Osuna en el aire
por El Pespunte
9 julio 2015
Hace un par de días, al calor de los hechos y de las temperaturas, me sumergía en la lectura de GRECIA EN EL AIRE, libro cuyo autor es Pablo Olalla. editado por Acantilado. Una obra que aconsejo. Sin renunciar a la claridad, Olalla desgrana ante nuestros ojos la Atenas de ayer, que es la de hoy y la de mañana: la Atenas necesaria, y ello con una sutileza y un refinamiento, a la par que con una expresión cautivadora y un sentimiento apasionado por la patria de Teseo. Ante nuestras miradas, aparecen y perduran espacios, gentes, voces e ideas. Gracias a un fluido diálogo entre el ayer y el hoy, el autor comparte con nosotros su Atenas, que llega a ser nuestra Atenas, una Atenas mítica por real. Atenas como la realidad utópica que es imprescindible vivir de nuevo: la Atenas epicentro de un mundo revolucionario donde aparece, como esperanza ciudadana, la Democracia, el paso de la existencia como siervos a la vida como ciudadanos. La Democracia, que no es el menos malo de los gobiernos posibles, sino el mejor gobierno con todos, para todos y de todos.
Y así, entre puertas, metopas y templos, acompañado por Solón, Tucidides, Pericles, Platón, Aristóteles, Aristóteles,… aparecen ante nuestra atenta mirada el Ágora, la Asamblea, la Academia, la Ciudadanía, …
Y ahí, justo ahí, la Atenas reivindicada, la Atenas utópicamente imperfecta, se funde con la Osuna irrealmente perfecta.
Se inicia así mi propio deambular por nuestras plazas y lugares, que de ágoras locales se han convertido, en no pocas ocasiones, en simple refugio de agoreros. Unas plazas que padecen un urbanismo extranjero a la convivencia ciudadana. Unas plazas que, estructuralmente, impiden su papel como Ágora. Juan de Mesa (¿sabrán los vecinos el porqué de dicho nombre?), hormigonado escaleno que desciende con insulsa ramplonería, sin sombras protectoras, y de espaldas a ese mismo vecindario. Idéntica hostilidad urbanística en los muros sin respiración que acotan la plaza El Paleto (¿quizás ahora si sepa el porqué del nombre?). Dos ejemplos de un urbanismo no urbano. Espacios que dan su espalda al ciudadano. Un diseño que favorece la usurpación por parte de esos ilotas bárbaros que desconocen o, simplemente, desprecian la polis y lo que está representa. La desaparición del Ágora…
Continuo mi deambular. Mis pasos me llevan a la cúspide del cerro. Y allí, estática, inmóvil, eternamente eterna, se asienta la ciudad universal, la Universidad. ¿Academia? ¿Liceo? Platónicamente aristotélica, quizás solo escolásticamente boloñesa… Pero, ¿y la Verdad? ¿Dónde se busca la Verdad? ¿Logramos que esta Academia sea la Atenas referente y diferente que Osuna necesita? ¿Es tal Atenas o simplemente Esparta que arroja niños por el precipicio? Quizás sea que, ante tantas preguntas, las entendederas y el seso se nublan impidiendo ver que el rey está vestido, tal y como se afirma.
Y continúa mi deambular meteco. Antigua iglesia de La Merced, ex tinta escuela de niñas, patio de los otrora influyentes Arjona, cemento hiriente en Mohedana, posmoderno refugio juvenil de dragones, enanos y rubias de pega… ¡Cuánto nombre y dispersión! Edificios, edificios, granos que se van lanzando al buen socaire de nuestro levantisco y caprichoso solano. Pero ¿ y el proyecto? Sin iniciativa, a expensas de foráneos. Pero, ¿y la polis? ¿y la iniciativa propia de la polis? Saltos, individualidades, en ocasiones con fortuna (¡Ay de esta forma de ser tan nuestra, tan de aquí, tan metida en las entrañas ursaonenses, que cultiva y fomenta el individualismo, genial sólo en ocasiones). Aislamiento y soledad, las más de las veces; superficie y cortedad, in media res; rancio conformismo y mansa pesadumbre, cuando menos.
Y sigo con mi deambular meteco para desembocar en nuestra propia plaza Syntagma, nuestra Alameda, vigilada de día desde los vitrales poderosos con opaco hábito rutinario; y con nocturnidad dejada a su suerte, cuando el sol se despide saliendo para Sevilla. Consistorial oligarquía que, con consuetudinario desdén, reparte por igual prebendas y condenas. Nueva oligarquía que perpetúa el silencio y la obediencia del lazarillo, o sea, lo previo a la Asamblea, lo anterior a la Democracia. Un poder a lo Damocles que posterga, sine de, la llegada de lo que necesitamos: una auténtica Asamblea local, un verdadero Consejo, y no una mera mesa de corporativos. Y, por más empeño que le pongo, el rey, tetrarca, continúa desnudo.
Y así, la ciudadanía asiste, adormecida en su atemporal parsimonia, al constante vaciado de contenidos y de esencias, aceptando con beatífico plácet que allí en el Olimpo, donde demiurgos y parcas urgen en penumbra, se les premie o se les deje por más tiempo en tierra carma.
Y ante esa ausencia ciudadana, mis pasos me conducen, para reencontrarme con él, a mí punto de partida: Osuna en el aire, Osuna sin proyecto, Osuna difusa y confusa, Osuna difuminada y en sfumato.
Mas Osuna en la mente y en los sentidos.
Porque es hora de empezar a levantar la voz ciudadana para dirigir la barca de nuestro destino a tierras de verdad y de virtud.
Porque es necesario que las parcas y los demiurgos sepan que nada pueden cuando tienen frente a ellos una voz ciudadana libre; esa voz consciente de su deber para hacerse presente y visible en los foros, para hacer de estos una auténtica ASAMBLEA de ciudadanos con poder.
Porque, frente a la desidia y a la condescendencia, es hora de practicar la acción consciente de la conciencia.
Porque, frente a las chapuzas y a la ausencia de voluntad, es hora de practicar el rigor y la constancia.
Porque, frente a la dejadez, es la hora del cumplimiento y del compromiso como ciudadanos.
Porque, frente a la indolencia, es el tiempo de empujar y de trabajar para que el carro surque la vía de la honestidad.
Porque, frente a los silencios cómplices, es la hora de ejercitar colectivamente la voz que expresa la Verdad, aunque a veces esa verdad colectiva le duela en lo profundo al yo individual.
Porque, frente a la chabacanería, es tiempo de mimar el buen gusto, para ser modestos Fidias que trabajan con esmero por una estética ética.
Porque es la hora de la ciudadanía. Y ser ciudadano, adquirir tal condición, nos exige comprometernos y compartir, velar y reclamar poder, siendo conscientes de que ese poder, esos derechos y esos deberes, esos deberes y esos derechos, no son el regalo misericordioso de ningún titán, sino que son el resultado del esfuerzo, el trabajo, la superación diaria, la conciencia y el firme compromiso de los mortales, de los humanos, de la ciudadanía ursaonense, la cual, en su finita grandeza, en su imperfecta perfecta humanidad, fue y es capaz de concebir y de pelear por un mundo, una Osuna, diferente: una Osuna, un mundo, una plaza, una casa, realmente democrática, de los ciudadanos, con los ciudadanos y para los ciudadanos.
Osuna en el aire…
Osuna, 7 de junio de 2015.
Manuel Martín Santillana
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