Ea, la crisis
La realidad me disloca aceleradamente los sentidos y las entendederas no encuentran la síntesis sosegante. Ando promiscuo y perplejo entre el ea y el ay. Entre el respingo despectivo y el suspiro noventayochista. Ea, España, te han parido siempre como un cabreo. Pero resulta que el engendro de cabreo ahora es global. Europa ladra como un cancerbero rabioso babeando euros por doquier. Después del atracón de ladrillo has vuelto a la cotidianidad austera de las legumbres y los pucheros. Ay, España, cuánto de farsa, ea. Cuánto de tragedia, ay. España amantísima y desamadísima en medio de la sangría económica. Pactos de la Transición y nacionalismo. Politizada hasta el duodeno, no te pensaron a la intemperie como un verso que subsiste afligido y esperanzado. España, aparta de mi este cáliz. ¡Cuídate de los nuevos poderosos! El pensamiento crítico cuando se desnuda del todo y enseña el sexo de las cosas se torna lírico. Te arrojaron a un vacío pintoresco como una soflama sin alas. Constitución de mis días y mis cabales y horas ofuscadas de la crisis. Consenso hecho trizas. Los padres pensaron la Carta Magna y los hijos trajeron el cainismo y los ripios que riman y arriman el ascua a su sardina. No tengo flor aromática que regalarte. Ni un mal tomillo hispánico que mitigue el olor a podrido de este tiempo incierto. Si supiera contar como el Fondo Monetario Internacional, el tiempo sería cierto, pero se me haría larguísimo y oneroso como moneda de una tonelada. En lo material y en lo espiritual lo que pesa es la ausencia, el vacío que es precisamente lo que no tiene peso conocido. Y uno se siente ausente dentro de sus convicciones, urgido por un ea desencantado y por un ay humano y adolorido que atraviesa los siglos y no consigue penetrar y retumbar con eco en las salas impolutas de las instituciones. La política es el arte pudoroso de silenciar los ayes durante el ejercicio del poder y el arte obsceno de sacarlos estentóreos y amplificados por la megafonía en los auditorios de los mítines electorales. Las diferencias son aceptables y tolerables. Las paradojas irritan al más santo. Si toca ser más pobres por designio supremo de las finanzas, por qué los ricos son más ricos. Una crisis bien montada con todos sus avíos debe ser un drama común y catártico y no una paradoja aumentativa para que sigan creciendo los de arriba. Ea, ay, y oh Obama, mulato redentor de las clases medias indignadas y empobrecidas, haz que el mundo cambie por fin. Oh Obama, lanzo mi mantra para que la Casa Blanca arroje justicia social y demócrata. La vida no es color de rosa, es mulata sin lugar a dudas. Lo mejor está por llegar.
Entre el ea y el ay me debato y me sostengo, integrado totalmente en la ciudadanía molicie; con el mando a distancia en la mano y los ojos como dos pantallas táctiles enfebrecidas en la nada. Qué fuerte suena nada. Me gusta más el vocablo nadería, que parece más insignificante y menos dramático. Qué manía la de morirse tiene el personal sin saber divertirse. Con lo chula que es la franquicia que han montado en el centro donde venden el aire que respiro. Y qué barato. Además comprando un botecito de aire que respiro te regalan otras dos pantallas táctiles para las cuencas oculares fijas en muchas naderías y te obsequian también con una fantástica puesta de sol desde el propio balcón no tuyo de tu casa no tuya. Libre te quiero, ni de de Dios ni de nadie ni tuyo siquiera. Desnudo y feliz porque hemos demorado tu ruina. Cuánta filosofía y profundidad acaudalan los bancos. Cuánta valentía los políticos comprometidos con el pueblo asfixiado, que son capaces de frenar el desespero y de ponerle moratorias a la muerte. Ay, España, cuánto de farsa, ea. Cuánto de tragedia, ay. España amantísima y desamadísima. Te han secuestrado para el aquelarre apoteósico del dinero regado con mucha sangre a precio de saldo. Te han amarrado al tótem contante y sonante que no para de pedir sacrificios humanos: brinquen, brinquen alrededor, multinacionales, financieros y banqueros. Es lo que tienen los dioses planetarios, se la terminan creyendo y se vuelven insaciables y vanidosos. Escuchen la última: en un hospital de Houston ya no hacen transplantes de corazón, sino de lingotes de oro, para que vivas tan ricamente en tu caja torácica. El capitalismo/consumismo ilimitado con su magnetismo, su simpatía, su fotogenia ha contribuido a simplificarnos y a reforzar nuestro esperpento. El material que nos prestaron para la confección y cumplimiento de nuestros sueños materiales era tóxico para la vida. Y hemos tenido que reconocer que el fabricante de ese material era infame. Estamos hechos de la misma materia que nuestros sueños y hemos descubierto empíricamente que esa materia era combustible si la acercábamos al fuego y era rompible cuando decidíamos tirarla por un balcón.
Ay, España ha sido y es una orgía mal avenida de interjecciones. Ea.