Reciente y afortunado hallazgo de las primitivas reglas de la desaparecida Cofradía del Cristo de la Sangre de Osuna

Quien visite en estos días la iglesia del antiguo convento de San Agustín puede contemplar al Santo Cristo de la Sangre, clavado en una cruz de plata fechable en el siglo XVIII, en el camarín del retablo mayor. La iniciativa la han llevado a cabo, una vez terminados los cultos de las cofradías radicadas en la iglesia de San Agustín, algunos cofrades de la Hermandad de la Vera-Cruz, que pretenden con ello rescatar del olvido a una imagen que en otro tiempo gozó de gran devoción en toda la comarca. De esta forma está presidiendo los cultos y actos que se van desarrollando en los últimos dias de Cuaresma, como la final del «Carmen Torres» y el Pregón de las Siete Palabras, o se celebraran en Semana Santa, como los oficios del Jueves y el Viernes Santo. Curiosamente, se da la circunstancia de que sean los hermanos de la Vera-Cruz, en otro tiempo enfrentada a la de la Sangre, los que se esfuerzan en mantenerla y recuperarla.

A esto se une el reciente y afortunado hallazgo, por parte del historiador Pedro J. Moreno de Soto, de las primitivas reglas de la originariamente conocida como Cofradía de la Santísima Sangre de Nuestro Señor Redentor Jesucristo, que están siendo estudiadas. Este documento resulta de interés para los historiadores pero también para el mundo cofrade ursaonés ya que, entre otras curiosidades, se detalla la composición del cortejo procesional y las calles por donde transitaba y que a continuación mostramos en algunas pinceladas: «Tanto los hermanos de sangre como los de luz debían ir ataviados con túnica, capirote y el escudo dorado. La imagen en su cruz era portada por cuatro diputados que se turnaban con los otros cuatro que componían la Hermandad. Además de los ocho diputados pertenecían a su junta dos alcaldes y dos mayordomos. Debían llevar túnicas de lienzo teñido de negro con capirotes y un escudo dorado. Se llevarían disciplinas con muchas cuerdas. Los dos alcaldes llevarán bastones para organizar la procesión. Las mujeres hermanas iban descubiertas y cobijadas con sus mantos alumbrando detrás de la procesión. Acompañarían al cortejo cuatro frailes religiosos del convento de San Agustín. La procesión se alumbraba con doce hachas grandes, del tamaño de las que tenia la Cofradía de la Vera-Cruz. El cortejo se completaba con dos cruces teñidas de “colorado” con un clavo en cada uno de los dos cabos de la cruz. Salía de la iglesia del convento de San Agustín a la puesta del sol, continuaba por la calle Teba hasta la plaza, desde donde se entraba a la iglesia de San Francisco por la puerta principal, para salir por la puerta de la Carrera. Desde ese punto se dirigían a la iglesia del convento de Santo Domingo. Tras entrar en el templo dominico se cogía por la calle Cueto hasta entrar por la “puerta del sol” en la iglesia mayor. Tras salir por la “puerta colorada” se continuaba por la calle San Antón para dar en la Puerta del Agua y Puerta Teba, desde donde se volvía a San Agustín.»

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