Tontos
Sí, tontos. Y lo digo a fuerza de quedarme más corto que la manga de un chaleco. No me frena el respeto que como personas merecen, que lo tienen, sino los recuerdos indelebles de la travesía en el desierto que en su día compartimos. A menudo acude a la memoria el chacachá del tren que nos hizo soñar durante el largo viaje de Osuna a Barcelona.
Mentiría si dijera que no todos embarcamos por la misma causa, pero sí es cierto que no todos desconchamos la pared por el portazo; algunos dejamos la puerta entorná.
Hoy no los conozco, pero los percibo, los identifico, la osadía ignorante de ejercer de «más papista que el Papa» se detesta a lo lejos. El cambio novedoso, el impacto de lo nuevo (de la era a la urbe) originó una convulsión tan entusiasta para algunos que en un rato se olvidaron del solano, la bocina de Espuny y los majoletos de las viñas ¡Adiós Osuna!
Así fue como las neuronas afectadas de ciertos andaluces (no se explica) entendieron el modo correcto de la integración. Y así es cómo las conductas poco pertinentes han venido alimentando al caldo de cultivo independentista o nacionalista, tanto monta, de Cataluña.
Las habilidades embaucadoras de los lideres políticos de barretina siempre estuvieron a la guay para poner cara de «un poco tontos» para la foto y de buen rollo para solapar la ideología enfermiza. «Poc a poc» fueron aleccionando a la necedad agradecida a la espera de la culminación, el objetivo: el desborde del río de la independencia que hoy preocupa a la piel del toro.
Misión cumplida. Hoy las rieras bajan repletas de tontos útiles, de pardillos de Osuna, Utrera o Villamanrique de la Condesa que creen que la Bandera de España es culpable de la crisis y del asesinato de García Lorca.
Ya suele ocurrir que los adoradores sean más idiotas que los idolatrados, pero si el ídolo es un «tonto-listo» de los tuyos, adorarlo significa elevar el grado de idiotez al cubo».
¿Hay alguien más tonto que un radiofonista cordobés (pongo por caso) posicionado del lado del CIU más soberanista? Mi respuesta es obvia. Claro que si, los que sintonizan la onda y se les inflaman las venas, como si cuatro barras rojas fueran, cantando y danzando una sardana, los que se abrazan a los símbolos de una tierra donde no existe ningún ancestro suyo enterrado
«Adeu Espanya» gritan exaltados con acento de no se sabe dónde.
Pensando en las reivindicaciones absurdas y, desde mi posición de ciudadano empadronado en la integración moderada (ni «Joan ni juanillo»), reclamo otra independencia paralela. Pido a gritos acabar con ciertas cuestiones que debieran tener una solución inmediata.
Deseo independizarme de tontos catalanes que ponen en duda mi identidad afectiva con esta tierra, ciudadanos borricos que me hacen sentir que vivo en ningún sitio y hacen buena la machadiana España de despreciar cuanto ignoran. Quiero alejarme de pensamientos excluyentes de los señores Junquera, Laporta, Puigçercós… o los del tal Sandro Rosell, que no concibe «ser del Barça si no se piensa en catalán».
Quiero perder de vista a la chusma de políticos que señalan al pueblo andaluz como si un único pueblo fuera, como si la palabra pueblo no englobara a muchos pueblos distintos y gente desvestida de faralaes y taleguillas de toreros.
Difícil de lograr esta independencia que pido. Lo sé. Cómo difícil será superar la tristeza de tener que emanciparme de la mirada paranoica de Dalí, del Mediterráneo de Serrat o del rastro de Copito de Nieve….. Dolerá perder de vista las faldas rocosas de Montserrat, los trazos irregulares de Gaudí….
Por los momentos irrepetibles en esta tierra pido independizarme de quienes intentan callar las palabras en catalán de Espriu, Martí i Pol o Quim monzó. Pero también de los que arrinconan el cervantismo de Rodriguez Marín, el tenebrismo de Ribera o la Toná desnuda de acordes musicales y principios básicos de pupitres.
Hoy más que nunca siento la necesidad de independizarme de los tontos del remate que se despojaron de sus raíces a orillas de los leves cauces del Llobregat o Besós.
Nadie está en posesión de la verdad y la duda sobrevuela. Solo espero que el tonto no sea yo ¡Quien sabe!