Sobre un libro de relatos de Soledad Puértolas


Soledad Puértolas (Zaragoza, 1947) —autora por todos conocida— no necesita buscar la materia prima de sus narraciones más allá de sus calles, de las personas con las que se roza o con las que tiene parentesco o amistad, demostrando así esa máxima no escrita según la cual cualquier hecho, por nimio o insignificante que parezca, merece una plasmación literaria. El fin (Barcelona, editorial Anagrama, 2015), el libro suyo del que escribo hoy, se compone de trece relatos, casi todos protagonizados por mujeres y escritos en primera persona. Con una sola excepción —un homenaje a Chéjov titulado El fraile impío—, la acción de las narraciones transcurre en España y en la época actual, ya sea en ciudades muy pobladas —Madrid sobre todas— o en lugares tranquilos de veraneo. A veces la protagonista es una niña asustada que descubre Madrid de la mano de un familiar muy sensible al arte —a destacar la interpretación del cuadro homónimo de Rubens que contiene el relato titulado Las tres Gracias—, a veces una mujer ya madura que consuma por fin un amor de época estudiantil y, en otros casos, la protagonista habitual se transmuta en alguien más ajeno, como un empleado de banca que escribe poesía y tiene que padecer la rudeza y la insensibilidad de los munícipes de una ciudad distinta a la suya, poseedores de esa ignorancia en temas culturales que tan mal disimulan los políticos profesionales. Este relato se titula Laureles, y está protagonizado por Jeremías, nombre parlante en este caso, pues, dentro del colectivo de los escritores, en general tan poco considerados, el poeta es el que tiene más razones para lamentarse. A destacar, también, varios relatos en los que tiene gran importancia la relación de los personajes principales con animales de compañía —sobre todos el titulado Lord—, donde se nos describe la ternura con la que se trata a un perro lleno ya de achaques.
En cuanto al lenguaje, es de una sobriedad y una exactitud encomiables, en el polo opuesto del recargamiento o la afectación. En uno de los relatos, precisamente Lord, se lee un pasaje que nos da una idea del aire general de las narraciones, muy asequibles para cualquier lector y, además, producto de un trabajo oculto pero manifiesto en esa elaborada sencillez:
«La dueña del bar, que andaba por allí, ajena a la conversación que teníamos la mujer de Gerardo y yo, dijo, señalando a Gerardo:
—Es una revista estupenda, preciosa.
Gerardo hizo un gesto de timidez, una expresión de rechazo, como si el elogio le molestara. Le sonreí. Charli no dirigía ninguna revista cultural, apenas leía, sólo veía partidos de fútbol, alguna película y algunas series de televisión. Era listo y, en ocasiones, podía ser muy ingenioso, pero despreciaba todo lo que oliera mínimamente a pedantería».
Para terminar, recordar que todos los relatos de El fin, exceptuado el «Homenaje a Chéjov» ya mencionado, poseen la virtud de describir situaciones y sentimientos con los que cualquiera de nosotros puede identificarse, reconocibles. No son, por tanto, narraciones que nos propongan la evasión de nuestra realidad habitual: algunos de ellos, incluso, parecen resultado de experiencias cotidianas, tanto de la autora como de conocidos suyos, y pueden llegar a parecer demasiado apegados a la realidad. Sin embargo, y como ya indiqué más arriba, creo que pueden ser muy bien vistos como productos de la consideración de la vida de todos los días como inspiración para escribir, de una reflexión sobre nuestras cuitas y experiencias cotidianas. La autora se nos muestra como una gran observadora e intérprete de las relaciones interpersonales. Soledad Puértolas, eminente miembro de la Real Academia Española, parece tener los pies muy bien asentados en el suelo.
CUADERNO DEL SUR
(Madrid, 1961). Novelista y narrador en general, ha visto publicados también ensayos históricos y artículos periodísticos y de investigación. Poco amante de academias y universidades, se licenció en Filología Hispánica y se dedica a escribir. Cree con firmeza en los beneficios del conocimiento libre de imposiciones y en el poder de la lectura.