Luisa Brenes, con 90 años, al frente de un grupo de vecinas que se empeñan en mantener la ‘Velá de San Antonio’
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- La 'Velá de San Antonio' fue durante una época punto de reunión del pueblo el 13 de junio, día que dale en procesión
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Luisa Brenes Bohórquez tiene 90 años y es, desde hace mucho tiempo, el alma de la ‘Velá de San Antonio’ que se celebra el próximo 13 de junio en Arahal. Madre de cinco hijos, cuatro varones y una hembra -puntualiza-, once nietos y seis bisnietos y otros dos que vienen en camino. Cada tarde abre la puerta “falsa”, así es como se llama la puerta trasera de una casa en esta localidad, para recibir por tandas a sus vecinas y familia que llegan a verla y la arropan con el cariño que dicen merece. Ha regentado una tienda en la calle casi 40 años, o más, no se acuerda exactamente pero han sido muchos. Siempre ha puesto a disposición su casa para que esta fiesta popular saliera adelante.
“Cuando encierran al Resucitado (Domingo de Ramos) en la ermita de San Antonio, ella ya está pidiéndome que le baje las flores”, cuenta su única hija, Inmaculada Portillo. Ella ha heredado el ímpetu que requiere la organización de una velá o cualquier otro evento de este tipo.
En la actualidad, convoca a los vecinos, recoge los donativos para comprar flores y el material necesario. Y, cuando llegan para echar una mano más de cinco vecinos, abre el frigorífico y la despensa y en un momento tiene montado el aperitivo. Lo mismo que ha hecho su madre siempre “le pedía dinero a los representantes que venían a la tienda para pagar los materiales de la velá y recogía los donativos de los vecinos”, apunta Luisa.
Van quedando pocas vecinas de edad avanzada para tirar de la organización de este evento. En la esquina vive Josefa Segura Medina, Pepa la del Garaje para las vecinas, que con 94 años también está siempre dispuesta a hacer flores, faldones o lo que haga falta.
“Pero vamos quedando pocas y la gente joven no quiere ayudar”, dice Luisa. Pepa tiene, además, una rama de artista y hace primores con cualquier cosa que se ponga a su alcance desde años atrás. “Sigue igual que siempre, no parece que tenga más de 90 años”, dicen sus vecinas.
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Llamamiento a jóvenes para el montaje
Luisa Brenes lleva dos meses abriendo flores con la ayuda principalmente de sus hijos. “Hasta a mi Rafael, cuando llega, lo pongo a montar las cadenas de flores”. Y dos vecinas que están junto a Luisa el día de la entrevista para El Pespunte, Cristo Gallego y Susana Rosa, que también echan una mano. Inmaculada Portillo anuncia que el día 3 de junio está previsto el montaje en la calle. No sabe todavía si acudirán los jóvenes de la calle para ayudar. “Cuesta mucho trabajo encontrar gente que ayude, hay que pedir una máquina para colgar las tiras de flores, tienen que ser jóvenes, no nos atrevemos a hacerlo nosotras”.
Y es que la ‘Velá de San Antonio’ está en el recuerdo de todo un pueblo, especialmente de las vecinas de esta calle porque entonces era una fiesta popular con mucho encanto. “Tengo 67 años y la primera velá fue cuando tenía 17, la recuerdo perfectamente”, cuenta Cristo Gallego.
En esos años colaboraban todas las vecinas y vecinos de la calle, primero preparando los motivos decorativos, después con el montaje. Finalmente la celebración que se convertía en una auténtica convivencia donde cada una aportada lo que podía.
“Se montaban barras en distintos sitios de la calle para que no faltase de nada”, dice Inmaculada, algo que ahora necesita de “muchos permisos para poco tiempo”. Precisamente la entrada de la casa de Luisa, y de su tienda, era uno de los mejores puntos de encuentro. Una sencilla barra y todo lo que se necesitaba de bebidas y comida, preparados por ellos mismos. La tienda de Luisa ‘la portuguesa’ ha sido durante años referencia en una calle en la que ya faltan la mayoría de las vecinas que vivieron esa época.
Añoranza
Luisa añora aquellos tiempos en los que el bullicio no faltaba en su casa. “No teníamos cochera como ahora, en parte de la casa estaba el ganado, cochinos que criábamos y después un espacio donde teníamos cosas del trabajo”. Pero no importaba porque lo de menos era el lugar sino la unión del barrio representado por personas de todas las edades que hacían tiras de cadenetas de colores unidas con el único pegamento que existía entonces: harina y agua.
Cuando se ponen a recordar, nombran a muchas vecinas que hoy ya no están pero fueron también protagonistas de la organización de la ‘Velá de San Antonio’. Así es como citan a Lupe o a la madre de Susana, y a otras, que a pesar de su edad, como Pepa la del garaje, siguen poniéndose a disposición de la organización para lo que haga falta.
Las vísperas y el mismo día de San Antonio, antiguamente la calle se convertía en punto de encuentro para los vecinos de todos los barrios del pueblo. Esperaban la llegada del paso que sale en procesión realizando un recorrido por lugares claves de la localidad. Por ejemplo, pasa por la Barriada Pio XI, que está justo al lado de la ermita, y donde existe mucha devoción a este santo.
Los martes de cada semana día que se abre la ermita para poder rezarle y ponerle velas. Después el recorrido sigue por el pueblo, dirección al centro histórico, pasa por la iglesia mayor, Santa María Magdalena, y varias calles aledañas hasta llegar a su propia calle donde suele entrar a partir de las doce de la noche.
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Inmaculada Portillo junto con su madre, familia y varias vecinas pelean cada año para que la velá continúe. Piden donativos a empresas, “este año nos ha ayudado Manuel Magosa, del supermercado, y David del Apeadero (bar)”, dice. Pero no quiere dejar atrás la predisposición de varias vecinas de la calle Madre de Dios. Han hecho una “banda de croché” con los colores y el nombre de San Antonio para ponerla abriendo la calle. Ahora tengo que buscar la manera de instalarla pero ha quedado muy bonita y le estamos muy agradecida a estas vecinas”, dice.
Costaleros de San Antonio
Pero “no hay gente nueva para relevarnos. Antes acudían todas las vecinas, Herminia, Paca la torrija, Paqui”. Así van nombrando a vecinas que están en la memoria colectiva. Hubo un parón hace unos años y dejaron de adornar la calle, pero Elena López Frías, otra vecina de la calle, empezó a organizarlo de nuevo. Inmaculada quiere que la mencione porque “gracias a que nos movilizó, volvimos a poner la calle bonita”.
No obstante. ella misma reconoce que no sabe cuánto tiempo seguirán o, si un año de estos, cuando las vecinas más mayores de la calle ya no estén, el recuerdo se irá perdiendo en los entresijos de la memoria. Mientras, disfrutan del evento y hace solo unos días, en sus redes sociales, Inmaculada Portillo colgó una foto en la que se podía ver con todos los costaleros del paso de San Antonio que, después de un ensayo, pararon en la cochera para agradecer el aperitivo que puso a su disposición.
Una apuesta más por los últimos retazos del sentido de vecindad que se pierde sin remedio debido a la evolución de las costumbres sociales. “Antes sólo existían la velá y la feria, ahora hay de todo”, sentencian.
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Redactora de El Pespunte.
Periodista sevillana con más de 30 años de experiencia. Fundadora y CEO de AionSur durante 10 años. Especializada en reportajes agrícolas y sociales en la provincia de Sevilla.