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Suave es la noche, de F. Scott Fitzgerald

Suave es la noche, de F. Scott Fitzgerald

Relato de una historia de amor y autodestrucción, Suave es la noche aparece dividida en tres partes cuyas acciones no son lineales. La primera, ambientada en la Costa Azul y París, transcurre en 1924; en ella predomina el punto de vista de Rosemary Hoyt, personaje que a partir de aquí se va a mantener en un segundo plano pero cuya existencia resulta determinante en la ficción. La segunda retrocede hasta 1917 para relatar el comienzo de la historia de amor entre los verdaderos protagonistas, los Diver, Nicole y Dick y, después de superar el momento de tensión en el que acabó la primera parte, avanza hasta 1928. Y la tercera, por fin, relata lo sucedido después de ese año hasta un final abierto en el que se deja adivinar, pero no se cuenta, el final de Dick Diver.

Méritos. En mi opinión, muchos. Es de las pocas novelas que he leído, sobre todo escritas hace tantos años, en la que tiene un papel especial en la configuración de algún personaje el tema de los abusos sexuales en la infancia, por desgracia tan habituales y tan demoledores del mundo emocional. La resolución de este problema, que sigue siendo tabú por el machismo imperante en la sociedad—los abusadores son hombres en un porcentaje elevadísimo—, es una de las conquistas sociales pendientes. En Suave es la noche, cuyo protagonista es psiquiatra, aparece también un tratamiento de la homosexualidad hasta cierto punto avanzado, pues critica, por inútiles, las terapias a las que algunos padres, aún hoy día, llevan a sus hijos homosexuales, a los que consideran enfermos de una dolencia curable.

Aparte de esos apuntes del universo sexual, no podemos olvidar que la novela de la que hablamos es, como todas, un artefacto narrativo compuesto con ánimo de contar, atraer y deslumbrar. En este sentido Suave es la noche, ciertamente autobiográfica, contiene algunos pasajes realmente memorables. Destacaría sobre todos el capítulo dedicado al primer encuentro sexual entre Nicole y Tommy Barban, que transcurre en un hotelito en el que pasa absolutamente de todo y se narra con mucho sentido del humor. Teniendo en cuenta que Fitzgerald está novelando una de las infidelidades de Zelda, su mujer, el pasaje cobra aún más valor y parece todavía más lleno de frescura. Este capítulo, además, está situado casi al final del libro y ejerce un saludable contrapunto frente a la sordidez y oscuridad que ha invadido la vida íntima del matrimonio protagonista.

Otro de los atractivos de la novela es el acercamiento que procura al lector al mundo cinematográfico de aquella época, justo en la frontera entre el cine mudo y el sonoro. Aparecen mencionados actores y actrices reales, Norma Talmadge y Ronald Colman, así como un estudio de Gaumont en Montecarlo, ya en aquella época considerado antiguo.

Los principales personajes pertenecen al mundo de los ricos, inmensamente ricos. En general aparecen como personas decadentes y ociosas. Sus jornadas suelen acabar al amanecer y empezar al mediodía. Desayunan en la cama y se cambian de ropa varias veces al día. Fitzgerald retrata a la perfección ese tipo de seres, vacíos y egoístas, con frases como «En el hotel, sus potenciales modelos [habla de un fotógrafo] dormían hasta tarde en habitaciones a oscuras bajo los efectos de las pastillas consumidas al amanecer»; (p. 411).Y uno se los imagina de tal manera que llega a compadecerlos.

La novela retrata también el mundo de las clínicas psiquiátricas para ricos, que proliferaron en Europa Central y Estados Unidos durante aquella época. Italo Svevo, el talentoso escritor italiano descubierto por James Joyce en Trieste, describe una de ellas en su divertida novela La conciencia de Zeno (1923), en su caso especializada en personas deseosas de dejar de fumar.

Suave es la noche es una obra profunda, escrita por necesidad, no por afán lucrativo. Para eso Fitzgerald (1896-1940) tenía las revistas semanales, que pagaban bien los relatos en aquella época, y los estudios de la Metro, que ponían a disposición de los escritores residencias en las que se debían dedicar a escribir guiones, su talento prostituido. Un novelista es humano y también come.

La forma en la que llegué a esta novela no deja de ser curiosa por cinematográfica. Mi primer contacto con la obra de Fitzgerald fue la proyección en un cine de El gran Gatsby (1974), la versión interpretada por un elegantísimo Robert Redford. Transcurrió el tiempo y fueron pasando libros entre mis manos sin volver a encontrarme con Fitzgerald hasta hace unos diez años, cuando leí El gran Gatsby (1925). Luego olvidé de nuevo a este novelista. Pero el cine, omnipresente, volvió a traérmelo con El editor de libros (2016), película norteamericana sobre los procesos de edición y escritura sobre todo de Thomas Wolfe, pero también de Hemingway y Fitzgerald. Esta película puede servir para acercarse a la figura del gran editor Max Perkins (1884-1947).

Para acabar, mencionar la existencia en Internet de muchos resúmenes del argumento de Tender is the nigth, lo que me lleva a pensar en su inclusión en listas de lecturas obligatorias para estudiantes de habla inglesa, seguramente norteamericanos. La novela lo merece.

Víctor Espuny Rodríguez

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Francis Scott Fitzgerald, Suave es la noche, Madrid, Hermida Editores, 2015. Prólogo y traducción de José Luis Piquero. [Tender is the night, 1934].

Fotografía: Paseo marítimo de Juan-les-Pins hacia 1930. (Munier vía acatamongthepigeons.blosgpot.com)

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