ENTREVISTA | Sandro Pozzi: “Bruselas no se ha dado cuenta de lo importante que somos los sevillanos”


Contactamos con el periodista Sandro Pozzi para ver si nos concedía una entrevista y no se lo pensó ni un solo instante. Se plantó en Osuna para charlar animadamente en el Casino con unos dulces típicos de la villa ducal.
Al entrar en el Casino de Osuna, el más antiguo de Andalucía, nos topamos con su vocal de Cultura, Manuel García Aguilar, quien le mostró a nuestro invitado algunos secretos del edificio que ha cumplido 175 años de vida, el más antiguo de Andalucía. El periodista, que ha cubierto desde hace más de 20 años las historias más relevantes del siglo XXI, se interesaba por todas y cada una de las explicaciones.
Pozzi es una de las piezas clave a diario en ‘Al Rojo Vivo’, el programa de Antonio García Ferreras de la Sexta, acercando la actualidad mundial a España. Ha sido corresponsal en Bruselas y Nueva York para Europa Press y El País. Ha podido conocer de cerca hasta a cuatro presidentes de los EEUU.
Este periodista que ha entrevistado en varias ocasiones a Trump nos pregunta nada más llegar que por qué le entrevistamos a él. “En realidad el trabajo que hacéis vosotros es más importante que el que hace el corresponsal de El País en Nueva York, y lo digo realmente. No puedes ser periodista de El País en Nueva York si antes no has hecho calle en tu pueblo o ciudad y te has enfrentado a tu alcalde. Es mucho más lo que hacéis vosotros”, afirma Sandro.
Además del vastísimo currículum que presenta, conocimos a un Sandro humilde, muy humilde. Italoamericano con acento sevillano, de familia coreana, que pasea por la Alfalfa, la Quinta Avenida o por la Rue de la Montagne de Bruselas con conocimiento de causa, nos esperaba sentado en uno de los bancos de la Plaza del ayuntamiento conversando con una mujer mayor.
¿Qué queda de aquel Sandro que se ponía delante del micro en COPE Sevilla en aquel verano del 96?
Soy igual. No he cambiado. Las historias más chulas que hice las hice en COPE. El primer verano en COPE era cuándo se decidía en Sevilla si se iba a poner la bolsa atrás en los caballos de los coches para recoger el excremento Y, bueno, la que se lió en la ciudad con eso, nadie quería hacer esa historia, pero me fui yo detrás de la Catedral…Nos reímos tanto esa tarde… las expresiones, los comentarios…
Tú no has cambiado entonces, pero ¿el periodismo sí ha cambiado?
Han cambiado los jefes (risas). El periodismo ha cambiado porque antes, cuando yo empecé, sí había recursos, ahora no hay tantos. Además, ahora tienes también todo el efecto de las redes sociales. Hasta qué punto se da prioridad a lo que se ve por las redes sociales o a lo que te dice tu periodista. Yo siempre he tenido la suerte de que he tenido jefes que se han fiado siempre de mí antes que de las redes.
¿El periodismo era lo que te imaginabas cuando terminaste en CEADE o te has topado con otro tipo de periodismo?
Yo quería haber estudiado Imagen y Sonido, pues siempre me había gustado la parte técnica, de hecho, primer trabajo fue en la televisión italiana, en producción de grandes documentales de naturaleza. Era una pasada. Los periodistas se iban de viaje dos semanas a hacer cosas bestiales. Venían con un material alucinante.
Además, en aquella redacción tenían Internet que no existía aún ni en las universidades y empecé a usarlo allí. Fue como adelantarnos a lo que sería el periodismo del futuro, el de ahora. De hecho mi tesina la hice sobre cómo Internet podría ser una herramienta para los periodistas, pero más que nada para documentarte.E
Más o menos como la época que estamos viviendo actualmente…
Chat GPT y la IA, vienen muy bien en ese sentido para documentarte muy rápido. El periodismo ha evolucionado, pero porque la tecnología evoluciona. Te tienes que adaptar a ella y a mí me la ha facilitado mi trabajo. Yo creo que sin la tecnología no estaría aquí sentado ahora mismo.
En Twitter te defines como “albañil de la información”. ¿Pico y pala antes que talento?
Esa definición viene de una anécdota que nos ocurrió en una noche de espera en el Consejo Europeo que estaba durando demasiado y mientras estábamos en el bareto del Consejo con más periodistas, guardaespaldas, ujieres… un funcionario que pasaba por allí nos dijo a los periodistas que estábamos esperando que nosotros éramos “como gente en una obra” que construye una casa con un bocadillo por aquí, otro por allí… Él nos veía a los periodistas así, como obreros de una construcción.
Italoamericano con acento sevillano y familia coreana. Has vivido en Bruselas, Sevilla, Nueva York… ¿Qué te ha aportado toda esta mescolanza?
En mi casa, mi madre era del sur de España, mi padre del norte de Italia, mi abuela paterna austríaca… Yo siempre he visto el esfuerzo que hay que hacer para entenderse. En el caso de mi familia es un reto aún mayor. Racialmente y en términos de religión también somos diferentes. Siempre tienes que hacer un esfuerzo por entender a la otra persona. No vetarte, pero sí saber que hay determinadas cosas que pueden ser ofensivas aunque para ti, por desconocimiento, parece que no lo son, pero para otra gente sí. Y esto se puede aplicar a la vida.
¿Y al periodismo?
Tratamos de hablar demasiado y no de escuchar y entender. Así difícilmente podemos transmitir bien el mensaje.
Antes de ser corresponsal para El País en Bruselas lo fuiste para Europa Press.
Le pregunté al delegado de Europa Press, Gustavo Morales, que cómo podía ganar dinero, pues era un becario entonces. Me dijo que podría informar de pesca, agricultura y los fondos europeos para Andalucía desde Bruselas. Y a la semana cogí el coche y me fui. Tenía un compañero que hacía las noticias de política internacional y yo de economía. Nos llevábamos muy bien. Nos repartíamos el trabajo y a los tres meses conseguí que me pagaran algo.
¿Somos conscientes los sevillanos de lo que se cuece en Bruselas?
Sí, pero Bruselas no se ha dado cuenta de lo importante que somos los sevillanos y de lo que le aportamos. Está la idea de que somos unos chupones y protestones. Utilizamos a Bruselas para protestar, como no lo hace ningún otro país, quizás solo al nivel de Italia. Sin embargo, les aportamos un montón.
En mi época, con el comisario Fischler, que llevaba Agricultura y Pesca, había unas batallas bestiales por la conservación de los recursos. España iba con unas peticiones para el aceite de oliva y hasta que él no vino a Córdoba y lo probó, no se dio cuenta de lo importante que era para estas provincias y para los europeos en términos de salud. Ahí es donde fallamos.
Tenemos que mostrar nuestras fortalezas. Con la guerra de Ucrania, Europa ha descubierto que tenemos más horas de luz que nadie y que eso le puede servir al alemán, no solo durante el día, sino durante todo el año.
Hay muchas cosas que podemos aportar a Europa. El turista cuando viene aquí se da cuenta de la riqueza que hay en un pueblo como Osuna. Esa es la parte que no somos capaces de transmitir a Europa. Nos ven como algo periférico.
De Europa saltamos a Estados Unidos. Allí fuiste corresponsal con Bush, Obama, Trump y Biden. ¿Hay algún gobierno que te llamara especialmente la atención para bien o para mal?
El de Bush era una pasada. La guerra, la salida del 11-S, la crisis de las punto com, la economía boyante, se empezaba a hablar ya del cambio climático… La gente no se acuerda, pero la Expo de Sevilla ya estaba basada en el tema medioambiental. Swatch tenía un reloj específico que era verde… Políticamente, había debates muy fuertes sobre el tema de la dependencia energética. Bush era una persona muy conflictiva y yo creo que su presidencia es la que ha hecho cambiar un poco la dinámica global, pero también creo que sucedía porque era un momento bastante convulso en todos los sentidos. Ya se empezaba a ver el miedo a la tecnología y cómo te podías enriquecer con ella. Era un momento de mucha fuerza.
El 11-S no pasa por algo casual. Internet está empezando a ser una cosa bestial, pero a la vez creaba esto de que se caían las empresas… Estábamos preocupados en si el reloj iba a cambiar bien en el cambio de siglo o si se iban a parar todos los trenes, pero el problema era otro. La energía estaba carísima, la gente estaba muy preocupada con el precio del petróleo. Todo el mundo pensaba que iba a haber otra gran crisis, pero la economía iba como un tiro.
Obama creo que fue una gran decepción porque tenía un mensaje tipo Apple en el que todo va perfecto y nadie lo cuestiona. La decepción que hay con él te crea el fenómeno de Trump. De Biden no puedo comentar porque me parece que no está haciendo nada.
Habiendo conocido a Trump, ¿crees que tiene posibilidades reales de volver a la presidencia?
Creo que hay que esperar todavía. Hay que esperar a ver qué hace el Partido Republicano y sobre todo hay que ver cómo va a reaccionar la gente que ahora mismo no se está pronunciando en el lado conservador.
Ahora lo que sabemos es el ruido de su gente. Siempre van a estar ahí, haciéndose ver, dando la sensación de que Trump tiene posibilidades. Yo creo que después de lo pasó en el Capitolio no tiene opciones, porque el conservador normal no puede aceptar eso. Al conservador radical que está con Trump sí le parece bien. A Trump le ha votado muchísima gente, pero eso fue antes del Capitolio.
Si tú crees en la Constitución, en tu país y eres patriota, no puedes aceptar que este hombre vaya a ser presidente otra vez. Creo que lo que va a suceder en los próximos meses es que van a empezar a tomar cuerpo el movimiento anti Trump, pero no por parte de los demócratas, sino parte de los republicanos, que van a tender a irse hacia Nikki Haley que fue gobernadora de Carolina del Sur y embajadora con Trump en la ONU. A diferencia del resto de países, el embajador de EEUU en las Naciones Unidas tiene nivel de gabinete, es decir, está al mismo nivel que el ministro de Exteriores. Mujer, conservadora, conoce a Trump… creo que tiene su visto bueno para ser su alternativa. Sabe mucho de política internacional y cuando la ves, dices “a esta la voto yo” por cómo se presenta. Nadie se fija en si lleva el pelo de una manera o va vestida de otra, creo que su perfil ya ha superado ese techo de cristal. Políticamente es muy conservadora, por lo que puede llegar a la gente de Trump fácilmente.
¿Y Biden?
Tiene dos problemas fundamentales: Ucrania fue una distracción enorme para su presidencia. Europa, ya desde la etapa de Obama, no les interesaba, como no les interesa América Latina. Desde Obama su obsesión es China. Trump también la tenía.
Surge lo de Ucrania y toda la tensión la dirigen hacia allá por cuestiones de valores, pero en realidad para él es un marrón. Ahora se le suma lo de Oriente Medio, todavía peor. Y encima tiene algo parecido a lo que en España tiene el PSOE con Sumar y Podemos. Tiene esta ala progresista con fricciones internas en el Partido Demócrata. Como lo que se va a ver aquí en el PSOE. Entonces, ahí tiene que lograr unos equilibrios que no son fáciles.
En todo lo que es política medioambiental no va a hacer nada porque ahora mismo el interés está en tener el precio de la energía bajo, con lo cual todas estas promesas que se hacen para luchar contra el cambio climático, desaparecen.
La economía ahora mismo va muy bien, el problema de la inflación lo tiene amortizado.
En temas de política doméstica, de momento no habido ningún pirado que haya hecho un atentado ni nada de eso con lo cual la política doméstica no cuenta mucho. De sus ministros no se habla nada, solo de Blinken, que está todo el día viajando por las guerras y conflictos diplomáticos con los países asiáticos…
Biden está presente porque es el presidente, pero le penaliza su edad y la percepción que tiene la gente de lo viejo que es. Trump no es mucho más joven, pero físicamente parece otra persona.
¿La Alfalfa o la Quinta Avenida?
La energía de los dos sitios es similar. El ritmo es diferente. ¿El jamón ibérico o el prosciutto di Parma? La gracia de todo es saber valorar lo mejor de cada uno.
La Alfalfa tienes que disfrutarla como es. Un día tienes un grupo flamenco tocando allí, vas al bar de Manolo y te tomas una tostada y aparece Manuel, el hijo del antiguo dueño que se sienta con sus amigos… Es verdad que hay mucho turista. Tampoco es la plaza de la Alfalfa que yo vi de niño con los canarios, las tortugas, las ranas, los pollos azules…
La Quinta Avenida es algo que tratas de evitar cuando vives en Nueva York. Y Times Square ya ni te cuento. Mi oficina estaba en la calle 41 y te puedo asegurar que no pisaba Times Square, que era la 42. La Alfalfa sí que es un poco Manhattan, es el punto en el que la gente que viene del centro pasa y sale. Todo el mundo que va de Brooklyn a Queen´s tiene que pasar por Manhattan. Son lugares de paso en el que gente diferente se junta. A mí lo que más me gusta de Nueva York es el Metro porque allí todo el mundo es igual. En la Alfalfa todo el mundo es igual.
Entonces, ¿Sevilla o Nueva York?
Profesionalmente, Nueva York. Y antes que Nueva York, la Bruselas que viví.
En tu profesión, X (antes Twitter) es esencial.
En Nueva York, Internet no era tan bestia hasta que se estrellaron los aviones. En ese momento todo el mundo descubrió una cosa que se llamaba Twitter y ya nos volvimos todos locos. El gran punto de inflexión en mi trabajo fue ese día. Ese día alguien hizo una foto desde un barco, la subió a Twitter y la CNN, la NBC y todo el mundo descubrió lo que era Twitter. Se convirtió en el gran canal. A mí es lo que me da visibilidad.
Ahora estás en Sevilla, pero cubriendo noticias internacionales. ¿Es distinto a cómo lo hacías, por ejemplo, desde Bruselas?
El periodismo de Bruselas es muy burocrático, porque Bruselas es un poder ejecutivo que emite unas leyes que después son de aplicación a toda la comunidad europea y que son relevantes para el ciudadano. Los huevos tienen el tamaño que tienen porque alguien ha dicho en Bruselas cómo tienen que ser los huevos XL. El que regenta un supermercado o para el que lo compra no lo sabe, pero si se le explica se dará cuenta de que todos los huevos en Europa tienen las mismas medidas. Y así con muchos aspectos: el caudal del grifo, la nevera eficiente…
Desde ese punto de vista no gastas suela de calle, pero estás haciendo un periodismo de primera mano, que es contar cómo se construye Europa. En ese sentido es una pasada. Lo que escribes tiene función de formación e información.
En Bruselas, estaba la OTAN, la Guerra de Kosovo, Bosnia… Allí estabas haciendo la guerra desde el despacho. Cuándo se decide un bombardeo, cuándo un genocidio, cuándo intervenir… No estás en el campo de batalla, pero sí que estás dando información de primera mano.
¿Hay alguna pieza que te gustaría hacer y que no hayas podido aún?
Siempre he tenido la curiosidad de entrevistar a Vladimir Putin, pero desde antes de lo de Ucrania y antes de Crimea. Siempre he tenido la curiosidad de pasar un fin de semana con él.
¿Por algo en concreto?
Le he visto en cumbres que cubría con El País y siempre he tenido la curiosidad de irme con él a esquiar. Y pasar un fin de semana, de viernes a domingo. Tiene algo que atrapa. También con Jeff Bezos.
¿Y con Trump te irías?
Trump siempre me ha parecido un payaso, pero no me ha provocado rechazo. Hace un papel. En el tramo corto adora a sus nietos, haría cualquier cosa por sus hijos. He tenido curiosidad por este personaje. En la época previa a la presidencia de los EEUU era un tipo muy divertido para estar con él. Yo creo que Trump fue el primero que se sorprendió de haber ganado las elecciones.
Yo estaba convencido que iba a ganar él. Toda la prensa estaba pendiente de Hillary Clinton y nosotros nos fuimos al hotel donde estaba Trump. Lo entrevisté varias veces antes.
¿A quién le harías un pespunte?
A un montón. Sólo hay que poner la televisión, una horita, cualquier programa de debate informativo y la lista sería muy muy larga. No me refiero solo a una cuestión política, sino en todos los sentidos.
En especial, por la admiración que le tengo y por la decepción que me genera a la vez, el mayor pespunte se lo daría a Elon Musk, porque es una persona que tiene una capacidad de influencia monumental a través de la red social X, no solo por la cantidad de gente que le sigue sino porque X, es una plataforma que usan millones de personas en todo el mundo para comunicarse y el problema de la situación que genera Elon Musk es que tiene el poder de decir lo que quiere sin pararse a pensar un minuto, muy visceral, muy personal y lo que incentiva es ese odio, esa desinformación y esa confrontación que ahora domina en todos los aspectos de la vida. Twitter quizás no genera mucho debate público, pero los políticos cada vez más están usando ese lenguaje de X para generar confrontación. Se está generando una situación que es peligrosa y Elon Musk está contribuyendo a ello.
