donde descansar en paz.
Es difícil no sentir la punzante ironía de estos “reposabrazos modernos”, que en realidad no invitan al reposo, sino que sirven como recordatorio de la cruel desigualdad y realidad social que persiste en nuestras calles. Es irónico e hipócrita ver cómo mientras aquellos con un techo sobre sus cabezas pueden disfrutar de la comodidad de la ciudad, aquellos menos afortunados son forzados a deambular en busca de un rincón donde descansar.
Esta arquitectura atenta contra la dignidad humana y refleja la insensibilidad de nuestra sociedad. Una sociedad que prefiere apartar la mirada antes que enfrentar la realidad incómoda de la falta de vivienda. Las ciudades repletas de estos monumentos lo que hace es erigir barreras físicas que niegan el derecho básico de descanso a quienes ya enfrentan innumerables desafíos en su día a día. De hecho, como sociedad, en lugar de erigir monumentos a la hostilidad, deberíamos esforzarnos por construir una ciudad que abrace a todos sus habitantes. Porque sí, la verdadera grandeza de una ciudad radica en su capacidad para acoger a todos.
La arquitectura hostil no solo es un atentado contra aquellos que la sufren directamente, sino que también mancha nuestra propia conciencia colectiva. ¿Cómo es posible que hayamos llegado a aceptar la exclusión como parte integral de nuestra estructura urbana? ¿Qué tipo de comunidad estamos construyendo cuando permitimos que la crueldad urbana se convierta en una norma?
Es tiempo de despertar. La ciudad del mañana no puede ser una caja de exclusiones, sino un espacio que refleje nuestra verdadera grandeza como sociedad. Cada banco debería ser un recordatorio contundente de nuestra responsabilidad compartida de construir un entorno urbano que ofrezca refugio y dignidad a todos, sin excepción.
DE LA CALLE AL PAPEL
Monica Montero, premio Excelencia Literaria, es estudiante de quinto curso de Relaciones Internacionales y Comunicación Global en la universidad Pontificia de Comillas en Madrid.
Le gusta la Fotografía Urbana y escribe desde los 16 años artículos de opinión sobre los valores de su generación. Especializada en Economía Mundial analiza la importancia de la responsabilidad social, la inclusión y la diversidad, siendo partícipe de forma activa en mesas redondas, programas de voluntariado y actividades de fomento del deporte. Apuesta por el liderazgo de la mujer en áreas de interés económico y en sectores de la comunicación. Participa actualmente en Youthquake Talks, Rebellious Words y Comillas Solidaria donde integra sus valores y su finalidad de hacer del mundo un entorno donde habite la coherencia y la Responsabilidad social.