El beso y otros cuentos
Se trata de una selección de relatos escritos por Chéjov entre 1886 y 1903, justo al final de su corta vida. Los relatos aparecen por orden cronológico de escritura y precedidos de una introducción. Esta resulta muy interesante por contener claves del estilo de Chéjov así como otras observaciones valiosas. Por supuesto, es mi opinión, la introducción debe ser leída al acabar la lectura de los cuentos, no antes: así la lectura no está mediatizada por observaciones ajenas. Siempre resulta preferible una primera lectura ingenua, limpia, libre de prejuicios. Leemos ficciones por placer e intentamos hacerlo de forma poco intelectualizada, relajada, dejándonos llevar libremente por asociaciones de ideas propias, no por aquellas dictadas por un especialista sobre el autor en cuestión. La introducción, de todas formas, es recomendable. Contiene el relato que Olga Knipper-Chéjova, la célebre actriz viuda de Chéjov, hizo de las últimas horas de vida de su marido. Son un par de páginas de una intensidad y una ternura extraordinarias. Nos ayudan a entender un poco cómo era en la intimidad ese ser excepcional llamado Antón Chéjov y cómo debió ser el amor entre los dos.
La lectura de este libro deja la sensación de encontrarnos ante un autor capaz de entender a cualquiera, de ponerse en el lugar tanto de un príncipe como del más pobre campesino. He encontrado relatos que transcurren en aldeas perdidas de la Rusia profunda, donde los desheredados malvivían en unas condiciones higiénicas deplorables, embrutecidos y minados por el alcoholismo. Son los casos de Campesinos, La Nueva dacha o Por asuntos del servicio. Otros transcurren en balnearios, centros de salud que Chéjov conoció para intentar curar su tuberculosis, y son protagonizados por personas de clase acomodada. Es el caso, por ejemplo, del La dama del perrito, un canto al amor entre una mujer y un hombre cuyas relaciones matrimoniales respectivas son insatisfactorias. Este relato sirvió de base para Ojos negros (Nikita Mijalkov, 1987), aquella emocionante película, repleta de lirismo, interpretada por Marcello Mastroianni y Elena Safonova, uno de esos largometrajes que uno recuerda siempre por ser fruto de la sensibilidad y el amor por la naturaleza, en este caso por los inmensos campos rusos. Chéjov es contemporáneo de paisajistas como Levitán y Shishkin y, a veces, leyendo las pinceladas de los paisajes en Chéjov, a uno le parece estar contemplando algunos de los cuadros de esos pintores.
Mención aparte merece el enternecedor relato Vanka (1886), de apenas seis páginas. Se trata del cuento de las desgracias de un huérfano de nueve años sacado de su aldea y llevado a Moscú para que haga de aprendiz de zapatero. Vanka escribe una carta a Konstantín Makarich, su abuelo, el día de Navidad. El texto de la misiva, entrecomillado, es triste, desgarrador. En él cuenta el maltrato que está sufriendo por parte de la familia del zapatero y le ruega a su abuelo que venga por él y lo saque de allí. El desgarro del texto, la impresión que produce, se potencia por aparecer fragmentado, entre observaciones de un narrador en tercera persona que da alegres pinceladas de cómo era la vida del niño en la aldea. El comienzo del segundo párrafo de la carta, «Ayer me dieron una paliza», se le clava en el alma al lector. El niño está indefenso, lejos de su abuelo, el único que podría protegerlo. Poco a poco, la tristeza, un estado de ánimo ocasional pero necesario para preocuparnos por los desfavorecidos, va invadiendo el ánimo del lector hasta llegar a un momento crítico. Cito del cuento: «Después de pensarlo, mojó la plumilla y escribió la dirección: “A la aldea de mi abuelo”. Después se rascó, pensó otro poco y añadió “Para Konstantín Makarich”». Y uno comprende que ese niño está perdido, que la carta, con tan vagos datos sobre el destinatario, no ve a llegar a su destino; nadie va a venir a ayudarlo. Su lectura recuerda Pipá, de Leopoldo Alas «Clarín», otra emocionante denuncia del maltrato infantil, texto igualmente inolvidable.
El libro acaba con La novia (1903), un canto a la libertad de la mujer. Las vicisitudes de salud de uno de sus personajes principales, Sasha, parecen inspiradas directamente en los últimos años de la vida de Chéjov. Era médico y veía su final. Falleció al año siguiente.
Solo me queda dejar caer un consejo, por si alguien quiere seguirlo: lea libros como este, inmortales, y olvídese de superventas, obras de simple consumo, de usar y tirar, hechas para halagar los gustos y satisfacer las expectativas del público. Busque ficciones que remuevan su conciencia, que trastoquen los pilares de su vida. Atrévase. Se sentirá más vivo.
Antón Chéjov, El beso y otros cuentos, Madrid, Alianza Editorial, 2017. Selección, introducción y traducción de Ricardo San Vicente.
Imagen: Fotograma de la película Ojos negros.
Víctor Espuny
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CUADERNO DEL SUR
(Madrid, 1961). Novelista y narrador en general, ha visto publicados también ensayos históricos y artículos periodísticos y de investigación. Poco amante de academias y universidades, se licenció en Filología Hispánica y se dedica a escribir. Cree con firmeza en los beneficios del conocimiento libre de imposiciones y en el poder de la lectura.