Más allá del tiempo y del espacio
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Dormía escuchando los cuentos que mi abuelo el gallego inventaba. La mayoría de ellos estaban protagonizados por animales, siempre había hermanos separados por los designios de la providencia, una niña fuerte, y la certeza de que una compañía errante acechaba entre la vida y la muerte. Cristiano prácticamente, me hizo prometer que no dejaría que pusieran flores artificiales en su tumba, a cambio, él estaría siempre cerca sin asustarme en apariciones fantásticas. Conservo su peine, ese pequeño que sacaba del bolsillo de su camisa para acicalarse docenas de veces al día. Querido lector, querida lectora, ¿quién es esa persona que en su niñez y adolescencia ha dejado una impronta tan fuerte, un amor tan honesto, que conserva su poder cuan aro mágico fijado en su ADN más allá del tiempo y del espacio?
Pronto hará años desde que mi abuelo se fuera cruzando las fronteras. Aunque hace ya casi la mitad de mi vida que no lo tengo cerca físicamente, y seguirá pasando sin su persona cerca, él no es un mero recuerdo infantil. Lo pienso cada día, al menos varias veces a la semana. Y no es por la melancolía de un pasado que ya no existe, sino por la satisfacción de lo que me dejó para siempre.
Mi abuelo fue niño en una hermosa aldea de Galicia, un hombre alto y bello, al que las amigas del colegio de mi madre apodaban “Cary Grant”. Lo recuerdo chapurreando en inglés las canciones de Sinatra y dándome los buenos días en francés y alemán. Era tan distinto a su esposa Irene, a mi abuela gaditana, que a veces pensaba qué tipo de suerte habría querido unirlos en el camino. Luego, los observaba, a cada uno en su modo de haber vivido una época de dictaduras públicas y privadas, y como, pese a todo, a ellos les encantaba cocinar juntos… Sí, yo tuve la suerte de tener un abuelo que cocinaba. “A la cocina hay que echarle un poquito de amor y de psicología”, decía.
A veces fantaseo, como todos los que hemos perdido a alguien, qué me diría sobre mis logros, cómo me consolaría en lo que he vivido como fracasos, en qué manera hubiera calmado mis inquietudes su perspectiva del tiempo… porque mi abuelo fue viajero, conoció varios continentes, vivió en distintos países, afincó su hogar y familia en la calle Lirio de Sevilla, junto a la iglesia que regenta Nuestra Señora de la Candelaria y Nuestro Padre Jesús de la Salud, y su mayor deseo para mi hermana y para mí siempre fue que observara y viviera el mundo. Ella y yo nos llevamos lo mejor de aquel hombre, del abuelo. Su tiempo, su cuidado, la seguridad de una lealtad inquebrantable.
Querido lector, querida lectora, ¿quién es esa persona con la que ha tenido la suerte de recibir el amor de un segundo padre o una segunda madre? Esa a la que lloraban tras las rejas del patio del colegio para que les sacaran de allí un poquito antes, e irse a dar una vuelta al parque, libres. Celebro cada una de las veces que su recuerdo trae esa persona a la vida para significarle con que usted es merecedor o merecedora de que lo amen. Recen, veneren, o canten a esas personas, que el dolor del duelo, no nos impida ver el legado tan valioso de un cariño sabio que susurra.
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UNA HABITACIÓN PROPIA
Directora de cine, guionista y escritora. Formada en Dirección de Cine en la prestigiosa escuela europea: ESCAC, y en periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha realizado largometrajes documentales como: Línea de Meta y Todos los Caminos, este último protagonizado por Dani Rovira y Clara Lago.
Premiada a nivel nacional e internacional en reconocidos festivales.
Miembro de la Academia de Cine de España, también de la Academia de Cine Andaluza y de la institución nacional de productores EGEDA.