Un chico espera en una esquina a que la chica salga de la escuela

Me gusta Osuna. Me gusta su historia, sus calles, sus rincones. Guardo un especial cariño a la calle Hornillos. Mi madre, cuando yo tendría unos cuatro o cinco años, me llevó en un par de ocasiones a dicha calle para visitar a una prima de la abuela. De la prima de mi abuela recuerdo un rostro redondo y dulce bajo un pelo nevado. Su marido se llamaba José María. Recuerdo su nombre porque es el mismo que el de mi padre. José María me tendía la mano y su alargado rostro sonreía. Los ojos de José María eran muy abiertos y cálidos, como el salón de su casa. Al fondo, tras la cocina, un patio encalado guardaba en uno de sus rincones herramientas de labranza junto a algunos pajarillos de colorido plumaje. Aún hoy, los escucho cantar.
En la escalera del ambulatorio fumé mis primeros cigarrillos de adolescente. Por aquellos días la banda del Paloma ensayaba todas las noches en la calle La Huerta, y algunos de mis compañeros y yo, tras limpiar y enfundar los instrumentos, nos íbamos a aquella escalera tras comprar unos cigarros sueltos ancá Fabiola. Apenas si podía tragarme el humo. Al llegar a casa, me limpiaba una y otra vez la boca para que mis padres no se percataran de mi Gran Delito.
Ahora vivo en Madrid. Justo en el centro de Madrid. Madrid es elegante y bulliciosa, antipática y acogedora. Sus calles guardan los gritos del Motín de Esquilache, el eco de las descargas francesas del 2 de Mayo, el bullicio de las majas y majos en el Rastro…
Cada tres o cuatro meses, bajo a Osuna.
Para mí aquella esquina situada al lado del ambulatorio y justo enfrente de las escalerillas que suben a la Rehoya será siempre la esquina de Pardillo. En aquella esquina la esperé para hablarle aunque sólo fueran unos segundos. Digo hablarle porque ella no estaba dispuesta a dirigirme la palabra, y no lo hizo. Recuerdo su paso uniforme y decidido y su sonrisa. Porque, por aquellos días, para nosotros no existían las crisis financieras y un banco era eso, un banco en el que te sentabas con los colegas a fumar y a beber, o a esperar que la chica te mirara para tu lanzarte a por todas y darle un beso. Por aquellos días no existían los recortes en educación, la escasez de recursos en Hospitales, los ayuntamientos que no pagan, y un político era Felipe que no se iba y Aznar pidiéndole por activa y por pasiva márchese usted, señor González. Por todo lo que no había, recuerdo su sonrisa orgullosa. Y porque la memoria no engaña, complace.
Álvaro Jiménez Angulo

Periódico joven, libre e independiente.
Fundado el 24 de noviembre de 2006 en Osuna (Sevilla).