Quitar el farolillo para encender la bombilla
Esta semana atrás ha sido una de las ferias grandes de nuestra comunidad, la Feria de Sevilla. Soy feriante. Lo confieso. Me gusta darme una vuelta, sentarme a tomar algo con mis padres y amigos y, volverme a una hora decente en la que al día siguiente no me cueste un dolor de cabeza teclear sobre el ordenador. Este año ha sido una feria diferente. No he bajado todas las veces que hubiera querido, he estado no en mejores, pero sí en diferentes menesteres. Varios de los trajes han quedado impolutos sobre la percha tapados por el plástico de la tintorería. He visto la feria prácticamente por Instagram y las fotos de grupos de amigas preguntándome donde estaba. Cuánta gente, cuánto caballo cansado de hedonistas paseando su peso, cuánto farolillo perfecto.
Me encanta la feria, tanto como detesto al borrachillo de turno con espuelas. Sí, os detesto y, no me importa que os acordéis de mi casta porque querido lector, querida lectora, los que tratáis bien a vuestros animales en nuestras fiestas no os daréis por aludido o aludida, los que los custodiáis de verdad también defendéis que al resto que no son vuestros sean respetados. Con los animales se es como con los hijos. Si quieres al tuyo, quieres a todos. Si te conmueve la indefensión del tuyo, te conmueve el trato que le dan a todos los de los demás.
A menudo pienso que si Freud tumbara en un diván a esos o esas que se jactan de domar a golpe de “pincho necesario” creo que el psicoanalista famoso por su apología al “falo” llegaría a la conclusión: “lo que le “molaría” a todo esta gentuza es que se la clavaran a él o ella de alguna u otra forma”. No tengan miedo, compren espuelas y practiquen entre ustedes. Estamos en el siglo XXI, ha llegado la libertad sexual suficiente como para que no tengan que utilizar a otro animal.
Soy feriante, y tan cínica como para adaptarme a una fiesta donde hace unos años un caballo murió ahorcado en medio de todo el Real. Resbaló, cayó, quedó atrapado con la cinta, y agonizó descoyuntado. Intentaron ayudarlo, pero no pudieron. Sufrió y murió allí en medio. Entre “mírala a cara a cara que es la primera” y el rubor a gritos de muchas flamencas. El vídeo se hizo viral en las redes sociales. El ayuntamiento emitió su comunicado, pero pronto el sofocón quedó tapado con el alumbrado de los farolillos.
El farolillo adorna, pero no es luz, la luz es la bombilla. Yo no necesito caballos de siglos pasados para disfrutar de toda la luz de una de las ferias más bonitas del mundo, la Feria de Sevilla. En todo caso, si estos están, me gustan los de aquellos, aquellas, que con educación son capaces de tratarlos como se tratan a sí mismos. Ni horarios supuestamente respetuosos con los animales, ni comunicados de condolencias consistoriales, ni caballeros sin caballo que los alquilan para pasear lo que no tienen. Querido lector, querida lectora, doy por hecho que usted no se da por aludido porque es de los que no necesitan una fusta para alardear de poderío. Confío que es de los que peinan el crin con orgullo a su compañero para luego hacerle una trenza de las que quitan el “sentío”. Qué potencia de paseo de caballo, qué educación y riqueza en su cuidado. A usted, querido lector, querida lectora, que lo cuida, lo respeta y lo defiende de aquellos que no, le admiro. Usted enciende la auténtica luz de estas fiestas, y quita el farolillo empapado que deja de ser adorno para convertirse en basura de papel mojado.
UNA HABITACIÓN PROPIA
Directora de cine, guionista y escritora. Formada en Dirección de Cine en la prestigiosa escuela europea: ESCAC, y en periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha realizado largometrajes documentales como: Línea de Meta y Todos los Caminos, este último protagonizado por Dani Rovira y Clara Lago.
Premiada a nivel nacional e internacional en reconocidos festivales.
Miembro de la Academia de Cine de España, también de la Academia de Cine Andaluza y de la institución nacional de productores EGEDA.