Cerrar los ojos
A veces cierro los ojos y veo el mar. A veces siento la brisa, huelo la sal. Veo un barco que sale de la bocana. Veo niños jugando en la orilla con sus padres. Oigo las olas rompiendo sobre la arena, movida por el último temporal. Escucho el ruido de los aviones despegando de las pistas de El Prat. A veces cierro los ojos y noto su ausencia, una ausencia atrapada en un bloque de hormigón, en una carga suspendida en una grúa enorme. Otras veces cierro los ojos y veo el mar lleno de olivos. Noto en mi piel el frescor de la mañana de agosto, el paso de las liebres, el vuelo de las palomas sobre la casa del cortijo donde mi tío trabajaba. A veces cierro los ojos y veo aquel mundo donde crecí, donde los niños éramos algo tiranos sin saberlo; donde cazábamos lagartijas y las metíamos en botes de vidrio. A veces cierro los ojos y me estoy comiendo un helado en Los Valencianos o tomando un granizado en la Peña Bética de la calle Sevilla. A veces cierro los ojos y siento que el tiempo se para a la hora de la siesta y que el único entretenimiento es ver el Coche Fantástico. A veces cierro los ojos y veo la realidad. Veo la luna en cuarto menguante, la vida sin ellos, que no me hice futbolista y que vivo feliz. A veces despierto y busco el camino que me lleve a mis anhelos; a una tostada con aceite, al pozo de agua fresca, al Benito Villamarín, a Esquivel o a una caña de cerveza bien tirada. Cerrar los ojos es algo que hago a menudo, como correr, charlar con los vecinos, o desayunar a solas mientras todos duermen. Para poder ver nuestro mar hay que cerrar los ojos y notar el latido del corazón, el aire que inunda nuestros pulmones y la sangre que riega nuestro cerebro. A veces cierro los ojos y veo el mar.
© Juan Zamora Bermudo
Foto: Adrián Zamora
Twitter: @gaeliadeideas
ELIPSIS DE DETRÁS DEL ESPEJO
Su reflejo le espera, impaciente. El conejo le llama a voces por el pasillo. Ella corre sin parar, como huyendo de una maldición eterna. Las moscas forman enjambres pegajosos por las paredes húmedas y las serpientes se ríen a carcajada limpia. Las escaleras le indican la dirección hacia su destino, que no es otro que el que le imponen las voces. Llega a la sala de curas donde la tienden en la camilla, la atan e intentan tranquilizarla. Los mira con la cara congestionada por el curare cerebral, segura de que no les confesará dónde guarda la caja con sus gusanos de seda.
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Periódico joven, libre e independiente.
Fundado el 24 de noviembre de 2006 en Osuna (Sevilla).