Toros en Nápoles


Cuando se visita el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles llama poderosamente la atención la escultura denominada “Toro Farnesio”.
Es la mayor escultura de bulto redondo de la antigüedad clásica que ha llegado hasta nuestros días. Tiene más de cuatro metros de altura y mas de tres metros de lado en la base. Pesa 24 toneladas.
Representa el suplicio de Dirce, a la que los hijos de Antíope (Anfión y Zeto), deseando vengar las ofensas a su madre, ataron a un toro salvaje que la arrastró hasta matarla.
Fue encontrada en las termas de Caracalla y restaurada bajo la supervisión del mismísimo Miguel Ángel.
Fue heredada por Isabel de Farnesio (de ahí su nombre) que era la segunda mujer de Felipe V y fue trasladada a Nápoles en 1786 por su nieto Fernando.
La obra fue muy estimada e incluso existen un fresco en la Casa de los Vettii en Pompeya que representa la misma escena.
Por tanto, podemos afirmar que la presencia del toro en Nápoles se remonta a tiempos casi inmemoriales.
La presencia española en el Reino de Nápoles se remonta a 1442, cuando Alfonso V, rey de Aragón, en calidad de hijo adoptivo de la reina Juana II de Nápoles, conquisto el trono del reino. Por tanto a partir de mediados del siglo XV, el Reino de Nápoles estuvo en poder de la Corona de Aragón. Y desde 1734 hasta 1861 lo estuvo bajo la dinastía Borbón-Dos Sicilias. En 1861 se incorpora a la Italia Unificada.
Hay constancia escrita de que, en febrero de 1680, con motivo de la boda del rey Carlos II con María Luisa de Orleans se celebra una corrida de toros en Nápoles.
En el artículo de Montserrat Moli Frigola titulado “Fiestas públicas e himeneo de las Bodas de Carlos II” se puede leer.
“El 7 de febrero de 1680 se llenó de gente no solo la plaza del Palacio Real sino las escalinatas y cúpulas de la vecina iglesia, los balcones y todos los alrededores. La fiesta comenzó con un “Te Deum” en la iglesia del Carmen, una corrida de ocho toros y un torneo de cuatro cuadrillas de caballeros. Estuvo precedida de una solemne cabalgata, donde los participantes iban en carros celestes y dorados, vestidos a la husara, con pieles de armiño y numerosas joyas y con cimitarra y acompañados por trompeteros a caballo, moros, caballos amaestrados y lacayos. El espectáculo concluyó con un festón en el Palacio Real, a la luz de las antorchas donde se representó la opera musical “La Rosaura”.
Tanto gustaban los toros en Nápoles que el 12 de febrero de 1830 se inaugura la Plaza de Toros de Nápoles con motivo de la Coronación de Fernando II, rey del reino de las Dos Sicilias.
Estaba ubicada en las afueras de la ciudad en las faldas de Monte Vesubio. Construida al estilo de los anfiteatros romanos y tenía capacidad para 2.000 personas.
Se celebraban las corridas sin matar al toro, que era sacrificado en los corrales. Si su lidia era buena los toros podían ser indultados.
Las mayores figuras de la época torearon en esta plaza.
La corrida inaugural fue lidiada por el rondeño Pedro Romero, el italiano Alessandro Rossi y el mexicano Pedro Martínez Ruiz.
El Tato, el poco conocido y malogrado Juan Yust y el torero de Gelves Manuel Domínguez “Desperdicios” fueron las grandes atracciones de esta plaza.
“Despedicios” llegó a salir dos veces por la Puerta grande tras cortar en ambas ocasiones dos orejas, un rabo y una pata, siendo el torero que más veces cruzó la Puerta Grande napolitana.
En 1858 El Tato indulto al toro “Cacciatore”.
Se llegaron a organizar pequeñas temporadas taurinas con toros españoles y algunas ganaderías de bravo italianas.
La última corrida se celebró en marzo de 1861. Fue un mano a mano entre Juan Pedro Daza y Juan Lucas Blanco, que precisamente se había casado con la viuda de Juan Yust, fallecido por unas heridas mal curadas de una cornada en Nápoles.
En 1862, un año después de la unificación italiana, la plaza fue desmantelada.
Quedaron en pie dos tendidos de sombra , la puerta grande y una puerta de los tendidos de sol.
A principios del siglo XX se restauraron los ruinas y pudieron ser incluso visitadas, pero en la Segunda Guerra Mundial un bombardeo destruyó lo que quedaba de la plaza.
Por tanto, cuando visiten Nápoles no dejen de ver el Toro Farnesio, los frescos pompeyanos de la Casa Vietti y rememoren los éxitos de “Desperdicios”, El Tato, Pedro Romero o Juan Yust.
MANOLETINAS
Manuel Fernández Leal es licenciado en Derecho, máster en asesoría jurídica de empresa, docente en diversos cursos de postgrado. Aficionado práctico taurino. Conferenciante en temas de la historia de la tauromaquia. Autor del blog “Leales del toreo”. Coordinador del Aula Taurina de Antiguos Alumnos del Colegio Tabladilla. Colaborador en tertulias taurinas en Radio Ya, Radio Decisión y Onda Capital y en la revista francesa “Toros”, decana de la prensa taurina en Europa.
manolofdezleal@gmail.com