Les importa un pepino
“Cuentan que en una ocasión llegó a una acampada de gitanos la Guardia Civil y preguntó: ¿Quién vive? Y sonó una voz desde el interior: ustedes que tenéis economato”. Es un chiste antiguo y por qué no verídico. Lo cierto es que quienes disponían de cartilla de economato en los años 60 aliviaban mejor el hambre.
Uno que disfrutó de la ventaja del economato por la condición de ferroviario del progenitor, puede afirmar que no sólo se benefició la familia con acceso al tren itinerante aparcado en vía muerta, también saciaron las necesidades, en la medida de lo posible, vecinos jornaleros que subastaban sus brazos a pié de acera, gracias al gesto solidario de la titular de la compra que facilitaba el género a precio de coste.
Contado esto diré que la solidaridad hoy carece de empatía con el otro, y no destaca como ejemplo de compasión, ni determina el modo de ver la realidad humana como unidad e intereses comunes. ¿A qué es debido?
Me temo que nuestra democracia no es modelo como tal y deja que desear como mecanismo de protección. Lo demuestra un titular que leo: “Grupos de trabajadores se ofrecen cada mañana en plena calle como mano de obra y pactan precios a la baja”. O sea “jornaleros subastados medio siglo después”. En su mayoría emigrantes presos de la desesperación que resucitan una práctica de tiranía ya erradicada a finales de siglo pasado. “Qué se puede esperar” diría Pepiño Blanco, si quien gobernara fuera el PP de Rajoy. En cambio, la noticia es un eslabón más que entronca con el retroceso social al que viene sometiendo al país el gobierno socialista. Por lo visto, en la doctrina del puño y la rosa es éticamente democrático culpar a la oposición de todo lo que ocurre en el sistema imperfecto, hasta es culpa del PP que se banalice con quienes esperan en la oscuridad el cierre de un supermercado para llevar algo a su casa aunque sea caducado.
En tiempos de crisis los primeros en ceder a la tiranía capitalista es la parte débil e inocente sin posibilidad de defenderse. Siempre fue así. Nada ha cambiado, tampoco nada invirtieron y, nada invertirán en los mecanismos de control para evitarlo. Ahora bien, esta puñetera crisis de ahora me huele a tufillo embustero. Y, sin descartar mi mal pensar, creo que abocan a la sociedad a un empobrecimiento premeditado de tristes recuerdos. Digo bien: premeditado. ¿Por qué? A Zapatero y al entramado financiero español se la traen floja los “bellacos” (funcionarios, jubilados, madres embarazadas sin cheque o jóvenes aporreados por la policía) que han visto recortados nóminas, pensiones y derechos. Vamos que no es sólo a la Canciller Merkel a quién le importa los españoles un “pepino” (nunca dicho en mejor momento) Que no cuenten milongas. Saben de sobra que esta crisis no es puntual ni transitoria y que vino para quedarse muchos años.
Sospecho que psicológicamente preparan el terreno saturándonos el cerebro para que aceptemos con normalidad una calidad de vida decadente, dramática en ocasiones y, sobre todo, insolidaria viviendo a la deriva.
En la historia de la política aparecen infinitos personajes dedicado a este menester que fueron tachados de mentirosos sistemáticos por naturaleza o por osados. Les venía bien colar alguna que otra a la sociedad para sacar proyectos adelante que después resultaron ser beneficiosos. Pero ocurre que de las trolas de Zapatero y los suyos se avergonzará hasta el padre de la mentira, el señor de las tinieblas.
Funestas consecuencias se avecinan. A ver como salimos de esta sin economato y la temperatura subiendo. Es que…
Antonio Moreno Pérez
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