Remedios ancestrales

Hace unos días, mientras paseaba un poco despistado, casi choco con una persona que repartía propaganda en la calle. Era un hombre de unos treinta años, camisa a cuadros bien planchada y una bonita sonrisa. Con su mano izquierda sostenía un buen fajo de papeles y con la derecha me ofrecía uno. Lo cogí sin dudar y lo leí sobre la marcha: «Maestro Buyumbura. Gran poderoso Espiritual Vidente Médium Africano. Soluciona cualquier problema, amor, recuperar pareja, unión rápida y separación. Te ayuda rápido en todo tipo de ventas, mejora negocios, quita magia negra, protección, suerte, problemas familiares, impotencia sexual, te ayuda a triunfar en el deporte, etc… Tu sueño se hará realidad en semana. Serio, auténtico, eficacia y éxito garantizados 100%. ¡No tengas miedo ni duda, te ayudará seguro! Si quieres consulta llama al teléfono…»; el número me lo guardo para mí. Como llevaba varias semanas dándole vueltas a un asunto que no veía muy claro llamé por teléfono y concerté una cita para la semana siguiente, precisamente esta que acaba hoy domingo. Era mi primera experiencia con un vidente pero mi vecina Desirée es cliente habitual de echadoras de cartas y siempre presume de la ayuda que le prestan.

El maestro Buyumbura vive en un quinto de un bloque de pisos de la Avenida de Miraflores. Me abrió la puerta un hombre muy fornido pero amable que me condujo por un largo pasillo a la habitación del fondo. Allí estaba el maestro. Era un individuo de barba ya canosa y manos grandes tocado con un kufi y vestido con una túnica multicolor. Llevaba un grueso cordón dorado en el cuello, pantalones ajustados por debajo de las rodillas y chanclas. Estaba sentado en un gran sillón y de espaldas a una ventana oculta con gruesas cortinas por la que entraba penosamente la luz del sol. Su expresión era muy seria. Le expliqué el problema y, con una voz particularmente profunda, me dijo que mi asunto tendría éxito si seguía al pie de la letra sus instrucciones. Para empezar, debía volver al día siguiente con una gallina viva. No quiero cansarles con la narración de mis desdichas, pero localizar en la ciudad una gallina viva no fue tan sencillo. Finalmente conseguí una en un barrio de las afueras del que salí de manera apresurada por miedo a que me atracaran. Al día siguiente, este jueves pasado, y con una pena inmensa en el corazón porque estaba empezando a cogerle cariño al animal, me presenté en el piso con la gallina en brazos. Nada más entrar tuve que entregársela al hombre fornido, que desapareció en una habitación del fondo tras rogarme que esperara allí unos minutos. El tiempo de espera lo empleé en observar las máscaras africanas que llenaban las paredes del recibidor, algunas muy antiguas y con barbas postizas. Una de ellas parecía tener ojos de verdad, se movían, pero eso no puedo asegurarlo. El hombre fornido volvió y me condujo por fin ante el maestro Buyumbura. Este tenía ante él un cuenco humeante lleno de sangre y de vísceras trituradas. Observé que el hombre fornido miraba aquel potingue con delectación y pensé que era para él. Me equivocaba. A una orden del maestro Buyumbura cogí el cuenco y, sacando fuerzas no sé de dónde —quizá era porque tenía hambre—, me bebí aquello sin rechistar, tropezones incluidos. Estaba realmente asqueroso. «Bien», dijo el maestro Buyumbura mientras yo intentaba reponerme de aquella ingesta inesperada. «Ahora, acércate». Una vez a su lado, apenas a dos palmos de él, el hombre se levantó —resultó ser altísimo— y empezó a recitar unas exóticas jaculatorias con aire compungido y un poco ausente, como si él en realidad solo fuese el medio de actuación de alguna divinidad superior, mientras me golpeaba suavemente los hombros con una pata de cabra disecada que había sacado no sé de dónde. Luego, una vez sentado, con cara muy seria, me dijo: «Vete. En una semana tus deseos se verán cumplidos». El hombre fornido me acompañó a la puerta y me dijo que eran ochenta euros.

Estoy deseando que pase la semana. Esto no puede fallar.

 

Imagen: Powerfull traditional healer (recetario.es).

Víctor Espuny

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