Más allá de las etiquetas: Descubriendo nuestra verdadera esencia
Diferentes circunstancias de mi día a día me han llevado a reflexionar sobre el estigma que damos a las etiquetas. Quizás antes no había prestado especial atención al valor que pudiera tener esta palabra llana de cuatro sílabas y que sin casi sin darnos cuenta se sumerge de manera subliminar en nuestras vidas. El elevado índice de problemas digestivos e intolerancias alimentarias nos llevan a invertir parte del tiempo que pasamos en el supermercado en la lectura de esos pequeños trozos de papel con pequeña letra y siglas con números que nos orientan y guían en la elección adecuada, los mensajes en las redes sociales que llegan a tu dispositivo móvil dependen de que te etiqueten por perfil, el impacto de tus propias publicaciones van de la mano de las personas a las que tú etiquetes y de esa red de contactos con quien otros a su vez siguen compartiendo. Los comportamientos que desarrollas en tu zona de influencia subtitulan igualmente etiquetas en las interpretaciones de las personas que comparten espacio contigo, el protocolo implícito en los espacios y lugares que visitas también lleva de equipaje a esta palabra especial a la que hoy dedico mis reflexiones. Y, es cierto que las etiquetas identifican, valoran y clasifican.
Si hacemos un viaje al mundo sanitario, las etiquetas, aunque a veces con nombre distinto, también siguen marcando la ruta de destino. Encontrar el nombre de los síntomas y signos que se aglutinan bajo una determinada etiqueta en un niño o niña que parece tener un trastorno en el desarrollo o riesgo a tenerlo, determina el número de sesiones que va a recibir a la semana en su Centro de Atención e Intervención Temprana, el número alcanzado en la valoración de la dependencia en una persona anciana la clasifica en base a los recursos a los que las familias pueden optar, la especialidad de un determinado profesional y la etiqueta a su profesión también viene marcada por esa clasificación y así podríamos seguir poniendo infinidad de ejemplos por los que pudiéramos considerar que etiquetar nos ayuda y permite organizar el sistema.
Sin embargo, como todas las cosas llevadas al extremo, podemos encontrarnos y vivir situaciones donde esa organización e identificación colinda con lo ético y humano, enfrentándote a episodios que hacen palpitar el corazón a ritmo de injusticia. Tener un síndrome o trastorno del desarrollo te excluye de tratamientos diversos, ser paciente oncológico te limita en poder recibir intervenciones para poder resolver otros problemas añadidos en dicha enfermedad. Y, aunque se entiende que la sanidad es compleja y que los protocolos están para facilitar la gestión, asistencia e investigación, manejar esa situación con humanidad y ética no debería estar reñida con las etiquetas. Es posible encontrar un procedimiento donde tener un tumor sea excluyente de recibir un tratamiento costoso para una patología sobrevenida, pero si la persona que tienes enfrente tiene toda una vida por vivir, ganas de hacerlo y una red familiar deseosa de su recuperación, ¿no sería un valor añadido a esa etiqueta incluir que las excepciones pueden darse? La ciencia evoluciona y contamos con profesionales extraordinarios que están consiguiendo salvar vidas y vencer obstáculos que en años anteriores era impensable, pero, en la misma medida en el que la sanidad rompe las estadísticas y aumenta la supervivencia de las personas, ¿no podrían los pacientes moldear sus etiquetas y sacar partido a ese posible tratamiento secundario a su proceso oncológico? La neurociencia está mostrando que la actitud y resiliencia es una variable que puede tener un alto peso en el proceso de recuperación de cualquier situación que ponga en riesgo a nuestra vida. En este sentido, en esa clasificación que hacemos para actuar con responsabilidad en cuanto a coste-beneficio, ¿no deberíamos incluir estas competencias emocionales en el paciente para determinar nuestras acciones?
Confío en nuestro sistema y en el tejido humano que pueblan nuestros centros sanitarios pero todo ello debería estar acompañado por políticas sociales y sanitarias que les nutran y empoderen en romper lo establecido, incluso las etiquetas cuando éstas solo limitan. Solo de esa manera podrán actuar en sincronía entre lo que saben y sienten, armonizando los conocimientos con lo humano y ético.
Estas palabras etiquetadas a su vez bajo la columna de nombre UBUNTU, no solo pretende compartir esta reflexión salida de toda una historia de vida, sino que quieren ser fuente de agradecimiento para las personas que buscan el equilibrio, que cooperan en esas situaciones de incongruencia y apuestan por la vida.
UBUNTU
Profesora de la Facultad de Enfermería, Fisioterapia y Podologia (Universidad de Sevilla) desde 2002. Máster en Estudios Avanzados sobre cerebro y Conducta (2007) y Máster en Atención Temprana. Miembro del grupo de investigación CTS-305. Coordinadora del programa de optimización al desarrollo y Atención Temprana en la Universidad de Sevilla.
Ha participado en formaciones relacionadas con la inteligencia emocional, con la diversidad funcional, con la Neurociencia y neurología, con la fisioterapia y su aplicabilidad y con la gerontología, tanto para profesorado y profesionales como para estudiantes.