
“La alternativa fundamental para el ser humano es la elección entre vida y muerte, entre creatividad y violencia destructiva, entre realidad e ilusiones, entre objetividad e intolerancia, entre hermandad e independencia y dominación y sumisión”, esta reflexión de Erich Fromm, psicoanalista y sociólogo alemán, que estudió especialmente el efecto de la sociedad y la cultura en el ser humano, podría ser la invitación de hoy a esta habitación propia, que es nuestra, a modo de Macguffin (del lenguaje cinematográfico, es una expresión acuñada por el cineasta Alfred Hitchcock que hace alusión a un elemento de suspense que hace que los personajes avancen en la trama).
La ciencia política empírica y la teoría política normativa son como las dos caras de una moneda. Confieso que si en una tirada, como si del juego a cara o cruz se tratase, tuviera que elegir sobre el estudio e investigación más pormenorizado de una de ellas, sería sobre la teoría política normativa. En la actualidad, la fuerte crisis de valores que ha llevado incluso a la supresión de asignaturas humanistas en la educación, como el latín o la filosofía; sumado a una realidad política marcada por la polarización, la violencia discursiva, la falta de análisis crítico y la exposición malsana al ruido de las redes sociales que se mueven en la imagen y, por tanto, en el significante sin significado, creo que hacen más necesario que nunca el estudio de la teoría política normativa.
Además, la teoría política normativa como filosofía no solo puede permeabilizar a los actores políticos, instituciones, etc. Si no que se ve permeabilizada por las diferentes doctrinas de la ciencia política empírica lo cual la hace especialmente interesante.
Siguiendo el precepto de Fromm, la ciencia política empírica que descansa sobre la observación con el objetivo de explicar cómo y por qué son los hechos políticos de nuestra comunidad, sería entonces una alternativa de estudio que elige “la objetividad a la intolerancia”. Aspira a describir para entender, y entender es el principio de tolerar.
Sin embargo, como toda observación que recae en un sujeto que goza de libre albedrío, la ciencia política empírica no podrá eludir la subjetividad, pues la voluntad de observar y la elección de lo observado es ya subjetivo. Quizás ello explique los diferentes métodos de estudio dentro del empirismo de esta ciencia (conductismo, estructural-funcionalismo, teoría de la elección pública, teoría de los juegos, cultura política, neoinstitucionalismo, feminismo, ecologismo, análisis del discurso). Otro tema de debate sería si en el libre albedrío de la observación empírica y la elección de los hechos que se quieren describir la ciencia política tiene la capacidad de ver todo o casi todo lo que aspira a explicar. “Miramos lo que podemos, no lo que queremos o necesitamos”.
Por su parte, la teoría política normativa aspira a “como debería ser” la organización y actuación política. En este sentido, si utilizáramos de nuevo la cita de Erich Fromm podríamos defender que la teoría política normativa es una elección “creativa” pues construye sobre valores convirtiéndose en una rama filosófica que persigue no solo el buen funcionamiento de la comunidad, si no el del sujeto en esa colectividad. Nacemos de la naturaleza, sin el filtro de la ley. Y entonces caemos en la comunidad, en la cultura, en la que te haya tocado en suerte, que existe decenas, cientos, miles de años antes de que respiraras por primera vez.
Se define la política como el conjunto de actividades que se asocian con la toma de decisiones en grupo, u otras formas de relaciones de poder entre individuos, como la distribución de recursos o el estatus. Querido lector, querida lectora, ¿quién es usted en sus decisiones? ¿desde dónde observa? ¿qué se alinea con sus valores? No todo es fango. Somos individuos sociales. Permítase hacer uso de su poder personal en sus acciones diarias. El poder no es dominar, es elegir.
