Un camino que construimos juntos


Hablar de empoderamiento femenino no es hablar únicamente de mujeres; es hablar de un cambio que beneficia a toda la humanidad. No se trata de una lucha de géneros, sino de una transformación social que abraza a hombres y mujeres en un camino hacia la equidad y el respeto mutuo.
Vivimos en un mundo globalizado, un mundo en el que las oportunidades y los retos no entienden de fronteras, pero lamentablemente todavía sí entienden de género. En muchos lugares, las mujeres siguen enfrentando desigualdades estructurales que limitan el desarrollo personal, profesional y humano. Sin embargo, el empoderamiento no es solo un concepto; es una acción. Y en esa acción, todos tenemos un rol que jugar.
Empoderarse significa recuperar el poder que históricamente ha sido arrebatado. Es reconocernos como individuos completos, capaces de decidir sobre nuestros cuerpos, nuestras carreras y nuestros sueños. Es luchar contra los prejuicios que han limitado y demostrar, con hechos, que la igualdad no es un ideal lejano, sino una realidad que podemos construir juntos.
Ahora bien, el empoderamiento femenino no debería verse como una amenaza para los hombres. Al contrario, representa una invitación a caminar de la mano, a replantearnos cómo nos relacionamos, cómo educamos y cómo construimos el futuro. El feminismo no busca que las mujeres “ganen” a costa de los hombres, sino que el mundo se transforme en un espacio donde ambos podamos convivir en condiciones justas.
Es importante recordar que todo hombre es hijo de una mujer. Muchos son, además, hermanos, parejas, padres, amigos o primos de mujeres a quienes quieren y respetan profundamente. ¿Cómo no apoyar un cambio que busca garantizar que esas mujeres tan significativas en sus vidas tengan las mismas oportunidades, derechos y libertades que ellos? Este no es un movimiento ajeno; es un compromiso con las personas que más amamos.
Los hombres también tienen un papel crucial en este proceso. Deconstruir los mandatos de la masculinidad tradicional, aquellos que les exigen ser invulnerables, competitivos o emocionalmente inaccesibles, también los libera. Empoderar a las mujeres no resta poder a los hombres; al contrario, les permite descubrir nuevas formas de ser, más conectadas con ellos mismos y con los demás.
Como madre, cineasta y mujer que ha recorrido (y sigue recorriendo) un largo camino en busca de mi propia voz, creo profundamente en el poder del arte y la palabra como herramientas de transformación. Las historias que contamos y los espacios que creamos pueden inspirar a otros a sumarse a este cambio.
En este viaje hacia la igualdad, la clave está en la empatía. Escuchar, comprender y actuar desde el respeto mutuo. Si las mujeres y los hombres trabajamos juntos para derribar las barreras de género, crearemos una sociedad más justa y más rica para todos.
El empoderamiento femenino no es solo una causa de las mujeres, es una causa de la humanidad. Un cambio que, aunque no se logra de un día para otro, tiene la fuerza de transformar generaciones. Porque cuando una mujer se empodera, ilumina un camino por el que todos podemos avanzar. Todos. Vosotros y nosotras. El feminismo es inclusión, no exclusión. Y aquellos o aquellas que solo hacen ruido, o permanecen en silencio, provocan que el miedo frene el progreso colectivo. El progreso de todos, el progreso del equipo, con independencia de lo que cada uno o una tengamos entre las piernas. Construyamos el camino juntos.

UNA HABITACIÓN PROPIA
Directora de cine, guionista y escritora. Formada en Dirección de Cine en la prestigiosa escuela europea: ESCAC, y en periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha realizado largometrajes documentales como: Línea de Meta y Todos los Caminos, este último protagonizado por Dani Rovira y Clara Lago.
Premiada a nivel nacional e internacional en reconocidos festivales.
Miembro de la Academia de Cine de España, también de la Academia de Cine Andaluza y de la institución nacional de productores EGEDA.