Cierra el bar La Campiña de Arahal, tras 30 años al servicio de un pueblo y sus gentes
Los profesionales del Bar La Campiña de Arahal se han despedido esta semana de su clientela. Atrás dejan 30 años de servicio en el sector de la hostelería en un céntrico local del pueblo, muy cercano a la Plaza de la Corredera donde servían a diario, desayunos y comidas.
Estos días los clientes se paran más tiempo de lo normal a hablar con Francisco Núñez, que ha estado tres décadas detrás del mostrador junto con el propietario, Juan José Brenes Lobato, ya jubilado. Y Rafael a cargo de la cocina a la que había que imprimir ritmo en horas puntas
El local está en el Pasaje Ramiro Lindado, al que se accede por la calle Corredera, y el lunes 6 de mayo, es el último día que abre. Los clientes habituales se han despedido durante el fin de semana. Posiblemente mañana, muchos de los que trabajan en el centro, tendrán que buscar hueco en otros bares sin sentirse un poco huérfanos.
Cierra otro bar de la historia reciente
Pocos clientes esperaban este fin de semana recibir la noticia del cierre. Acudían al bar como cada fin de semana en busca del trato amable, de la rapidez en la atención y, sobre todo, de las tapas caseras. Tienen o tenían de todo, pero es famoso su lomo a La Campiña, cuya receta era el secreto mejor guardado. Pero también la cola de toro, el menudo de cerdo, los revueltos de verduras de temporada, el pescado recién frito que había entrado fresco esa misma mañana, los picadillos y aliños, el de ‘papas’ era único.
Quienes se han acostumbrado a su ambiente, su cocina y el trato han dejado mensajes en las redes sociales asegurando que los echarán de menos. Otro establecimiento que cierra sus puertas en el centro histórico de la localidad, al que le cuesta tanto regenerarse. Hace solo unos meses ha cerrado otro mítico establecimiento, Los Quinteros, situado a pie de la plaza de la Corredera. Aunque en este caso, otro empresario ha tomado el relevo. Y justo frente, se ha abierto una nueva cafetería. Es decir, la racha no era mala del todo y cada tarde, se ha notado en el ambiente festivo de la plaza más céntrica del pueblo.
El Bar La Campiña ha cumplido su ciclo en la historia de los bares de Arahal. Era un reducto de la profesionalidad y de la resiliencia porque pocos profesionales con este oficio aguantan 30 años detrás de la misma barra. Esto ya no es normal en la hostelería. Por eso, los profesionales de La Campiña lo eran de verdad. Sólo había que ver a Paco moverse detrás de la barra. En su despedida decía que “para ser exacto me queda un mes para cumplir los 30 años aquí”. Está cansado porque “desde que entraba era a garrocha, sin parar hasta que nos íbamos”. Y esto, todos los días, quema.
Seis alcaldes
La clientela despedía esta fin de semana a Paco, Juan y Rafael con una mezcla de nostalgia porque en las cosas del comer, los nuevos que llegan tienen que demostrar su saber hacer. El Bar La Campiña es, casi era, de esos establecimiento donde el trato familiar podía con todo. La complicidad de los profesionales te hacía sentir como en casa, no simplemente ibas para comer. También para sentir que detrás de una barra hay días que había vecinos-amigos que se ponían en tu lugar y, otros días tú te ponías en el de ellos. Y todo sin dejar de ponerte la cerveza, pedir la tapa a cocina, cortar jamón, servir un plato de papas ‘aliñás’.
Cuando abrió el Bar La Campiña gobernaba en Arahal José Francisco Gago Bohórquez, al frente de una coalición de partidos de IU-LV Convocatoria por Andalucía. Han visto pasar por el bar y por el pueblo a seis alcaldes y una alcaldesa (la actual). Uno de los más asiduos a sus desayunos ha sido, sin duda, Miguel Ángel Márquez (IU), al que se podía ver en el bar, casi cada mañana, acompañado de su secretaria. Y ha estado 15 años en el cargo. Al igual que iban numerosas amas de casa que aprovechaban la visita al centro para desayunar, los trabajadores de la banca, tiendas de alrededores, farmacia… Las mañana en La Campiña eran de auténtica locura.
Y en su infinita hospitalidad, los profesionales del Bar La Campiña contaban cada mediodía con la presencia de Rodrigo García y sus ganas de ayudar. No era difícil verlo escoba en mano, recoger colillas y papeles a la puerta del bar. Sin necesidad de hacerlo, él ya tenía ganada una cerveza sin alcohol que le servía Paco o Juan nada mas verlo llegar. El cariño en el trato de este niño grande, daba muestra de su humanidad.
Ya Rodrigo tampoco viene hasta la puerta del bar para saludarlos, los casi 80 años con los que cuenta y algunos problemas de salud, se lo han impedido. Porque la vida pasa, por las personas y por los lugares, sin más remedio.
Redactora de El Pespunte.
Periodista sevillana con más de 30 años de experiencia. Fundadora y CEO de AionSur durante 10 años. Especializada en reportajes agrícolas y sociales en la provincia de Sevilla.