
Crítico de arte de El Pespunte.
Artista profesional con 15 años de experiencia en el sector del arte contemporáneo español e internacional.
Virginia Bersabé pinta lo que muchos prefieren no ver, la vejez, lo marchito, lo que ya no produce ni aparenta. Pero no lo hace desde la condescendencia, la idealización o la pátina nostálgica. Lo hace desde un lugar tremendamente bello: el del respeto verdadero, ese que se gana escuchando, observando, esperando.
Esta artista nacida en Écija (Sevilla) en 1990 y formada en la Universidad de Sevilla, está construyendo un rosario pictórico único, el del cuerpo femenino envejecido como territorio de memoria y resistencia al que se acerca como si fuera un paisaje sagrado sin filtros ni maquillaje. Lo que otros tratan como un desecho del sistema visual -la vejez, la invisibilidad, lo cotidiano-, ella lo eleva a monumento. Virginia no embellece lo que representa, lo dignifica. Y lo hace con una sensibilidad técnica que deslumbra.

Bersabé pertenece a una generación acostumbrada a justificar todo con conceptos. Ella, en cambio, observa. Sus mujeres mayores no son metáforas, no son alegorías ni tampoco emblemas. Son cuerpos reales. Con sus huesos, su peso, su cansancio y su luz. Las mira con una cercanía casi íntima, como si cada trazo fuera una forma de pedir permiso y al mismo tiempo hacer justicia.

Desde los muros al papel el pigmento se funde con el tiempo, su pintura respira memoria. No una memoria colectiva abstracta, sino una memoria encarnada, esa que habita en las arrugas, en las manos que recuerdan como se cuida, como se zurce, como se sostiene el mundo. Memoria que no cabe en un archivo institucional ni en un catálogo de museo. Memoria que se borra, porque para que vamos a mentir, ¿cuantos artistas conoces que estén en la línea de Virginia? Pues eso, muy pocos.
Porque nos enfrenta a lo que no estamos acostumbrados a mirar con atención. Porque nos obliga a aceptar que la belleza no está en el brillo, sino en la persistencia.
Hay una política de fondo en lo que hace, pero no es de las que se redactan. Es una política del gesto, del encuadre, de la elección de un cuerpo como protagonista. Es fácil colgar banderas; es más difícil detenerse ante una mujer de ochenta años y decidir que ese rostro -ese y no otro- merece ocupar el centro de la escena.
Lo más valiente de su trabajo es que no necesita ser valiente. No está hecho para complacerte. Es una pintura que no negocia con la espectacularidad ni se alinea con las modas. Y por eso te golpea y tú te quedas observando. Porque nos enfrenta a lo que no estamos acostumbrados a mirar con atención. Porque nos obliga a aceptar que la belleza no está en el brillo, sino en la persistencia.
Bersabé pinta como quien recuerda algo esencial que el resto ha decidido olvidar. Y lo hace con una claridad inquietante, sin fórmulas, sin atajos. Solo con pintura, tiempo y una mirada que no se aparta.



Crítico de arte de El Pespunte.
Artista profesional con 15 años de experiencia en el sector del arte contemporáneo español e internacional.