Jessica Hanna
Andaba yo dispuesto a escribir esta semana que a Pedro Sánchez le gritan ya hasta los trabajadores de una obra en el barrio más socialista de Sevilla, Pino Montano, y en un feudo tradicional para los suyos como Dos Hermanas, cuando se me cruzó un tuit del arzobispo de Sevilla. En él, una noticia que me impactó.
Hay decisiones en la vida que sólo se pueden tomar desde una profunda confianza en Dios. Y, de igual forma, cuesta entenderlas si no se observan desde el prisma de la fe. Por su trascendencia, generan diversidad de opiniones.
Es lo que ha ocurrido con la muerte de Jessica Hanna, joven estadounidense que renunció a recibir tratamiento contra el cáncer para no perjudicar la vida del hijo que esperaba. Unos sostienen que su actuación es una apología de la inconsciencia por dejar huérfanos a cuatro niños, y otros la valoraran desde la verdad y la integridad de quien tiene claros sus principios y su sentido de la temporalidad.
En cuestiones tan delicadas, nadie somos para juzgar a otros. Es humano, y comprensible, aceptar un tratamiento para hacer frente a la enfermedad, pensando en superarla y en el resto de los hijos. Pero supone un enorme ejemplo, de hecho, intrínseco a la maternidad, anteponer la vida de un hijo a la propia, como es el caso que ahora abordamos o como lo fue, en su día, el de la italiana Chiara Corbella.
La fe es una gracia. Y los que la hemos recibido tenemos la suerte de ver la vida a través de ella. Esto no quita dificultad, en absoluto, pero da la tranquilidad de saberse en las manos de Dios. Pienso en el dolor de esa madre, en su angustiosa decisión imaginando el futuro de sus hijos. Pero también en la paz de aceptar la voluntad de Dios, que revoluciona nuestra lógica humana, con la humildad de saber que el sufrimiento es el camino de la redención. Se puede apelar a la conciencia, pero en ningún caso condicionarla ni pedir cuentas. Se puede, y se debe, ofrecer razones o visiones que aporten luz para que la cuestión se analice en toda su extensión. La decisión es muy personal y dolorosa, se adopte en el sentido que sea.
Me he preguntado muchas veces cómo afrontan la adversidad las personas que no creen. La fe es alegría y también un bálsamo en los momentos de dificultad. Es consuelo que ayuda a intentar comprender lo que parece contrario a nuestra razón y nos hace confiar en los planes de Dios.
Jessica Hanna decidió dar la vida por su hijo. Estoy seguro de que ese acto de generosidad iluminará siempre a su familia.
POR DERECHO
Abogado, socio-director Bufete Rodríguez Díaz. Profesor en la Universidad de Sevilla (US), Universidad Pablo de Olavide (UPO) y Loyola Andalucía.