¿Por qué lo de Puente con Milei no es una metedura de pata?
Cuando Pedro Sánchez nombró a Óscar Puente ministro de Transportes sabía perfectamente lo que hacía. Buscaba a un hooligan, a un soldado fiel que cumpliera órdenes sin pensar, que tuviera el cuajo de denunciar el fango mientras chapoteara en él sin ruborizarse. Quería un guardián para ese muro que ha diseñado para esta legislatura de frentismo y división.
Es reseñable que el jueves pasado, antes del supuesto exabrupto fortuito del ministro de Transportes, el presidente del Gobierno en un mitin en Cataluña se refiriera a su homólogo argentino como ‘el de la motosierra’. No sé, un poco extraño hacer esto en plena campaña catalana, ¿no? El caso es que horas después veíamos como el vallisoletano acusaba al presidente de otro país de ingerir sustancias, vamos, de drogarse. Mucha casualidad. Creo que cualquier persona con un mínimo de intelecto sabe que llamar a alguien farlopero es motivo suficiente para empezar un conflicto, ni hablar ya si esa persona es el presidente de una nación hermana. Por cierto, democráticamente elegido por los argentinos. Cositas de la regeneración democrática.
Pensemos, ¿qué supuso la bravuconada de Puente? En primer lugar, pasar de pantalla, ya no es que dejáramos de hablar de lo de Koldo o lo de Begoña, ya es que lo de la grotesca performance de mago de comunión del Sánchez epistolar, de lo que solo ha pasado una semana, parece algo que ocurrió hace años, una broma sin maldad. Así funciona el bucle de los escándalos, uno borra a otro. Ya hay que tener una memoria bien entrenada para acordarse de aquello de la amnistía. Qué lejos queda.
La otra parte de esta estrategia de confrontación con Argentina está el insuflarle oxígeno a un Vox moribundo al que Sánchez necesita para sobrevivir. Por todo el mundo es sabido que Milei pertenece a esa familia ultraderechista de la que Vox es el último mono, el niño en pantalón corto con los dientes de leche. Lo que se buscaba con las insinuaciones infundadas de Puente, qué gracia la matraca de los bulos y los pseudomedios, es volver al marco mental del ‘que viene la extremaderecha’ que le sirvió a Sánchez para resistir por los pelos el 23 de julio. Era eso lo que se buscaba, emprender una crisis diplomática con un personaje extravagante como Milei para relacionarlo con Vox y, ya de paso, mezclarlo con el PP y con Feijóo.
Así son las cosas de la regeneración democrática, de la máquina del tango. Pasamos por arte de falacia del ‘Milei se mete sustancias’ a ‘Feijóo es como Milei’. Ese era el objetivo, volver a dominar la conversación pública y ceñirla a que los del PP son ultras vestidos de moderados. La única parte de la estrategia que no dependía de Sánchez también le ha salido bien. Vox ha leído la jugada del presidente y ha decidido aceptar la mano que le han tendido. Es ese eterno pacto de retroalimentación entre Sánchez y Abascal. Tú dices tus cositas nazis, yo te combato. Los dos ganamos; yo te doy los votos de los más exaltados que siguen creyendo en la utilidad de tus golpes de pecho, y tú me das los de los que creen que si tocáis poder os vais a poner a desterrar a los gays. De ahí la carta que hoy, emulando hasta el formato del enamorado, ha enviado Bambú a Génova. Una carta en la que dice lo que lleva repitiendo Vox 5 años. Entre Sánchez y Abascal vuelven a hacerle la pinza a Feijóo. Ponen al gallego en el medio del fuego populista. Si se mueve hacia un lado será un acomplejado, si se mueve hacia el otro será un facha. Si se queda quieto unos y otros repetirán las dos consignas anteriores. El 18 de mayo viene Milei a España a apoyar a Vox de cara a las elecciones europeas. Hasta entonces compaginaremos el salmo de la regeneración democrática con el extremaderecha, extremaderecha, extremaderecha. Sánchez le da oxígeno a Vox. Vox le da oxígeno a Sánchez. La supervivencia de Sánchez depende de Vox. Y viceversa.
EL POYETE
Sevilla, 2001. Caballo de carreras de fondo, escritor de distancias cortas. Periodista, bético, sevillano.