Una obra para Paula

Hoy es una de esas noches, por lo que decido dejar el cigarro a la mitad y entrar tras saludar a Jose, el portero. Tras varios disculpas y algún que otro codazo, llego a la barra. Teresa me recibe con una sonrisa y me pregunta qué tal. La lluvia empezaba a arreciar y he decidido meterme en casa, le contesto. Teresa ensancha su sonrisa mientras llena la copa generosamente, y yo disfruto de esa sonrisa casi tanto como ella de mis ojos recorriendo su escotada espalda al volverse para colocar la botella en la estantería. Pago a Teresa y ésta vuelve a su trabajo: sonreír y poner copas. Busco un hueco en el que poder tomarme la copa tranquilo y dejar el abrigo bien a la vista. Lo encuentro. Cojo la copa y me atrinchero en esa soledad que tan sólo te puede dar el rincón de la barra de un pub atestado de gente. Es todo lo que necesito.

Pasa el tiempo y estoy bien, tranquilo, a mi aire, suponiendo que quede algo de aire en el local, que ya es suponer. Por los altavoces suena Se me olvidó otra vez, en la versión del grupo Maná. Levanto la vista y la veo ahí, en el espejo, entre botellas de vodka y licores tropicales. Morena, ojos oscuros. Un cuerpo de los que te quitan el hipo y algo más si te descuidas. Baila con una chica en el reducido espacio que cuatro tipos forman alrededor de ellas. Algo más de dos losetas. Los tipos se lo pasan bien. Se dan codazos uno a otro, y alargan la mano siempre que pueden. El más alto de los cuatro mira hacia el espejo y, si llega a estar unos centímetros más cerca, lo resquebraja. Este ha estudiado el cuadro de Las Meninas, me digo. No tengo el cuerpo para mucha feria, por lo que decido dar otro sorbo a la copa y bajar la vista. Una retirada a tiempo y todo eso. Ya saben. 

Comienzo la segunda, por cuenta de la casa. Un taburete es colocado a mi lado y Paula me dice su nombre al sentarse. Respondo diciéndole el mío. Me pide que le cuente a qué me dedico, el tiempo que llevo en Madrid, de dónde soy, qué libro es el que acabo de guardar en el bolsillo del abrigo, y yo respondo una a una sus preguntas, intentando no mirar las piernas cruzadas que dejan al aire su corta falda, y una vez respondida la última, le pregunto sobre su vida, a lo que ella me responde que en su país estudió interpretación y que le encantaba cómo la miraba bailar, y esto me lo dice puesta en pie y entre mis piernas, dándome cortos besos en la boca, bebiendo de mi copa entre beso y beso, pidiéndome que le escriba una obra para ella, una obra en la que ella sea la protagonista, y entonces bailará para mí, para mí solo, y coge mis manos y las coloca justo donde termina su espalda, y me pregunta si es que no me gusta, y yo le digo que me gusta mucho, y que le escribo no una, las que quieras, pero será mejor que tenga las manos libres, para cuando lleguen tus amigos y las necesite, y ella sonríe mostrándome su perfecta dentadura, y me dice que ni siquiera los conoce. Con mi copa en la mano me pregunta si todos los sevillanos son tan tímidos y formales como yo, y le contesto que sí, que no se puede hacer una idea de lo tímido y formales que somos. Ni la más mínima idea, Paula. Y sonríe y me da otro corto beso, tras beber un trago. 

Lee también

Jose y yo la observamos alejarse calle abajo. Un abrigo negro echado sobre los hombros y los tacones en la mano. Preciosa mujer, le comento. Y éste, que lleva muchos años cerrando locales de toda clase y maneras, me ofrece un cigarro y dice: sí, preciosa mujer, pero lástima de todo lo que se mete, por lo que no creo que la belleza le dure mucho. No son pocas las noches que no se tiene en pie y la llevo a un taxi; otras, cada dos semanas, algún tipo le hace el favor de acompañarla. Lo poco que gana en Dios sabe qué trabajos se lo gasta en canutos o en empolvarse la nariz. Cuando ya no le quede nada, volverá a su país enganchada a la mierda, y si alguien no espera su regreso, acabará en tugurios de mala muerte dejándose hacer por un pico o por unas copas. Y yo observo cómo Paula se aleja calle abajo. La observo y me pregunto, recordando sus cortos besos, cómo podré escribir algún día una obra a aquél punto negro que se pierde al fondo de la calle.

View Comments (0)

Leave a Reply

Your email address will not be published.

© 2023 COPYRIGHT EL PESPUNTE. ISSN: 2174-6931
El Pespunte Media S.L. - B56740004
Avda. de la Constitución, 15, 1ª planta, Of. 1
41640 Osuna (Sevilla)