Al fresquito de la anécdota
Nos pierde la telenovela, militamos en el morbo con la fuerza de las patrias simpáticas y bellas. Nos une el chisme, la escena cotidiana. Pensamos con el corazón, sentimos con el corazón. Fuera de nuestros uniformes ideológicos y de los sambenitos que nos imponemos nos encontramos en la ternura del salseo. Somos una gigantesca e infinita comedia romántica. El enredo nos supera, el amor – o el simple hecho de fantasear con él- nos desarma. Guardamos en la esquina de nuestro espíritu una silla plegable para salir a la puerta de lo corriente, al fresquito de la anécdota. Pero nos da miedo resfriarnos de complicidad, reconocer que nos divertimos cuando nos juntamos todos a jugar, a edificar sobre el aire nuestras fantasías.
Dentro de la liturgia y el protocolo del 12 de octubre, nos quedamos con el momento que nos supo más humano y real. Real de realidad, no de realeza. Esa suma de miradas y risitas entre la princesa Leonor, los Reyes y los dos compis de la Academia militar. Y nos pasó porque en él no vimos a sus Majestades, sino a dos padres que se giraban descojonados para ver cómo interactuaba su niña con “el famoso chaval”. Porque el giro y la expresión de Letizia era el de la mamá que está al tanto, que ha conseguido saber quién es el crush y que ha hecho sus averiguaciones sobre él. La de Felipe, en cambio, era la mirada del padre que se ha enterado a través de su mujer. Sus ojos decían “así que este es”. Nos gustó porque vimos a dos colegas aguantando la carcajada, nerviosos y sonrojados. Según mi amigo Paco, habían pactado el orden de saludo: “Bro, ve tu por delante que me da tela de vergüenza”. Y, claro, disfrutamos con la chica divertida que aguantó el tirón uniéndose al cachondeo de sus viejos para luego echar una ojeada a como se marchaba aquella dupla. Nos gustó la atmosfera que se creó, el picante sobre lo insípido. Lo inesperado, lo que está fuera del contexto, siempre potencia todo: la gracia, el ridículo, el flirteo, la tragedia. Nadie esperaba que saltasen chispas en un acto tradicionalmente aburrido.
La realidad es que no se sabe ni siquiera si es el primero o el segundo de los cadetes, si el que más se reía, que por lo visto tiene novia, sería el Rey consorte en potencia o el otro, que es el que va más concentrado. Tampoco está claro si de verdad le gusta uno de los dos o todo se debe a una historieta previa. Pero qué más da lo cierto cuando la verdad mata una ilusión, qué interés tiene la realidad cuando las hipótesis nos arreglan la tarde. Lo único seguro es que algo pasó allí, que de aquellos chicos se ha hablado en esa familia y que, a todos, de una manera o de otra, nos moló esa imagen costumbrista entre tanta seriedad. La química, las chispas, la inocencia del presunto romance en pañales, las ganas de emparejar. Todo eso destrozó el abismo que dejaron los “que te vote Txapote” y los “nada que celebrar”. El 12 de octubre de 2023, mientras que en otra parte del mundo reinaba la desolación, la cara más enferma y devastadora del ser humano. Mientras dos pueblos se masacraban sin piedad y la maldad se llevaba vidas con la facilidad de las cosas absurdas, los españoles nos conjuramos alrededor del marujeo y fuimos felices. Y nos sentimos orgullosos de nuestro país. Porque eso es la patria; reírse en paz.
EL POYETE
Sevilla, 2001. Caballo de carreras de fondo, escritor de distancias cortas. Periodista, bético, sevillano.