Una «pequeña» olvidada con más de 100 años
Cada vez te veo más hermosa cuando paseo por el lejío. Te cuidan, te miman e incluso se adueña de ti quién no tiene licencia alguna para hacerlo. Pero visto lo visto, es normal que te encuentres en ese estado de resignación en el que te tienen. Dicen que hoy en día casi nadie acaba desempeñando la profesión que le gusta o para la que ha sido entrenado o preparado a conciecia y eso es precisamente lo que a ti te ocurre; tus corrales hacen las veces de camerinos, tus barreras no se encuentran castigadas por duros remates de morlacos recién salidos de chiqueros sino por pequeños que los convierten en improvisadas atracciones durante cenas y conciertos y, por si todo esto fuera poco, ¡tu albero lo pisa ya cualquiera!
Han hecho de ti un auditorio más que se dedica a albergar conciertos, cenas benéficas, muestras… todo lo que se nos pueda ocurrir menos lo que realmente desearíamos. Tu estado de pasividad parece haberse contagiado a todo aficionado de este pueblo cuyo principal pecado (y eso no es nada nuevo) es el hastío.
Querremos después que nos consideren una afición de primera y sin embargo tenemos lo que nos merecemos.
No vayan a querer hacernos callar ahora con cualquier festival, con carteles atractivos para el gran público, ya estamos hartos. Queremos figuras de relumbrón, de las que nos hacen vibrar y emocionarnos con cada natural, cada verónica o cada par de banderillas. Que se nos respete como nosotros respetamos a quién se juega la vida de esa manera.
Que la próxima vez que vea un cartel con el mensaje «Plaza de toros de Osuna» sea para congratularme junto con la afición taurina de mi pueblo; que ya está bien de grupitos de moda, que tenemos que arreglar nuestro patrimonio y ser conscientes de lo que tenemos y si para ello hay que organizar cenas benéficas pues adelante que, por supuesto, hay que dinamizar el sector empresarial y realizar muestras pero que de una vez por todas y en palabras de mi compañero y amigo Álvaro Reina, ¡suene el pasodoble!. Que así sea.
José Manuel Haro González