Son memoria, no huesos
¿Cómo no va a haber memoria de quienes lucharon y murieron por la justicia y libertad? En la generación del mínimo esfuerzo, conviene recordar que lo que vivimos y disfrutamos no ha sido gratis. Memoria es reconocimiento y agradecimiento, pero no equivale a resentimiento ¿A dónde vamos tan cargado veneno? Recordar y no odiar es sano ejercicio en el que debemos emplearnos. Observar el pasado y no que darse atrapado en él, he ahí el necesario desafió.
¿Cómo olvidar a tantos y tantas que cayeron en tan oscura noche? Alto es el precio de lo que hoy gozamos. Conviene que ese precio se estampe en la piedra, se comente en las aulas ¿cómo valorarán las generaciones del futuro la democracia y las conquistas sociales sino llegan a saber que hubo mujeres y hombres valientes que en la II República, en la guerra y en el franquismo dieron su vida por ello?
Son ejemplo. No son huesos, no son motivo de división, ni de odio. Son pasado gloriosos, son espejos en el que mirarnos, sobre todo aquellos de ideales puros, aquellos que nunca fueron cegados por el odio, aquellos que salieron a la batalla sin otra opción para defender la vida y el nuevo orden republicano pacífica y democráticamente conquistado. No hay que abrir heridas, ni agitar los fantasmas del pasado. Sólo agitamos el espectro de un presente olvidadizo. Sólo podemos valorar lo que hoy disfrutamos tomando conciencia del <<esfuerzo, sangre, dolor y lágrimas>> que costó conseguirlo.
Al nostálgico del franquismo no hay que perseguirlos, pero sí vedarles la entrada a los juzgados, por lo menos cuando llegan denunciando en mano. Todo debe volver a su lugar. La memoria de los luchadores de la libertad, de los represaliados a los anales de la historia, a los libros de texto, a los monumentos, a las vitrinas… o, simplemente, a un archivo bien ilustrado, rápido y accesible en el ancho disco duro de la mente colectiva. Cada quien sabe cómo honrar tan excelso ejemplo.
José Delgado