Ha comenzado el regreso

Hay españoles y españolas a los que, a pesar de considerarse progresistas y más o menos de izquierdas, no les gusta ni un pelo que en el Congreso de los Diputados se hable más idioma que el español, que piensan que, por muy oficiales que sean otras lenguas, ya tienen sus propios Parlamentos autonómicos para que las usen allí, que es lo lógico, que creen que usar esas lenguas cooficiales en el Parlamento nacional lo convertiría en un guirigay o, lo que es peor, en un circo, un circo dando un espectáculo lamentable, ridículo y ofensivo; ofensivo porque, en definitiva, no sería una prueba de lo democráticos que somos y lo plural que es España, sino un continuo machaqueo reivindicativo de sus ideas y sus deseos nacionalistas.
Hay españoles y españolas progresistas a los que no les ha parecido nada bien las fórmulas que algunos partidos-formaciones y sus diputados han utilizado para tomar posesión de sus cargos. Vuelta a lo mismo: un aprovechar cada ocasión para reivindicar cada uno lo suyo. Unos por la república vasca, otros por la república catalana, otros con lealtad al pueblo de Cataluña y a su mandato del 1 de octubre y por la defensa de todos los represaliados y exiliados, otros por España, otros por una España plural y feminista, otros por la lucha antifranquista que conquistó las libertades,… Una ridiculez, una torre de Babel, un circo.
Y no era eso, hombre, mujer, no era eso. Era muy fácil. Se trataba de jurar o prometer –aunque se le añadiese lo de “por imperativo legal”- por la propia conciencia y el propio honor cumplir fielmente las obligaciones del cargo con lealtad al Rey y guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado. Es decir, se trataba de colaborar un poco para que esto pareciese una cosa seria y quedásemos bien ante los vecinos del mundo. Se trataba de no convertir el Parlamento de España en el coño de La Bernarda ni en el corral de La Pacheca. Después, ya sabemos todos que prometer hasta meter y, una vez metido, nada he prometido, es decir, ya sabemos lo que ocurre con esa “monserga” de la conciencia, del honor, del cumplir con las obligaciones, de la lealtad al Rey y de guardar y hacer guardar la Constitución. Esto es muy sencillo: se trata de no ir metiendo continuamente palos en las ruedas del sistema, porque el sistema puede colapsar. Y, después, cada uno en su casa, es decir, en su Parlamento autonómico, que jure y perjure por lo que quiera y hable en el idioma que quiera.
Y a esos españoles-as, que se consideran progresistas, les repatea que si les okupan una vivienda de su propiedad, tengan que esperar un año y medio -dato de 2021- para que se la desalojen, cuando debería hacerse ipso facto, a la voz de “¡ya!”
Y como estos asuntos, algunos otros.
Pero, ¿qué pasa? Que hay partidos que ya en las campañas y precampañas electorales y en sus programas anuncian que van a derogar o deshacer todo lo que ha hecho el gobierno anterior. Y hay políticos-as que, apenas llegados al poder en los parlamentos autonómicos, le quitan el nombre de Almudena Grandes a una biblioteca pública, se fotografían delante de una bandera preconstitucional, hacen apología de Millán Astray –el que gritó aquello de ¡Viva la muerte!– y del franquismo,…
Y, entonces, esos españoles-as progresistas eligen comulgar con ruedas de molino y pactar con el diablo si hace falta, y eligen depender de los nacionalistas, de los otros y de los de más allá, y pagar un precio a cada uno, todo antes que volver a 1940 o volver, ni siquiera, a la Transición.
Por cierto, se me viene a la cabeza lo que cantó en 1997 el cuarteto “Ser o no ser”, con tó la gracia del carnaval gaditano: Hace ya tiempo de la muerte del Caudillo / y por lo visto ya nadie guarda rencor, / ya la peluca con la que volvió Carrillo / se la han devuelto y así se acaba la Transición. / Y yo sin embargo pienso que el cambio no ha terminado, / que todavía quedan cosas por devolver, / se terminará cuando me devuelva la policía / los catorce dientes que perdí en comisaría.
Ser o no ser. Esa es la cuestión.
Antonio G. Ojeda