Semana de Emociones

Después de dos largos años, esta semana hemos podido volver a disfrutar de ver salir y transitar procesiones por nuestras calles, escuchar saetas y reencontrarnos con una tradición y cultura importantes para una gran parte de nuestra sociedad. Todo ello ha conllevado que aflore en nosotros un gran abanico de emociones. Alegría, entusiasmo, esperanza, ilusión…

Sin embargo, ya sea por motivos meteorológicos o personales, algunas personas no han podido, o no de la forma en la que les hubiese gustado, disfrutar de estos momentos. Personas hospitalizadas, dependientes, cuidadoras, residentes en el extranjero…habitando en ellas otras emociones un poco más desagradables como la nostalgia, la tristeza, la rabia, la desilusión y la decepción, entre otras.

Ante ambos casos, ¿crees que es importante saber regular las distintas emociones, ya sean agradables o desagradables? A menudo, escuchamos comentarios sobre la importancia de relajarnos o de saber tolerar la frustración, en cambio, no se suele hablar de la relevancia de saber regular en sí las emociones, sean del tipo que sean. Tanto si hemos podido disfrutar de la Semana Santa como si no, solo hemos podido estar serenos y disfrutar realmente del momento presente, si hemos sabido regular la intensidad de nuestras emociones. Pues cuando una emoción nos invade en exceso, ésta influye significativamente en las decisiones que tomamos posteriormente, durante al menos 24 horas, de forma que repercute en el resto de nuestro día. Así, un estado de tristeza o rabia probablemente nos llevará a cancelar planes, enfadarnos con otras personas, mientras que un estado de euforia nos incitará a decidir comprar o hacer planes en exceso de los que después podemos arrepentirnos. De ahí la importancia de saber regular también las emociones agradables, tales como, la alegría o la euforia.

¿Cómo podemos entonces regular nuestras emociones? Principalmente con nuestra conducta, no dejando que los sucesos que hayan ocurrido previamente controlen o determinen, en la medida de lo posible, nuestras conductas posteriores. No tomando decisiones importantes tras sucesos que nos han impactado emocionalmente, y, sobre todo, relativizando los distintos acontecimientos de nuestro día a día.

Disfrutar en los buenos momentos y estar tristes en los malos, eso sí, de forma moderada. No siempre es fácil conseguirlo, pero, ¿quieres que sea un suceso concreto el que determine y controle el resto de tu día?

Paula Morales Olivares

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Fotografía: Francisco Segovia

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