Recordando a Manuel Palop, uno de Los últimos de Filipinas

Hay acontecimientos que cuando son conocidos se queda uno, no sé si emocionado o conmocionado. Semanas atrás recibí por whatsApp la noticia de un hecho que me dejó, cuando menos, sorprendido. El WhatsApp anunciaba la celebración del 120º aniversario de la gesta protagonizada por la guarnición española en Baler –Filipinas- que resistió en la iglesia de San Luis el sitio impuesto por los insurrectos, terminando en la solución sobradamente conocida de todos.

La noticia es de por sí emocionante, pero lo fue doblemente para mí, pues me recordó un hecho que, ciertamente, carece de interés informativo, pero no voy a pasar sin hacer, al menos, una somera mención.

En 1898, un tío abuelo mío, emigró a Filipinas, tuvo una numerosa descendencia con la que la familia de aquí sigue manteniendo contactos en las redes sociales. En una carta dirigida a sus hermanos (poseo una copia), transpira nostalgia y deseos de regresar, pero nunca volvió. Hizo rentables negocios y regaló unos terrenos a la comunidad para la construcción de la Iglesia y el Ayuntamiento y, en agradecimiento, la municipalidad tiene rotulada una calle con su nombre: C/ Manuel Palop.

Satisfecho mi deseo de mención, vuelvo al tema objeto de la información que conecta con la conmemoración de la efeméride en el 120º aniversario.

Para muchos españoles es desconocido que la histórica pelea terminó en un homenaje a los asediados que, aunque exhaustos, salieron de la iglesia -convertida en  trinchera de combate-  desfilando entre dos filas de solados filipinos, los cuales les rindieron honores por su irreductible resistencia en aquella desigual contienda.

Consumada la capitulación, el Presidente filipino, Emilio Aguinaldo, ordenó considerar a los excombatientes como amigos, en reconocimiento a la capacidad de sufrimiento y aguante de aquella diminuta, aunque  valerosa, tropa. Y el Sr. embajador de España, refiriéndose al acto conmemorativo, señaló que “es la primer vez que se reproduce la salida de la bandera española de la iglesia, y cómo los filipinos despidieron a los soldados españoles, el 2 de junio de 1899, con la guerra ya terminada, tratándolos como amigos, no como adversarios«.

Gracias a una película, Los Últimos de Filipinas, los españoles conocimos algo de aquella gesta, tan ignorada como olvidada de todos, pero hoy salta como noticia a  páginas de periódicos y en radio y TV y, según la cual (transcribo), “esa efeméride sirvió de pretexto en 2002 para establecer el 30 de junio como el Día de la Amistad Hispano-Filipina, aprobado por los parlamentos de los dos países…”

La noticia da cuenta de los actos conmemorativos del acontecimiento, que tienen lugar en diversas ciudades filipinas, siendo la más destacada Baler, donde acaecieron los hechos.

En principio estamos de acuerdo en condenar la injusta dominación de unos pueblo poderosos sobre otros, que ese es otro tema, pero no negar, teniendo en cuenta le época, que fue un hecho relevante y memorable de nuestra historia del que tenemos que sentirnos orgullosos los españoles y que debe hacer vibrar, y sonar como una sinfonía en “allegro maestoso”, nuestras fibras más íntimas.

Antonio Palop Serrano

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Más información en estos enlaces.

https://www.elconfidencial.com/mundo/2019-07-04/ultimos-filipinas-baler-heroes-guerra_2105555/

http://www.outono.net/elentir/2018/07/02/filipinos-homenajean-a-los-ultimos-espanoles-de-filipinas-en-el-120-aniversario-de-su-hazana/

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