Una deuda pendiente


Sabido y aceptado es que, por muy voraz lector y apasionado amante de los libros que se sea, no es posible leer todos los libros que se han escrito –aunque no sé quién dijo que hay que intentarlo-. Ni siquiera es posible leer todos los libros que a uno le gustaría leer. A mí se me amontonan los libros por leer –prestados, comprados, sacados de la biblioteca,…-; no llega a ser tan grave como las listas de espera de la sanidad pública, pero a veces me agobia un poco-mucho, sé que están ahí y constato constantemente que leer es una actividad muy lenta.
Pero, antes de morirme –no es que lo tenga previsto a corto ni medio plazo, aunque nunca se sabe- me gustaría leer, al menos, un libro de determinados autores. Es como una asignatura pendiente que tengo con mi vocación de lector. Es como si al morirme fuese a dejar incompleto el rompecabezas de mis lecturas, y visualizo en mi imaginación un rompecabezas con huecos de piezas sin poner. (Y me da la impresión de que esta idea entrecruza o tiene que ver con mi sempiterna “adicción” al coleccionismo.)
Tengo que reconocer, por otra parte, que el orden en que leo los libros es para mí un misterio, al igual que el orden en el que voy escribiendo las ideas guardadas. Siendo así, ¿por qué he tardado unos cuarenta años en leer un libro que para mí ha tenido interés desde el mismo momento en que me lo recomendó –no a mí, a toda la clase- mi profesor de literatura? Buena pregunta. No lo sé. Tal vez, como contestó en el Cuartel el anciano de noventa años que había matado a su mujer al guardia civil que redactaba el informe: “Lo he ido dejando, lo he ido dejando,…”
Allá por los primeros años de la década de 1980, Manuel Ruiz Lagos, “referente del andalucismo, doctor en Filología Románica, historiador y catedrático de Literatura Española en la Universidad de Sevilla” al decir del periódico ABC, y profesor mío de Literatura allí en la Avenida de Ciudad Jardín, cerca de la Gran Plaza, donde entonces se estudiaba Magisterio, nos recomendó la lectura de Ágata ojo de gato, novela de su paisano el jerezano José Manuel Caballero Bonald.
Y no es que yo no haya leído nada desde entonces, que no he dejado de leer de unos géneros y otros, de unas épocas y otras, de unos autores y otros, ni es que yo lo hubiese comprado y lo tuviera en mi biblioteca durante años, en lista de espera, como les ha ocurrido y les sigue ocurriendo a otros libros, tal vez sólo lo fui dejando, lo fui dejando,… pero nunca se me olvidó la recomendación de Ruiz Lagos, ni el título de la novela ni el autor.
Y no puedo decir que esa lectura fuese una asignatura pendiente, porque la asignatura de Literatura la aprobé, pero sí que era una deuda pendiente con mi profesor de Literatura –del que tal vez escriba otro día-. “Hasta que (le) llegó su hora”, como dice el spaguetti western de Sergio Leone. Que ha sido ahora. Ágata ojo de gato sitúa su acción en las marismas de Doñana, aunque reconvertidas en la mítica Argónida, “un mundo ignorado y arcaico” -en palabras del propio Caballero Bonald-, mundo en el que el hallazgo del tesoro de Tartessos desencadena los acontecimientos. Novela que obtuvo el Premio de la Crítica de narrativa castellana en 1975. Novela de título un tanto misterioso y aliterativo, como el propio texto. Y novela de un lenguaje rico, denso y barroco que hay que leer con un diccionario en la mano y, como suelo decir, yendo palante y patrás, esto es, volviendo a la última o últimas líneas o al último párrafo.
El libro, de segunda mano, me costó 93 céntimos y los gastos de envío 95, por lo que debo decir una vez más que el que no lee no es porque los libros sean caros, sino porque no quiere leer.
LO QUE ME RONDA POR LA CABEZA
Nace en Osuna (Sevilla) en mayo de 1958. Es Maestro especialista en Lengua y Literatura y en Educación Infantil.
Ha colaborado en la realización de libros de texto con las editoriales Alborada y S.M. –Equipo “Blanca de los Ríos”-. Ha publicado artículos de opinión en algunos diarios y revistas, como Sur, Jaén, Andalucía Libre, Grupo Publicaciones del Sur,…
Desde muy temprana edad tiene metido en los sueños y en la sangre “el veneno” de la lectura y la escritura, lo que ha dado lugar a la publicación de algunos libros de artículos, relatos para niños y adultos, poesía… y hasta un diccionario de humor.