Aprender de los enemigos

Esperar tu momento. Eso es lo que nos ha enseñado Carles Puigdemont. Quien resiste, vence. El que escapa es cobarde, sí, pero los cobardes siempre suelen ganar. La honradez siempre hace más caros los logros. En un mundo de tramposos, el prófugo es el rey. Y así ha sido, una oda a la importancia de la paciencia, una masterclass de estrategia y negociación. Aguantó, no se precipitó, supo estar en silencio, movió sus fichas con inteligencia, durmió el partido sabiendo que muchas veces solo hay que esperar a que la fortuna haga acto de presencia y abra un carril por la autopista de lo imprevisible.
7 diputados, ni uno más ni uno menos, que en la caprichosa y endiablada aritmética que salió de las urnas el 23J suponían la llave de la libertad. Ahí lo tenía, el pasaporte de vuelta a casa. Podemos hablar de la suerte, del desquiciado guionista de nuestros destinos, pero para empujar el balón en la línea de gol hay que estar bien posicionado. Las casualidades no solo se sueñan, también se buscan. Y hay que saber usarlas para exprimirlas al máximo. Lo fácil hubiera sido que el ansia y el sentirse poderoso después de que le dieran por amortizado le hubiese nublado, pero no, fue capaz de mirar más allá, leyó la situación y agarró lo seguro y exploró la capacidad de desestabilizar al enemigo. Hizo los cálculos; una España partida por la mitad es igual a un independentismo unido y nuevamente motivado. Completó la vuelta a la tortilla porque no se resignó a volver como el fugado cobarde al que le salvó la potra de un resultado inverosímil, si no que decidió aprovechar su fuerza para escenificar su pulso ante el Estado, convirtiéndose así en el héroe que desde el exilio les dobló el brazo a los opresores. De una mano perdedora, de una retirada, ha tejido una victoria personal y una humillación que es gasolina para el nacionalismo catalán. Ha superado a Jordi Pujol.
Cuando parezca que no hay hueco, acelera. Esto debió de pensar Sánchez el día 28 de mayo por la noche cuando el PP le había goleado en las Elecciones Municipales y Autonómicas. Todas las encuestas le daban perdedor, la lógica anunciaba el fin de una era. Nadie daba un duro, se hablaba de cadáver, la propia izquierda mediática parecía bajar los brazos. Pero en la cabeza del jugador de baloncesto estaba la segunda entrega de su libro: all-in. Se rumorea que el mismo 28 por la noche, el presidente convocó a su equipo más estrecho y les comunicó que iban a tirar el tablero por los aires: a elecciones.
Aún estaban brindando con champán en Génova cuando se enteraron de que Sánchez doblaba la apuesta. Es un suicidio pensaron muchos, quiere hacer el kamikaze decían otros. Y era normal, estaba desafiando a la demoscopia y a lo probable. Pero no, los cogió en fuera de juego y al calor de la necesidad de cerrar los pactos puso en marcha al monstruo de la ultraderecha. Vox, por supuesto, acudió a la llamada y volvió a ofrecerse de bote salvavidas en el naufragio del sanchismo. El PP confiado y aun sacudiéndose el confeti no leyó la jugada y no marcó una postura clara. Sin embargo, perdió el cara a cara ante un Feijóo exultante, parecía que no iba a llegar a la meta, que el balón no iba a entra esta vez. Pero jugó el partido hasta el minuto 95. Perdió en las urnas, pero hizo el cálculo a vuelapluma y sonrió, lo había conseguido. Un país partido por la mitad pero que le permitía volver a hacer la suma con llevada. Lo de la amnistía lo descontó esa misma noche. La concedería. Solo quedaba ser capaz de convertir la conveniencia en convivencia.
Ninguna de las dos personas de las que he hablado tienen ningún escrúpulo. Son yonkis del poder, estrategas que tienen desarrollada la inteligencia en las mismas cotas en las que oscila su ambición. Están poniendo en peligro nuestro Estado de Derecho, han dinamitado nuestra convivencia en pos de sus ansias de poder, han mentido cada uno a sus parroquias. Pero hay que aprender de ellos si se les quiere derrotar. Ellos han traspasado líneas rojas que son infranqueables para el común de los demócratas, no tienen palabra, pero el camino no es imitarles, el camino es combatirles desde las instituciones. Es casi imposible ganarle a quien juega sin reglas, pero creo que en este texto queda claro que los imposibles, a veces, solo hay que dejar que maduren. Resistir es vencer. Cuidar lo que ellos destruyen es ganar.

Sevilla, 2001. Caballo de carreras de fondo, escritor de distancias cortas. Periodista, bético, sevillano.