Tragedia en Valencia, horror en Gaza
Creo que todos los españoles estamos anonadados con lo que los medios de comunicación, audiovisuales, han hecho llegar al salón de nuestras casas esta semana, lo ocurrido en Valencia. Cada vez tienen la capacidad de hacerlo con mas potencia, un nivel de destrucción inimaginable, debido la fuerza de la naturaleza desbordada que se ha hecho presente, recordándonos que no somos omnipotentes, que en todo caso lo será Dios. Dependemos de la madre naturaleza, una dura lección de humildad. Únicamente las guerras de Ucrania y Gaza son comparables con esas imágenes de destrucción y de angustia humana.
Una tragedia del nivel de muerte y destrucción de la que ha ocurrido en Valencia, más de 200 muertos y habrá que contar más, es difícil de aceptar, de asumir. La reacción psicológica ante una tragedia de esta magnitud, afecta. Hay hombres y mujeres templados, a los que el dolor no les nubla la mente, capaces de que los sentimientos no se impongan a la razón, pero también hay otras formas de reaccionar muy humanas, como pensar que podía haberse evitado y culpar a otro de lo que ha ocurrido. En la Edad Media una catástrofe también se le buscaba su explicación, lo normal un castigo de Dios por la malas conductas de algún grupo diferente, y adjudicado el San Benito, a acabar con ellos. Los radicales se desfogaban.
En esta situación límite hemos visto de todo, multitud de historias heroicas de solidaridad, de salvar vidas jugándosela, o incluso perderla después de salvar la de alguien, también de las peores hazañas humanas: el saqueo y el robo al vecino aprovechando que los representantes de la ley se los llevó el agua por unas horas. Estamos asistiendo a esa tremenda reacción emocional de los directamente afectados de indignación, de ira, justificada en parte por la magnitud de la tragedia, pero también por la incompetencia de algunos responsables en minimizarla, o en renunciar a su gestión. Me quedo humanamente con lo que dijo el político que le correspondió, porque así está escrito legalmente, ser la primera autoridad para gestionar la ayuda en esta catástrofe: yo llamé a la UME (los militares) y ya nada es responsabilidad mía… lo que ha agravado esa sensación y situación de desorganización inicial. Esa renuncia a liderar, ese quitarse de en medio, del que tenía la responsabilidad de dirigir la respuesta, su caricatura es escondido detrás del Rey cuando fueron abucheadas las autoridades, semejante desfachatez, y que siga al frente es mucha magnanimidad por parte de todos, los afectados realmente, emocionalmente y los que están participando en la ayuda directa, voluntarios o profesionales. Muchas víctimas se han sentido abandonadas en estos primeros días por el ESTADO, que somos todos organizados, a pesar de que existe y mejor o peor se ha puesto a su favor.
Cuando escribo esta columna estoy pasando un episodio de gripe que me tiene el cuerpo molido, por eso va con retraso, culpar al gobierno, a los chinos, a los de las vacunas, dará igual, me tomo paracetamol y seguro que pasará.
Pues, las imágenes de Valencia me llevaron a las de Gaza, todavía mas destrucción, aunque el fenómeno catastrófico lo han conseguido en un año, y el origen es inhumano. Lector, le pido que se ponga en el pellejo de un gazatí, que horror, aunque le echen la culpa al que sea, a Hamás, al ejercito judío, a Netanyahu, aunque quieran consolarse pensando que se podría haber evitado los mas de 43.000 muertos, no tienen ni la esperanza de que su estado les ayude, no existe, ni siquiera permiten que los voluntarios les ayuden, ni siquiera el estado de todos que quiere ser la ONU puede ayudarlos. El otro estado, el israelí, mató esta semana a mas de 50 niños con sus bombas sobre una escuela, lo único que pueden esperar para mañana es su lento exterminio por bombas, hambre, sed, enfermedades, todo un horror.
Solidaridad con los valencianos afectados por la DANA, solidaridad con los gazatíes afectados por las bombas israelitas.
Los pueblos debemos ayudar a los pueblos, incluso mas allá de los estados.
EL CIBERDIVÁN, LA OREJA DE FREUD.
Psiquiatra psicoanalista impulsó la reforma psiquiátrica “salta la tapia” en el hospital de Miraflores. Fue Director de la Unidad de Gestión Clínica (UGC) y Coordinador de la Unidad de Salud Mental Comunitaria del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla. Autor de numerosos artículos científicos. Tiene dos libros publicados: Psicoanálisis medicina y salud mental, y La religión en el diván.