Y el duende vino…

Viene el duende a su casa y pasa lista.
Mira si los que están son o no son.
Y cuando ha visto que no son del montón,
Se vuelve cantaor y guitarrista.
También se vuelve buen aficionado,
De los que escuchan hasta por la mañana,
Porque su casa es la Taberna del Piana,
Donde el que entra, es que se lo ha ganado.
Así que cuando nos bañamos de pureza,
Con el duende metido por los huesos,
Nos creemos que es nuestro el universo,
Y la música, de mamá naturaleza.
Y el duende vino
A escuchar a su gente
Y a beber vino.
A Vicente Estrada, músico, y uno de los espíritus más exquisitos que he conocido.
En la Asociación Amigos del Duende, que a mi me gusta más llamar, Taberna de Joaquín Piana -aunque legalmente sea lo primero-, el pasado sábado 9 de Febrero, Juani Torres nos reunió a unos cuantos aficionados, con el pretexto de comernos un arroz.
Allí se habló de lo divino y de lo humano. Y sobre todo de cante. Muchos de los presentes –casi todos- éramos hijos de la Tertulia, y lógicamente evocamos momentos, personas y personajes. Se echó mano a cantar y se cantó. Con pellizco y con dulzura, con rajo y con pureza.
En el grupo hubieron varios artistas, pero dos de ellos merecen “rancho aparte” en el sentido estricto de la expresión. Me refiero a Vicente Estrada “El Duende”, y a Juani Torres. Y me explico:
Es Vicente un músico multidisciplinar, que igual conoce a J. S. Bach que a Diego del Gastor; a Mozart o a Melchor de Marchena, a Miles Davis que Antonio Mairena. Tiene la humildad de los grandes, y una cierta timidez no exenta de orgullo, que le generan una pasión por el toque, donde la melodía, el compás, el ritmo y la armonía, te hacen sentir en todo momento que la música es una y sólo una. Por otra parte, domina con tranquilidad pasmosa el toque de cualquier sitio, ya sea Jerez, Utrera, Marchena o Morón.
Juani Torres canta bien, bien. Por afición, por vocación, por tradición, por conocimiento; por si mismo y por su familia.
¡Qué gusto da escucharlo!
Soy de los que puedo presumir de haberlo escuchado desde hace mucho tiempo. Y si cantaba bien hace treinta años, mejor canta ahora. Puedo dar fe.
Revivió a Triana, Alcalá, Morón y Utrera.Y nos hizo sentir con sus ecos y los de su tío, el inolvidable Frasquito, que Osuna es pueblo con sello cantaor propio, gracias a su familia.
Se estuvo cantando en reunión, hasta las tantas. Con tranquilidad y despaciosidad. Sin micrófonos y sin correr.
Ya decía mi añorado amigo Paco el Relojero, que el cante, “no es ni pa sordos, ni pa gente que tenga prisa”.
José Mª Sierra