Riada de 1947
Si en 1961 la crecida del Tamarguillo causó estragos, catorce años antes lo hizo el Guadalquivir, motivo por el que más tarde su cauce sería desviado en su curso por Sevilla.
La riada, que tuvo lugar el 4 de marzo de 1947, anegó la capital hispalense y otros municipios ribereños. Cabe destacar que no es el último desbordamiento que ha sufrido el río, pues en 1996 el caudal subió tanto de nivel que inundó el Charco de la Pava, en concreto, la zona que fue utilizada como aparcamiento durante la Expo ’92.
La tragedia afectó a una Sevilla azotada por la posguerra, el hambre y el racionamiento. Los efectos devastadores se multiplicaron, sobre todo, al no haber por los alrededores pantanos ni embalses con los que contener la furia del Guadalquivir.
Se estima que más de 6.000 personas sufrieron los efectos de una riada que arrasó con todas las casas y vidas humanas que encontró a su paso. Uno de los afectados fue el general Gonzalo Queipo de Llano, quien quedó aislado con unos familiares en su cortijo de Gambogaz en Camas. Tal y como contaron las crónicas de la época, el alcalde de la ciudad, Rafael Medina, envió una barca con miembros de la policía local y con el teniente de alcalde, Manuel Grosso, para rescatar al militar, pero Queipo de Llano vio que no cabían todos y rechazó la ayuda.
Según recogió ABC de Sevilla, los daños se cebaron con el Barrio León y la calle Betis, en Triana, y con la Alameda de Hércules. La subida del agua alcanzó los ochenta centímetros y arrió numerosas localidades como Gelves, Tomares y Coria del Río, donde se registraron varios derrumbes de viviendas.
En Sevilla capital, la inundación fue de tal magnitud, que se llevó varios inmuebles situados en las calles Parras, San Pablo y Torrijiano. Incluso hubo testigos que afirmaron haber visto cadáveres flotando sobre el río desbordado.
Las labores para achicar se demoraron semanas en algunas zonas como el mercado de Entradores del Arenal y la propia Alameda. Tanto fue así que algunos edificios fueron habilitados como hospitales improvisados para atender a los heridos y recoger donativos.
Una de las imágenes más icónicas de este suceso fue tomada en el exterior de la parroquia de la O. El 9 de marzo, cuando el agua empezó a remitir, el sacerdote ofreció una misa de acción de gracias en la calle Castilla, a la que asistieron los vecinos en camiones y barcas.
Al no disponer aún de los medios para cercar la ciudad, Triana y la Pañoleta se convirtieron en un lago. La cantidad de litros derramados fue tan extraordinaria que arrastró los barcos y rompió las amarras del María Juana, que acabó casi estampado en la Torre del Oro.
Gracias al Guadalquivir, Sevilla se erigió como el Puerto de América, donde se almacenaban las riquezas procedentes del Nuevo Mundo. Pero también fue su pesadilla, dado que muchas personas enfermaron y lo perdieron todo cuando el río les cubrió de cintura para arriba.
El caudal desmelenado se coló en la cripta de la capilla de Nuestra Señora de los Dolores, en la Catedral de Sevilla. Casi 7.000 personas fueron refugiadas, mientras sus vecinos se volcaron para drenar la crecida. La avenida superó un metro los límites recordados, hasta el punto de cegar los arcos del puente de San Telmo y aislar al viejo convento carmelita de Los Remedios, cuyos alrededores quedaron colmatados de agua.
Pese a la tragedia, los sevillanos no perdieron su sentido del humor y arrimaron el hombro para volver a una normalidad que la tromba les arrebató tras haber arrasado con sus hogares, negocios y seres queridos.
La ciudad aprendió una valiosa lección. Con las distintas cortas construidas y obras de ingeniería realizadas años después, se pudieron contener las inundaciones y domar el carácter del río. Sevilla estaba a salvo.
Aunque los desbordamientos eran constantes, el de 1947 marcó a toda una generación, que aún tendría que sufrir la furia del Guadalquivir y de sus arroyos, antes de que se acometieran las obras que convirtieran esas vivencias no tan lejanas en un triste recuerdo.
No fue esta la última gran riada hasta la ocurrida en 1961, pues al año siguiente, en 1948, una rotura de los muros de defensa del Guadaíra provocó una crecida que se derramó por toda la ciudad. Gran parte del casco histórico y de Heliópolis quedaron anegados.
Fuentes consultadas: ABC de Sevilla, Triana al día, Triana en la red, Facebook, Mi Sevilla antigua y Foro Cofradías.
SEVILLA A TRAVÉS DEL TIEMPO
(Sevilla, 1992). Graduado en Sociología, escribe desde que tiene uso de razón, o incluso antes. Ha ejercido el periodismo en diversos medios de comunicación, como Sevilla Actualidad y Canal Sur Radio. Autor de la novela El Pez Globo, compagina la literatura con los hilos sobre Sevilla que realiza en Twitter/X, y que gozan de gran popularidad.