A la mejor madre del mundo
La bisabuela de una amiga iba sola al cine con su cuñada, a la vuelta, su bisabuelo daba un guantazo a cada una para que no las tomaran “por frescas” ni él verse en autoridad comprometido. Era el marido y el hermano de esas dos mujeres. Ni ellas querían ser castigadas ni él quería verse obligado a castigar.
”¿Por qué las mujeres se resignan a no destacar y a guardar silencio? ¿Por qué renuncian a sus objetivos profesionales y personales? ¿Qué fomenta la incertidumbre e inseguridad que sienten tantas de ellas?”, preguntaba la pensadora feminista Bethany Webster en su libro “Sanar la herida materna”. La escritora llama herida materna al desempoderamiento sistemático de las mujeres por parte del patriarcado y revela cómo se repite este ciclo a través de las madres heridas que transmiten inconscientemente creencias y conductas nocivas a sus hijas. En consecuencia, la herida materna hace referencia a los mecanismos de defensa que aprenden para lidiar con el dolor de sus líneas generacionales. Es decir, condicionamientos, ideas, creencias, conductas, entre otras características.
Pero…. ¿qué hiere a las generaciones de mujeres?. La exigencia. Sobre todo, la exigencia. Y más específicamente, los sociólogos señalan que la loza de la comparación o nunca sentirse suficiente, la vergüenza o la sensación constante de que algo está mal con ellas mismas, el minimizarse o sentir que tiene que hacerse pequeña para ser amada, y la culpa por querer más que lo que su madre, abuela, bisabuela tuvieron.
Dijo Glenn Close, al recoger su Globo de Oro: “Estaba pensando en mi madre, que toda la vida dependió de mi padre. Y que a los ochenta años le dijo que pensaba que no había logrado nada. Nada. Después de criar a cinco hijos. Después ceder un trozo inmenso de su existencia. Después de cuidar a los demás. Nada. Damos por sentadas a nuestras madres. Les exigimos y esperamos todo de ellas porque sí. Y con nuestro nacimiento les arrancamos para siempre su condición de mujeres más allá de la maternidad. Las ridiculizamos al imaginarlas como cuerpos que desean y quieren ser deseados. Nos avergonzamos si las vemos dudar, si descubrimos sus incoherencias, si se salen de lo establecido de lo que ha de ser una buena madre. Nos enfadamos si observamos que se quieren salir del redil de madre porque nos da miedo porque eso podría hacer que las perdiéramos. Somos auténticos tiranos y tiranas. Que no agradecemos ni reconocemos nada. Como si fuera lo que le tocaba y ya está. ¿Y la mujer que hay dentro de nuestras madres? Las madres necesitan espacio y tiempo. Para conocerse más allá de sus hijos e hijas. Más allá de sus parejas. Las madres necesitan realizarse lejos de la familia también. Para abrazar sus sombras. Y para eso necesitan que sus parejas estén implicadas al cincuenta por ciento en la educación, crianza y trabajos del hogar porque es su responsabilidad. Pero también hijos e hijas que no se inmiscuyan en sus decisiones libres. Que no las traten como niñas o como idiotas. Que las respeten. Que las animen a construir lugares fuera del hogar. Que las vean más allá de lo que representan. Para que así no lleguen al final de sus vidas sintiendo que no hay ningún logro en ellas. Cuando lo han dado absolutamente todo a cambio de nada”.
Cuando escuché a Glenn Close me quedé sin palabras. Que forma tan exacta de ponernos un espejo. Qué vergüenza sentí por haber sido incapaz de ver a mi joven y genial madre como esa joven y extraordinaria mujer, nacida del franquismo tardío y la incipiente democracia. Yo ya sabía que es maravillosa no solo como madre, sino como mujer, pero de alguna manera le había exigido la perfección impuesta e insaciable de la herida materna. Una perfección que no es justa ni exigible para nadie sea del género que sea porque la perfección no existe.
Querido lector, querida lectora, ¿cuál es la historia que se cuenta sobre su madre? ¿Puede verla como mujer? Si comienza a descubrirla tras su rol maternal, a la niña que fue, a la adolescente que creció y se hizo adulta, dejará de demandarle, y demandarse, una altura infligida que no existe. Una excelencia ridícula y voraz.
Brindo por un día de la madre donde haya más cartas con menos “eres la mejor madre del mundo” y más, “gracias por ser una mujer feliz, libre y plena, mi genial mamá”.
UNA HABITACIÓN PROPIA
Directora de cine, guionista y escritora. Formada en Dirección de Cine en la prestigiosa escuela europea: ESCAC, y en periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha realizado largometrajes documentales como: Línea de Meta y Todos los Caminos, este último protagonizado por Dani Rovira y Clara Lago.
Premiada a nivel nacional e internacional en reconocidos festivales.
Miembro de la Academia de Cine de España, también de la Academia de Cine Andaluza y de la institución nacional de productores EGEDA.