Victoria


El Domingo de Ramos expresa como pocos el día de la victoria de Sevilla sobre todo lo que convive y batalla con ella durante el año. Con su historia y su memoria, su religiosidad y su belleza, su dejadez e incluso su desidia para mantener en pie todo lo anterior. Día de los días de Sevilla. Jornada de los cuerpos alegres, de las almas sin penas, de las casas dispuestas, de las familias reunidas, de las costumbres que vuelven, de las citas de siempre. Solo hay luz esta mañana, aunque bullan nubes en el cielo. La luz del primer día, luz que viene de dentro, de la ilusión que se cumple, de la vida por delante, de una ópera sagrada que, por fin, se estrena.
Del oro rosáceo de la Sagrada Entrada en Jerusalén a las llamas encendidas en la noche del Cristo del Amor. De la gracia en la tarde de San Roque a la perfección doble de la Amargura. Del pan ázimo de la Cena o la noble pasión de Jesús Despojado a la luz inacabable de la Estrella. De la Sevilla azul y popular de la Hiniesta a la plateada y regionalista de la Paz. Escenas de este drama que regresa a nuestros ojos y a nuestro corazón, un año más a cuestas, una vida menos a cuenta. Porque este es el triunfo de Sevilla, revivir cada año como si nada le pesara -así pase el tiempo- su victoria el Domingo de Ramos, entre su suelo y su cielo, sus balcones y sus cales, su amanecer y el primer nazareno. Este es el escenario ideal donde cada año se despierta nuestro gozo y nuestro sueño.
Tú, pequeña Victoria, que amaneces a la vida, irás conociendo estos tesoros tan grandes poco a poco. De la mano de tus padres, de tu familia, de tus amigos, sabrás que todo esto tan valioso -no por el oro y la plata que se ve sino por el espíritu y la fe que andan detrás- que te rodea y que te irá acompañando durante el largo camino que ahora comienzas sobrevive y continúa gracias a niñas como tú que nacen a la luz y al aire de Sevilla y se integran en este cálido río de vida cofrade que cobijan las hermandades.
Jesús -el que dijo que los niños se acerquen a Él y viene hoy tomando su cruz desde el Porvenir- y María -que guardaba todas las cosas en su corazón como la dulce Madre Cigarrera- te irán guiando de tus primeros a tus últimos pasos. Y, como en tantas casas, pronto encontrarás colgadas en tu habitación tus túnicas de nazarenita de la Hiniesta y de monaguilla de Santa Marta. Ahí empezarás tu relación de amor con tus hermandades, que te acompañarán en la vida, con sus momentos de luces y de sombras. Pero tú, Victoria, no desfallezcas nunca, y en los momentos más sombríos acude siempre a sus imágenes, que están esperando en San Julián y en San Andrés, con la misma ilusión de este día.
Esta es la victoria de Sevilla que se manifiesta como nunca el Domingo de Ramos. Dar a luz nuevos hijos que, como Victoria, continúen la gloria que ya vivieron los padres, la gloria del Señor que hoy y por siete días, amanece en las calles.
