Como ciudadano, juro o prometo con lealtad…

El pasado sábado 13 de junio, y con cierto retraso respecto a la hora prevista, será por aquello de nuestro sureño sentido de la puntualidad, se constituía el nuevo Ayuntamiento de nuestro pueblo.
El acto de constitución, aunque reducido a un trámite administrativo formal, presenta – al menos para quien esto escribe -un carácter novedoso, que invita al optimismo, sin perder de vista, claro está, la realidad. Me explico, si me permiten. 
De un lado encontramos a quienes se reafirman en su discurso, reiterando ideas y estilos del pasado: formalismos vacíos sin querer ir un paso más allá de lo que marca el protocolo, tonos de lamentos con mayor o menor fortuna, sensiblerías más o menos oportunas y gestos al respetable, para bochorno de aficionados. 
Pero ¿y del otro? Del otro, las voces que apuntaron que el rey, se diga lo que se diga, está desnudo; que esta participación electoral cuatrianual debe vestirse de otro modo y con ropas nuevas, claro está, si se aspira y se defiende una verdadera Democracia. Y ¿de qué ropa estoy hablando? Del ropaje de la voluntad política, el ropaje de las ideas y los principios como motor de declaraciones y de hechos. En suma, el ropaje de quienes hemos apostado por la Política como ese espacio donde encuentran vida las ideas, donde se ponen en marcha proyectos y modelos de una sociedad verdaderamente diferente, donde debe cobrar vida un nuevo futuro; y digo nuevo, porque no se nos puede olvidar que tanto PP como PSOE no es que no tengan idea de futuro, sino que tienen su modelo, un modelo de simples cantos, bien de cisnes bien a la galería, y en todo caso paternalistas. 
Y, sin embargo, algo se ha movido.
Los tiempos, aunque haya quien insista en lo contrario, son radicalmente nuevos. La sociedad reclama cambios en profundidad, cambios que garanticen un mañana digno y justo. Un cambio que, en el caso de Osuna, es de una urgencia vital.
Así, y entrando algo en el detalle. Queda claro que las dos opciones que prometen o juran su inquebrantable adhesión sistémica han perdido votos. Se agotan, pero no pierden. Unos y otros no han sido capaces de ganar ni esfuerzos ni voluntades en torno a lo que dicen, por mucho que han invertido en ello. Abundando en el detalle, y aquí entramos en lo más preocupante, por lo que tiene de desapego real, mensurable, no sólo al sistema, sino a la posibilidad de un cambio de radical envergadura: la abstención, que ha llegado hasta el extremo de ser la más alta de la historia de unas elecciones municipales. La abstención gana terreno, a pesar de lo que está en juego. Los menores de 25 años no encuentran, o no pueden encontrar, motivos para participar en política. Y una preocupación aún mayor, por cuanto de futuro conlleva: la población no crece, se estanca. Y así, ¿alguien se pregunta cuál es el futuro de un pueblo cuya población no varía, que cuenta con el mismo padrón de habitantes, desde hace decenios? ¿Qué pirámide de población presenta nuestro pueblo? ¿Dónde crece y en qué condiciones crece, si es que a algunas expansiones se las puede llamar crecimiento? ¿Qué espera a quienes estudian la ESO y no continúan su formación? ¿Qué pueden esperar quienes abandonan, por activa o por pasiva, sus estudios y no logran ese título, la ESO, que de por sí no es garante ya de nada? ¿Qué modelo es ese que se sustenta en “dar” 426 euros sin estimular a la par la autonomía y la responsabilidad de la conciencia pública y ciudadana, sin buscar y erradicar los problemas de fondo? ¿Qué validez puede tener un modelo que se sustenta y se contenta con coexistir con el empobrecimiento generalizado y la dependencia asistencial? ¿Qué futuro social tenemos? ¿Un mañana de desesperanza “ a ver si sale algo”, “ a ver si me llaman”? ¿Un mañana de rogativas y novenas para ver si el demiurgo en su infinita clemencia amanece con pie generoso y reparte entre la peble el maná sobrante?…
Y sin embargo, algo se mueve…
Esas voces se mueven, que se salen del guión, y por eso son importantes, y son importantes porque son necesarias. Son voces de cambio y son voces de trabajo. Son las voces que expresan y defienden la ilusión, las esperanzas, que reivindican el Futuro reclamando y dandolo todo en el Presente. Son las voces que no asumen el papel de corifeos. Son las voces que construyen el contrapunto de una izquierda socialmente necesaria, humamente indispensable.
Nadie nos había prevenido contra lo que nos está tocando sufrir. Nadie nos advirtió: unos por desconocimiento, otros por necedad y otros, sistémicos, por maldad. No sufrimos un castigo que, por divino, nos resulta incomprensible. Nuestra nave no surca el mar de los Sargazos ni se enfrenta a Listragones por casualidad, porque simplemente nos haya tocado en una apuesta de trileros. Tampoco somos Sísifos o Prometeos que debamos purgar nuestras penas por haber osado robarle a los dioses sus secretos, y estos se vuelven contra sus criaturas para vengar con crueldad la osadía.
Vivimos y sufrimos el resultado de una acción meditada, de una estrategia fríamente diseñada, con una intención y una finalidad evidente: eliminar cualquier atisbo de esperanza, haciendonos vivir en carne propia la cita del infierno dantesco, vosotros que aquí entráis, perded toda esperanza.
Hemos perdido el paraíso terrenal, los dogmas y verdades inamovibles, firmes, seguras, yacen el sueño de los justos, cubiertos del polvo de los muros, las banderas están rotas…
Y sin embargo, resistimos, resistimos porque algo nos lleva a movernos.
Hemos echado a andar por otros caminos y veredas, porque el movimiento es necesario e imprescindible para la vida.
Si algo queda claro, después del pasado sábado, y también en Osuna ha quedado claro, es que los viejos tópicos viejos no valen. Pero también ha quedado claro que no necesitamos de guías, ni espirituales ni mundanos, que nos alumbren la verdad, aunque sea para que que nos podamos conformar con las sombras y las penumbras, porque peor sería la total oscuridad. Si algo ha quedado claro es que somos nuestro propio camino, y que en nuestro camino estamos dispuestos a construir y a sembrar. Desde la modestia, y desde la honestidad, debemos trabajar por la Verdad. Nadie, por muy certero, lúcido y lucido que pueda ser en sus discursos y en su práctica, podrá por sí solo encauzar y vertebrar respuestas.
Necesitamos capacidad, ingenio, valentía y creatividad, pero tabién necesitamos, como agua de mayo, bondad y generosidad, de todos y cada uno de nosotros, para abrir nuestro propio yo hacia lo que es auténticamente grande: la colectividad, una colectividad que será desde la confluencia en el trabajo, o no podrá ser, por mucho que nos empeñemos. 
Por ello, quienes hemos optado, con responsabilidad y libertad, por estar en la batalla, ahora como siempre y nunca antes como ahora, debemos estar a la altura de las exigencias. Creemos en la transformación social y en la erradicación de los modelos y estilos políticos que, de forma indigna y contraria a la razón y al sentimiento humanos, han provocado el estado actual de desesperación social, de emergencia ciudadana, de pauperización y de aculturación.
Las personas, cívicamente inquietas y activas, deben empujar, preguntar y preguntarse, proponer y exigir a todos. Y, de forma muy especial, esas personas, junto a esas voces que representan la discordancia, deben construir unos discursos y unas prácticas radicalmente nuevos, con solidez y profundidad, con calma, con originalidad y con una valentía renovada, capaz de hacer frente a los miedos, tanto ajenos como propios.
Las personas, cívicamente activas e inquietas, deben organizarse en frentes de culturas y de trabajos que alumbren ese horizonte transparente, que sea la garantía de la Esperanza, la Cultura, la Dignidad, la Honradez, la Bondad y la Justicia Social como elementos indispensables para todo desarrollo humano, individual y colectivo…
Porque, a pesar de todo, resistimos, somos…
Porque, a pesar de todo, algo se mueve…
 
Manuel Martín Santillana
IZQUIERDA UNIDA
 
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