EL MUSICÓLOGO FLAMENCO HIPÓLITO ROSSY Y SU RELACIÓN CON OSUNA.
Hipólito Rossy es autor de un libro fundamental en el flamenco titulado “ TEORÍA DEL CANTE JONDO” que aborda el tema desde el punto de vista de un músico, cosa que no es muy frecuente en este difícil y oscuro mundo de la temática flamenca , en la que hay mucha fantasía y poco rigor histórico. En la solapa de su libro se explica que Hipólito Rossy tiene estudios superiores de música y un profundo conocimiento del folklore andaluz y esto le permitió construir su libro con rigor científico y a la vez con la galanura de estilo de quienes han cultivado este arte desde la infancia. Y esta infancia la pasó D. Hipólito en nuestro pueblo pues su madre era natural de Osuna. En la nota preliminar, a modo de prólogo, en su página 9, dice: “ Al pasar lista a quienes de un modo u otro me han ayudado, he de citar en primer lugar- y ello también porque servirá de explicación de cómo un Rossy de ascendencia extranjera, pueda conocer y sentir hasta el apasionamiento el cante jondo- he de citar, digo, a mi madre . Mi madre era andaluza, de Osuna. Aprendió a tocar la guitarra para acompañarse ella misma- caso infrecuente, pero no único- la Seguiriyas, las Soleares, y otros cantos más que había aprendido , sin que nadie se los enseñara, de oírlos a las gentes del pueblo y a personas de su familia. A mi , en los primeros años de mi vida, me dormía cantándome por seguiriyas, como años más tarde a sus nietos. Sirva este emocionado recuerdo de dedicatoria de este libro en su santa memoria.” Hipólto Rossy nace en Sevilla en 1897. Eso lo corrobora en la página 140 hablando de la saeta: “ Por haber nacido en Sevilla a finales de 1897, he asistido al eclipse de la saeta clásica. Por “ mi calle” pasaban todas las cofradías, puesto que era la que va desde la catedral al Ayuntamiento ( los nombres han cambiado y los de ahora no los sé). En mi casa se reunía un gentío de amigos que llenaban los ocho balcones de sus dos pisos, tres escaparates, la puerta de entrada, y, a veces, hasta la baranda de la azotea. Algún año, cualquier desconocido pedía permiso para subir al balcón a cantar una saeta; subía, cantaba y se quedaba a participar de las torrijas, el arroz con leche, los soldaditos de pavía, los pestiños, los alfajores y demás golosinas con los que era costumbre obsequiar a los invitados , y recuerdo un año que me castigaron haciéndome entrar en casa , por haberme reído de una histérica que cantaba cual si fuera un gato maullando. Esta severidad con un niño- apenas tenía siete años-demuestra la seriedad y respeto que imponía la saeta clásica.” En la página 154, Rossy habla sobre la plañidera- que viene de plañir, llorar- como antecedente de la seguiriya gitana y que fueron los gitanos los que le dieron su nombre definitivo. “ Yo alcancé a conocer las plañideras en Osuna , en 1905. Llamaban así a las profesionales del lloro y el rezo , que asistían a los entierros, rezando y llorando por la calle, tras el féretro, y en la casa mortuoria , en el novenario siguiente . Pero cuando las vi, ya no las dejaban llorar y gritar por la calle y se limitaban a rezar en voz alta.” Hablando sobre la bulería, y en su página 186, Hipólito Rossy dice: “ Para situar la creación de este cante y baile, me valgo de testimonios de calidad. Primero, el del ilustre escritor D. Francisco Rodríguez Marín, nacido en Osuna ( Sevilla) en el año 1855 , quien no conoció la bulería en su juventud y la criticó como cante advenedizo y sin valor en el libro El alma de Andalucía ( pág 15) . Luego, el de mi madre, nacida en el mismo pueblo ocho años después, que tampoco conoció la bulería cuando era joven. Y yo mismo, nacido en 1897, no supe de las bulerías hasta la segunda decena del siglo XX. Aunque entonces ya hacía algunos años que se cantaba y bailaba. ……………. Y si Rodríguez Marín y mi madre y yo mismo, tardamos varios años en enterarnos de la nueva aportación al folklore sureño, es porque vivíamos en ambientes poco propicios para conocer tales novedades, primero en Sevilla y luego en Madrid.” En este libro se hace una aportación que muchos desconocíamos y es un fanguillo de la campiña de Osuna. Escribe D. Hipólito en la página 245: “ El Niño de Marchena ha salvado del olvido al fandanguillo de Osuna. Su melodía no es gran cosa , por más que el citado artista la colme de adornos, pero sus letras tienen una ingenuidad y una ternura que lo hacen merecedor de ser recordado. Malherido. Una mañana encontré a un pájaro malherido, y después que lo curé, en un árbol le hice un nido y en el nido lo dejé. Este fandanguillo debe ser de principios de este siglo ( se refiere Rossy al siglo XX) . Por haber pasado largas temporadas en Osuna durante mi niñez, tengo de él un vago recuerdo, hacia 1906, como de una novedad de aquellos días , en los que oía sus coplas en boca de todos los habitantes del pueblo aficionados al cante, que lo eran en muchedumbre. Su autor sería, de seguro, cualquier gañán de cortijo que encerrara en su rudeza un alma de artista- poeta y músico- y unos sentimientos delicados que le aproximan al Santo de Asís.” Para terminar con este recordatorio que estamos haciendo de un musicólogo flamenco oriundo de nuestro pueblo lo vamos a hacer con lo que escribe Rossy sobre los campanilleros. En la páginas 279- 80 dice así: “ Mis recuerdos se remontan a los ocho años de edad, en el 1905,. Vivía en Osuna y oía cantar al amanecer , cuando finalizaba el verano y en los primeros días del otoño, a un grupo que recorría el pueblo cantando a la puerta de los cofrades invitarles a asistir a la Misa del alba, que se decía en la iglesia de Santo Domingo. La Misa solemne era el día de la Virgen del Rosario , el primer domingo de octubre, y allí terminaba la ronda nocturna del rosario de la aurora. Como salían a la madrugada y el pueblo estaba poco alumbrado, llevaban faroles. Cantaban al unísono, con naturalidad, quedito, sin forzar la voz y hacían callar al que desafinaba. Se acompañaban con campanillas ( de ahí que les llamaran campanilleros), un triángulo , cuyo son agudo servía de guía rítmico al reducido coro; y una guitarra, cuyos acordes daba y mantenía el tono. La emoción de despertarse al amanecer oyendo este coro es inolvidable. Recuerdo perfectamente las melodías que cantaban. Sus autores serían, de seguro, cualesquiera de aquellos sencillos campesinos. Solo recuerdo una letra y no completa , pues he olvidado el final, o quizás no las supe nunca: A la puerta de Santo Domingo La rueda de un carro a un niño pilló, y su madre, triste y afligida, el escapulario del Carmen le echó: ¡ Poned atención! ¡ Poned atención!