Artificial

Se levantó con el móvil temblando y empezó a temblar ella. En la mesita de noche brillaba la pantalla del iPhone como un faro en la oscuridad. Iluminando la habitación. Era el grupo de las niñas, se les debía de haber ido la olla. Lo más seguro es que alguna, puede que Leti, hubiera quedado con el chico ese con el que se está liando ahora y estuviese dando la chapa con cómo les había ido la noche. Estaba segura de que era eso, de hecho, imaginaba entre las sábanas que la conversación había iniciado con un: “Tías, no os podéis imaginar qué fantasía. Es súper detallista y sensible. No sé, creo que me estoy pillando”. Pero ante las incesantes ráfagas y el sonidito que las acompañaba, decidió coger el móvil para, por lo menos, silenciar el chat. Echó una ojeada por encima y vio que no estaban hablando de Leti y de su rollo, bajaban como una cascada mensajes con emoticonos chungos. Se fue al inicio del chat y vio las malditas fotos. No puede ser. El amodorramiento desapareció de golpe, el miedo es enemigo del sueño.
Por lo visto estaban rulando ya por varios grupos del colegio. Salían Luci, Mery y ella, Sonia, completamente desnudas. Se podía apreciar que las fotos eran falsas, pero parecían tan realistas que hacía que naciese en ellas un pudor igual o más fuerte que si aquellos cuerpos fueran verdaderamente suyos. Esa sensación fue la que hizo que Sonia empezase a llorar. Se le aceleró el pecho. En el grupo se hablaba de qué debían hacer y todas coincidían en que había sido el cabrón de Samu. Seguro que el puto pajillero se había querido hacer el machito para ver si alguien le hacía un poquito de caso. Sonia tecleó entre llantos: “¡Qué coño es esto!”. Luci decía que había que enterarse de cómo lo había hecho y devolvérsela por mil al niñato ese. A Mery no le hizo ninguna gracia. “Esto hay que denunciarlo, nenas. En plan, es muy serio, ¿sabes?”. Sonia también iba por la línea de Mery, pero ¿cómo se pone una denuncia? ¿de qué les iba a servir eso si el daño ya estaba hecho y las fotos las tenía hasta el apuntador? Todo lo que se planteaba le parecía escalar una montaña, todos los interrogantes la ponían más nerviosa. Aquel lío en el que se había visto inmersa de gratis la comía por dentro. Cuando no pudo más, le hizo un nudo a su vergüenza y fue a contárselo a su madre.
En su casa, el pobre tonto de Samu desayunaba mirando Instagram. Estaba satisfecho, muchos chavales le habían reído la gracia de poner a las más buenorras del instituto totalmente en bolas. Alguno, incluso, le había dicho que era un “jefazo”. Otros, le habían pedido que hiciera lo mismo con chavalas de otros cursos. Se había convertido en un héroe, en uno de esos tipos a los que alguna vez, en alguna frase, se le podría atribuir el verbo padrear. Aunque en el fondo sabía que lo que había hecho estaba mal, lo que desconocía es que es un delito. No imaginaba que la madre de Mery fuese camino de la comisaría para interponer una denuncia. Tampoco llegó a calibrar el daño que les había hecho a esas chavalas. Y, por supuesto, ignoraba que él no es más que un salido que, al ver inaccesible a todas esas tías, decidió desnudarlas con un programita de Inteligencia Artificial. Lo que debería hacer ahora Samu, es preguntarle a Chat GPT por qué, si sigue así, el único cuerpo desnudo que va a ver es el suyo delante del espejo. El erotismo del desnudo consiste en que alguien quiera quitarse la ropa para enseñarte lo que es, despejar las dudas de lo que tu imaginación y tu deseo habían creado. No dejes, Samu, que la máquina apague tu imaginación. Respeta, porque para desnudar a una persona de verdad, primero tienes que ligarte su mente. Darle asco no es el camino.

Sevilla, 2001. Caballo de carreras de fondo, escritor de distancias cortas. Periodista, bético, sevillano.