Isco y la injusticia
![](https://www.elpespunte.es/wp-content/uploads/2021/08/santi-gigliotti-copia.jpg)
![isco alarcón](https://www-elpespunte.rapidload-cdn.io/wp-content/uploads/2024/05/isco-alarcon-jpg.webp)
La justicia la mayoría de las veces es una esperanza, un anhelo, el premio por hacer las cosas bien. Dicen que es poética, pero se nos olvida que lo de Rimbaud también es poesía. Uno se esfuerza, da lo mejor que tiene, sacrifica hasta el último palmo de sus comodidades queriendo convencerse de que, aunque no puede decidir qué números saldrán, sí que puede tirar los dados. Pero nada asegura que el rendimiento te proporcione los réditos que soñaste, nadie te habla de los surcos en el tablero, de las ironías crueles del azar, de los caprichos de una gravedad mal explicada.
Cuando te pasa, cuando se ríe de ti la suerte y te obliga a llamarla mala, te cagas en los muertos de las películas de instituto americano en las que la última canasta entra desde el centro del campo justo cuando va a sonar la campana y la pareja de guapos se jura amor eterno. También maldices los azucarillos que trae con el café un camarero que se parte el espinazo de sol a sol, en las escaleras de Rocky y en todos los sacacuartos mentirosos que venden cursos de motivación a niños para los que la motivación es parecerse a un panoli ciclado con el pelo color papas con carne. No es que si quieres puedes, es que si quieres luchas por intentarlo y si no te arrepientes por no atreverte a lucharlo.
Lo de que lo importante es participar siempre me ha parecido estupendo, pero me toca mucho la moral que lo suelan decir justo las personas que no han participado. Esas palabras me cabrean aún más cuando noto en el tono de quien las pronuncia cierto afán de consuelo, como si una mierda de frase hecha se fuese a acercar a paliar la jodienda. El problema es que no hay que entenderla así, esa oración es la base de la educación, de una educación en los valores inevitables de la derrota, de la putada, del contratiempo. Justo lo que nos falta ahora que nos recreamos en la deportividad, en el juego limpio, y todas esas cosas que van de suyo, pero no nos ocupamos de desmitificar de una santa vez ese buenismo en forma de paracaídas sin anilla con el que obviamos que existen y existirán precipicios por los que tarde o temprano terminaremos cayendo.
Lo importante es participar, ya, no te jodes. Lo importante es acatar las reglas de participar y tener en cuenta que una de ellas, la más importante, advierte de la enorme y verosímil posibilidad de que te vayas con la boca rota. Lo importante es participar, sí, y los que lo dicen probablemente lo hacen porque nos quieren. Es parte de un protocolo vital, está dentro de un ramillete de perogrulladas que las personas decimos a quienes apreciamos en momentos en los que no queremos hablar, pero sabemos que no podemos quedarnos callados. Son una especie de desavío verbal. Cuando a alguien cercano se le muere alguien cercano le dices que lo sientes, tío, que su ser querido ya está descansando. Y lo abrazas, porque ese era el objetivo de ese cliché; ser el preludio de un abrazo. Cuando lo dejas con una persona, le dices que ya no era lo mismo, pero que no ella era, que eras tú, cargándote unas culpas que no alivian a ninguno. Spoiler: erais los dos. Cuando a una persona la dejan, o la fastidian y te lo cuenta, te sale un no te rayes. No es un despliegue de inteligencia emocional, no es que no le estés escuchando su movida, es que no tienes respuesta para su pena y lo único que se te ocurre es decirle que estás a su lado. Hay noterayes de pasotismo, pero yo también creo en los sinceros. Cuando pierdes te dicen que lo importante es participar, y sí, es lo correcto, está dentro de ese manual de urbanidad, pero, ah, cómo escuece escucharlo, cómo acuchilla el ánimo maltrecho del que apostó tiempo, salud y alegría a una empresa que se le escapa en la cara. Porque no hay nada más doloroso que eso, haberlo sentido cerca, palpar con los dedos lo que pudo ser.
Lo injusto no es antónimo de lo justo, lo injusto es sinónimo de lo humano. Aceptar que la injusticia existe es ahorrarse unos cuantos disgustos y otras tantas decepciones. Claro que hay injusticias de diferentes grados, pero todas en esencia llevan el mismo espíritu: el destino no es imparcial, la existencia no atiende a principios de neutralidad. Quién le iba a decir a Isco que después de matar fantasmas a cañonazos, de exorcizar la negrura que tenía arrendada en su cabeza, iba a volver a transitar por los senderos de la gloria. Nadie estaba en posición de prometerle que, si se levantaba, perdía peso, soñaba y luchaba iba a volver a un nivel al que ya ni se acordaba que había llegado en su día. Sin embargo, se atrevió a transitar por el desierto y sudó la ansiedad que lo amordazaba.
Se hizo la coleta de samurái y eligió bien el contexto para intentarlo. Y, chas, volvió. No se sabe cómo, pero se encendió esa chispa que podría no haber vuelto a aparecer nunca. Y de nuevo caminó como caminan los futbolistas especiales, y volvió a enamorar al balón y a conquistar a un país con quiebros, controles y caños paranormales. Quién le iba a decir a Isco que poco después de verse desahuciado su juego iba a provocar un clamor tan grande, tan rotundo. Quién le iba a decir que sus actuaciones harían que el seleccionar nacional se viera presionado por todos los que aman el fútbol para que lo llevase a la Eurocopa. Quién le iba a decir que de verdiblanco volvería a encontrar la afinación de su arte y que eso haría que su talento reapareciera intacto, como de vuelta de unas largas vacaciones. Y quién le iba a decir al malagueño que cuando Luis de la Fuente ya se había rendido a la evidencia de que no hay otro centrocampista español a su nivel, en un partido contra Las Palmas, presionando para llevarse un balón intrascendente, se iba a fracturar el peroné izquierdo. Y todo se esfuma con el aroma de lo injusto, y todo se viene abajo como si tuviera que pasar. Hay tantas cosas que no son justas, tantas preguntas sobre las que es absurdo reflexionar. Si empezáramos por el principio, algún envidioso, de esos que hace fe de la injusticia y la usa para acusarla de todos sus males, podría decir que no es justo que Isco naciera con dos guantes en cada pie, con capacidad de regatear a una hormiga en una baldosa sin pisarla. Qué es más justo que juegue Lunin o Courtois la Final. Pero obviando ese tipo de pataletas y dilemas, duele y jode ver como alguien pierde aquello por lo que luchó en un segundo, en una acción fortuita.
Cuando ayer por la tarde salió el parte médico, el futbolista que le propinó la patada palmaria a Isco le escribió un tuit en el que decía lo que dice alguien que se viste por los pies. Que había sido sin querer, que pronta recuperación, que un abrazo. Pero Isco, ay, Isco, le respondió como le respondería un genio, quitándole hierro a la tragedia, exculpándole de la injusticia: «Cosas del fútbol, amigo. Un abrazo y mucha suerte». Así se baja el balón del infortunio, así se le hace un sombrerito a la adversidad. No jugará la Eurocopa, pero Isco ya es Betis, un apóstol más de esa filosofía de los que se crecen ante las puñalás traperas del destino. Lo importante no es participar, lo importante es aspirar a hacerlo como Francisco Alarcón Suárez.
![](https://www.elpespunte.es/wp-content/uploads/2021/08/santi-gigliotti-copia.jpg)
EL POYETE
Sevilla, 2001. Caballo de carreras de fondo, escritor de distancias cortas. Periodista, bético, sevillano.