Ser rebelde
“Y no trates de dominarme, porque soy duro como el acero; antes roto que doblarme”. Así lo cantaba José Monje Cruz, voz de Dios, talento indomable. Compadezco a los que pinchan en hueso, a los que atacan sin saber que las balas a veces son un bumerán. Tengo una chupa de cota de malla contra la desdicha, una armadura llamada dignidad, un cargador repleto de verdad. Han hecho sonar los tambores, pero estamos acostumbrados a esa música. Si la quieren, la tendrán en la puerta. No hoy, quizás tampoco mañana, pasado puede, que suena a ayer, pero es el futuro. Y el futuro, para nosotros, sigue siendo la vida. No el poder sino el disfrute, no el saber sino el saberse, no el odio sino la alegría. El sol sale para todos, pero solo le sonríe a los que no tienen miedo a tostarse.
Con frecuencia, los que van de dandis y se revientan el tórax a manotazos hablando de valores son los más tramposos, los que presumen de valientes atacan desde lejos, los más beligerantes son los que más tienen que esconder. El honor no se lleva en la boca, no se desgasta con la palabra. Se porta en las manos, reside en los actos. Es una gimnasia arriesgada medirse con quien no tiene reglas ni conciencia, pero la falta de principios siempre suele ser el inicio de los finales cuando te equivocas de objetivo.
Valiente Mariscal el que manda a su turba de bots a purgar a un equipo de cinco, excepcionales voceros los que ponen el billete por delante del código, el podrido clickbait por encima de la privacidad. Caterva de patrioteros intransigentes, cristianos de domingos a medio día, odiando al prójimo como a sí mismos, con pánico a la diferencia, con fobia a los arcoíris. No lo olviden, aquellos que piden respeto, son los que esta semana han comparado la bandera LGTBI con la pedofilia, los que han permanecido sentados en un minuto de silencio por las víctimas de violencia machista, los de la lona del odio. Son ellos, los que se rasgan las vestiduras cuando se les dicen las verdades del barquero, los que llevan años hablando de “derecha cobarde”, de “Psoe Azul”, de “consenso progre”. Ante ellos llevan años cediendo. Si hay que respetar a sus votantes, ¿quién respeta a los vuestros?
Sale caro ser rebelde, hacer lo que nadie hizo, pero es una manera de estar en el mundo. El trabajo está hecho y nuestra conciencia intacta. No somos de comida rápida, preferimos hacer de la sencillez algo exquisitamente complejo, como un serranito de Javi Abascal. Solo los valientes abrazan la libertad cuando tiene forma de madero, solo los cobardes viven en la oscuridad. El sol sale para todos, pero solo les sonríe a los que no tienen miedo a tostarse. Ahora vamos a por la luna, que nos siente bajo su octava costilla, que nos mira y nos acaricia el pelo. Su calle será nuestra. Ese es el orgullo del condenado. No espero que lo entiendan, me basta con que comprendan que no podrán separar lo que nació unido. Que por mucho que ataquen, somos aquello que cantaba el niño que se crió en la fragua. Duros como el acero, antes rotos que doblarnos. La sonrisa inquebrantable, la mirada en el futuro. La vida está siempre por encima de los que han hecho del odio un chiringuito con cargo a los que se los creen. Yo me voy a uno de los de verdad, a pedirme un mojito, a brindar por conseguir lo que nadie ha conseguido.
EL POYETE
Sevilla, 2001. Caballo de carreras de fondo, escritor de distancias cortas. Periodista, bético, sevillano.